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The story

Estas dos historias no son mías, las encontré por casualidad por facebook y me han encantado. Así que he decidido publicarlas para que todas podáis disfrutar de estas fantásticas novelas tanto como yo. No se quien las ha escrito pero son maravillosa. Espero que os gusten.


Gracias por leer.

martes, 4 de noviembre de 2014

Adicto a Ti - Capítulo 18


Capítulo 18:

Me desperté más temprano de lo que en verdad estoy acostumbrado. Me pegué una refrescante ducha y comí un pan tostado con mantequilla antes de salir de mi departamento, a un agotador lunes en la Universidad.
El domingo se me había pasado rápido hablando con mi nana y recordando cosas de cuando era niño. La hice desistir de la absurda idea de que yo me estaba enamorando de Abril.
Ese concepto no está incluido en el diccionario de mi vida.
—Uno nunca sabe cuando el amor le llega, pequeño —me dijo Rose —Pero de que llega, llega. Sin avisar y sin permiso, y hay veces en las que se va de la misma manera de la que vino…
Sacudí mi cabeza y me subí a mi moto para prender marcha a las tareas del día. Llegué y me encontré con Carlos y Blas
— ¿Qué tal Fernández? —me preguntó Cantó.
—Bien, ¿Tú? —le dije.
—Excelente —contestó. Lo miré atentamente.
— ¿Realizada la hazaña? —dije al ver su rostro de autosuficiencia.
—Realizada —contestó. Chocamos nuestras manos. Blas anotaba otra más a su lista de mujeres. Una lista larga y morbosa. Yo nunca hice una lista, y tampoco pienso hacerla.
—¿Y tú, Carlos? —le hablé a mi otro amigo.
Él estaba serio y parecía molesto. Miré a Blas y me hizo un gesto con los hombros.
—No sé qué le pasa, así está desde que llegué —me informó Cantó.
Ambos nos giramos a verlo.
— ¿Qué pasa hermano? —le pregunté algo preocupado, nunca lo había visto tan serio.
Él terminó de fumar su cigarrillo y lo tiró hacia un costado.
—No pasa nada —contestó secamente. Otra vez con Blas nos miramos extrañados.
Pero mi atención fue llamada por un auto que acaba de entrar al estacionamiento. Era nuevo, pues nunca lo habíamos visto antes.
—Un Audi S4 Cabriolet, ¿de quién es esa belleza? —habló Blas sin dejar de mirar el auto.
Hasta que una pequeña figura se bajó de allí.
—Mi Abril —dije sonriente.
—Mira como se le iluminó la cara —habló Carlos. Me giré a verlo.
— ¿Es que estás vivo? —dije y palmeé su hombro —Pensé que no.
Volví mi vista a Anne. Ella cerró la puerta de su auto y con una sonrisa de oreja a oreja se acercó a nosotros.
—Hola chicos —nos dijo.
—¿Cómo estás Abril? —le preguntó Carlos. Ella lo miró bien.
—Creo que mejor que tú —dijo ella.
—Si, no sabemos qué le pasa — le respondió Cantó.
—No me pasa nada —soltó exasperado — ¿Acaso nunca tuvieron un mal día?
— ¿Estrenando auto? —le pregunté y logré al fin obtener una mirada fija de su parte. Sonrió mostrándome todos sus dientes.
—Ajá —dijo contenta —Al fin me trajeron mi auto. Ya no voy a depender de chóferes celosos y de chóferes aprovechadores…
— ¿Eso último fue una indirecta para mí? —le dije. Blas se rió.
—Más que indirecta, diría directa amigo —me dijo y palmeó mi espalda.
—Exacto —agregó Abril y nos miró consecutivamente a los tres — ¿Han desayunado?
Los tres negamos con la cabeza algo confundidos.
—Comí la mitad de un pan tostado —le dije.
—Yo no tuve tiempo —dijo Carlos.
—Y yo ganas —le dijo Blas.
—Son de terror —se acercó a nosotros y sin decir nada nos quitó el cigarrillo a Blas y a mí, y le quitó a Carlos el que estaba por prender.
— ¿Qué haces? —le preguntó Carlos.
—No pueden fumar sin desayunar —nos dijo y arrojó los cigarrillos a los lejos.
—Ese estaba entero —lloriqueó Marco.
—Lo lamento, pero yo no puedo permitir que consuman sus vidas con estas porquerías —dijo ella algo nerviosa. Blas la miró con ternura.
—Siempre quise tener a alguien que me dijera eso —le dijo y se acercó a abrazarla.
Carlos se unió a su tonto abrazó. Sentí una pequeña punzada en el estómago, y los miré asesinamente.
—Ya, ya, suéltenla —les dije. Ambos se alejaron —No me la atosiguen.
— ¡Já! —dijo ella divertida —Mira quién habla…
—Eso mismo, Dani. Mira quién habla —agregó Blas.
—Bueno, no voy a dejar que vuelvan a fumar sin haber desayunado antes, ¿entendieron? Eso les hace más daño del que ya se hacen al fumar —nos dijo. Los tres asentimos como niños pequeños —Ahora caminen que vamos a llegar tarde. —Agregó
Volvimos a asentir, y comenzamos a caminar. Escuchamos como un montón de libros caían al suelo. Los cuatro nos giramos a ver.
— ¡Demonios! —dijo aquella chica y se agachó a recogerlos. Abril la miró y luego nos miró a nosotros.
— ¿Quién es ella? —preguntó. Blas y yo nos encogimos de hombros.
—Se llama Cassandra Roberts, estudiante de abogacía. Está un año más adelante que nosotros porque es una Einstein en potencia. Una ñoña —dijo Carlos.
Blas lo miró confundido. ¿Cómo sabía esas cosas? Es más, yo jamás la había visto.
—Voy a ayudarla —dijo Abril y se acercó a ella.
La chica castaña de ojos verdes, levantó su mirada, que estaba detrás de unos anteojos, para mirar a Abril. Ella le sonrió y comenzó a juntar los libros mientras le hablaba.
Con los chicos comenzamos a caminar hacia el salón.
— ¿Cómo sabes todo eso de ella? —le pregunté a Carlos.
—Lo sé y punto —dijo él.
Otra vez su cara se había tornado seria. Entramos al salón y aun la profesora de derecho no había llegado.
Abril entró corriendo y se paró en seco al ver que había llegado a tiempo. La miré y le hice un gesto para que se sentara a mi lado. Negó con la cabeza, le hice un gesto de ¿Por qué?
Con el rostro me señaló a Amanda. Giré mi cabeza para mirarla y la rubia me miraba fijo, con los ojos llenos de rabia. Un escalofrió recorrió mi espalda. Eso si que da miedo…
Volví mi mirada a Abril, y ella ya estaba sentada al lado de Blas. Tomé mi celular y comencé a escribir rápidamente. Envié el mensaje, miré hasta que mi amigo tomó su celular. Sentí como alguien se sentaba a mi lado, lo miré y era Carlos.
— ¿Qué sucede? —me preguntó.
—Estoy viendo si Blas, lee el mensaje que le mandé —dije sin dejar de mirar al frente.
Mi celular comenzó a vibrar.
‘Tranquilo Fernández, tengo códigos. Sé que es tuya, además de que se nota que estas loquito por ella…’
Gruñí y volví a escribir.
‘No seas imbécil, y solo no te pases de listo porque ya verás…’
La profesora entró a la clase. Me acomodé mejor en la silla y volví mi vista a Carlos. Él seguía con el semblante serio. Algo le molesta, y mucho.
— ¿Vas a decirme que te pasa? —le dije por lo bajo. Me miró de costado.
—Hay alguien que me perturba —contestó. Fruncí el ceño y lo miré mejor.
— ¿Acaso es la chica de anteojitos? —le pregunté y sin darme cuenta elevé más mi voz de lo que debía. Toda la clase se giró a verme.
— ¿Sucede algo Señor Fernández? —me preguntó la profesora.
—No, nada. Lo siento —me disculpé.
Creo que yo estaba más asombrado que el resto de la clase, al escucharme a mí mismo disculpándome por algo que hice.
— ¿Estás enfermo o qué? —dijo por lo bajo Carlos. Sonreí divertido.
—No me cambies de tema, ¿es la tal Cassandra?
Suspiró levemente y volvió a mirar al frente.
—Sí —dijo sin quitar su vista de la profesora.
—¿Qué pasó con ella?
—Es una…una ñoña —dijo nervioso, pero sin levantar la voz —Y tuvo el descaro de decirme que soy un neandertal con peinado de casco.
Estallé en risas. Otra vez la clase entera se giró a verme, incluso Abril y Blas. La profesora frunció el ceño.
— ¿Se puede saber que es tan gracioso? —me preguntó.
—Lo siento, de verdad que lo siento—dije mientras trataba de calmar mi risa—No volverá a pasar…
La profesora revoleó los ojos y volvió a escribir.
— ¿Y por eso estás así? —le dije mientras restregaba mis ojos a causa de la risa.
—No solo me dijo eso. Sino también que era un pobre idiota que buscaba consuelo en todas las chicas con las que me acostaba, pero que no lograba llenar el vació de mi vida con ninguna de ellas…
—Uuuh, eso dolió, ¿verdad? —pregunté. Él no dijo nada — ¿Pero porque te dijo todo eso?
—Porque intenté seducirla ayer en la tarde en la biblioteca de aquí —me dijo.
— ¿Estuviste aquí ayer? —dije asombrado. Jamás pensé que Carlos podría estar un domingo en la Universidad.
—Necesitaba buscar un libro, y vine, la vi sentada leyendo y me acerqué a ella… Maldita sea la hora en que lo hice.
— ¿Te gusta? —dije al observar su total indignación hacia ella.
Se giró a verme rápidamente.
—Claro que no… Ella no es mi tipo de mujer, además de que no la tocaría ni con un palo. Es la última mujer con la que me metería en mi vida.
—Te gusta —afirmé.
Él no me dijo nada. Sonreí y volví mi vista al frente. El primer caído ante los encantos de una genio. ¿Quién será el segundo? Estoy completamente seguro de que será Blas, y quedaré solo en mi lucha por el machismo…
Fijé mi vista en Abril, con cuidado se giró a verme. Tomé mi celular y escribí debajo de la mesa. Observé como ella buscaba su celular. Lo abrió.
'Me estabas mirando, te caché cariño.'
Vi como ella escribía. Luego de unos segundos mi celular vibró.
'Creo que el que me estaba mirando eras tú, yo solo giré porque me sentía observada'
Le respondí.
'¿Ahora tienes un sexto sentido?'
Me respondió.
'Veo gente muerta…Jajaja, es que no lo sabías?'
Sonreí por lo bajo y guardé mi teléfono ya que la profesora dejó de escribir y nos miró a todos. Comenzó a hablar.
—Bueno alumnos, vamos a hablar sobre el habeas corpus —dijo y caminó un poco moviendo sus manos — ¿Alguien puede decirme algo sobre eso?
—El habeas corpus es una institución jurídica que garantiza la libertad personal del individuo, con el fin de evitar los arrestos y detenciones arbitrarias. Se basa en la obligación de presentar ante el juez, a todo detenido en el plazo de 72 horas, el cual podría ordenar la libertad inmediata del detenido si no encontrara motivo suficiente de arresto —habló con total fluidez Abril.
—Excelente señorita Brooks, se nota que ha estado leyendo —la felicitó la profesora.
—Vaya podría ser tu abogada la próxima vez que te metas en algún problema —aseguró el castaño junto a mi. La clase continuó hasta que el bendito timbre sonó. Me puse de pie, necesitaba salir de allí para fumar un cigarrillo.Abril me había apagado el que me estaba por terminar, y sentí como que un pedazo de mí faltaba.
Salí del salón, con Carlos y Blas detrás de mí. Toqué los bolsillos de mis pantalones, y me olvidé la maldita caja.
— ¡Demonios! —dije deteniendo mi paso.
— ¿Qué sucede? —me preguntó Blas.
—Olvidé los cigarrillos, ya vuelvo —les dije y regresé mis pasos hacia el salón.
Me detuve al escuchar unas voces.
— ¡Eres una cualquiera! —Escuché la chillona voz de Mary —El muerto se asusta del degollado —dijo irónica Abril — ¡Me tienes harta Mary! ¡Ya te dije millones de veces que entre Fernández y yo no hay nada!
— ¡Pues no te creo! —gritó ella.
— ¡Pues ese es tu problema, ahora déjame en paz! —le exigió. Entré al salón haciendo que ambas me miraran. Abril soltó un suspiro —Fernández, ven aquí.
— ¿Yo? —dije haciéndome el tonto.
— ¿Acaso hay otro aquí? —preguntó con sarcasmo. Sonreí y me acerque hasta ellas. Abril miró a Mary —¿Puedes decirle por el amor de Dios que entre nosotros no hay nada?


Hola amores!!!
Espero que os haya gustado y espero vuestros comentarios de lo que os ha parecido !!
Gracias por leer, besos, María

sábado, 1 de noviembre de 2014

Adicto a Ti - Capítulo 17


Capítulo 17:

Comencé a despertar al sentir, como unas leves manos me movían. Abrí un ojo y la miré. Ella me sonrió levemente.
—Buenos días, nana —le dije con voz ronca.
— ¿Se puede saber que haces durmiendo en el sillón? —me preguntó. Me senté y miré a mi alrededor.
—Mi cuarto está ocupado —contesté, y me puse de pie para ir al baño. Entré, me lavé la cara y los dientes. Salí y me acerqué a la mesada para sentarme frente a Rose — ¿Qué hora es?
—Las doce en punto, Dani —me contestó y comenzó a sacar hoyas y comida para cocinar.
— ¿Dani? —escuché su adormilada voz.
Mi nana y yo nos giramos para mirar hacia el pasillo, del cual provenía su voz. Su rostro era una mezcla de sueño, confusión y dolor de cabeza. Ella me miró y luego miró a mi nana. Me puse de pie y me acerqué a ella.
—Vamos al cuarto, cariño —le dije y volvimos de donde salió.
Me giré a verla, después de cerrar la puerta.
— ¿Dónde estoy? —me preguntó mientras se sentaba despacio en la cama.
—En mi departamento —le contesté. Sus ojos se abrieron bien y se puso rápidamente de pie.
— ¿Qué hiciste conmigo? —dijo nerviosa —¡Oh, dios! No me digas que tú y yo…
—No cariño —la interrumpí divertido —Tú y yo no hicimos nada de lo que estas pensando. Te hubiera encantado, ¿verdad?
—No, claro que no —dijo rápidamente —Además como iba a encantarme, si no recuerdo nada de lo que pasó.
— ¿Nada? —pregunté. Ella clavó sus ojos en los míos.
—Bueno, recuerdo un poco —dijo y me miró con desconfianza — ¿Qué estas insinuando?
—No, nada.
—Fernández —dijo mi nombre con tono de advertencia.
— ¿De verdad quieres saberlo? —le dije. Ella asintió —Bueno, pues para empezar tomaste mucho por lo que adjudico todos tus actos al alcohol. Ni los chicos ni yo te juzgamos de verdad.
—Oh, Dios santo —dijo mientras se sentaba en la cama para escucharme con atención.
—Pusiste música en el bar, comenzaste a bailar muy…provocativamente, me gusta verte bailar por cierto. Coqueteaste con Hook…
— ¿Hook? —preguntó.
—Un grandulón, así le dijiste, que va allí siempre —le dije —Me sedujiste.
— ¿Qué hice qué?
—Me sedujiste, me bailaste sensualmente… cerca, tocándome, provocándome.
—Yo…
—Luego te subiste a la barra, haciendo que todas las mujeres del lugar se subieran y bailaran junto a ti. Pero debo decir, que aun así eras la más sexy. Luego un estúpido quiso propasarse, lo puse en su lugar. Te rescaté de la perdición, salimos de allí, nos fuimos a las Vegas, nos casamos y ahora eres mi esposa. Me debes la noche de bodas cariño…
Ahora su rostro era una mezcla de vergüenza, preocupación y asombro. Hasta que clavó sus ojos en mí, los entrecerró y me miró con recelo.
—Eso último es mentira, ¿cierto? —me dijo muy segura de ello. Sonreí divertido.
—Pensé que así el saber que me besaste anoche aligeraría la noticia —le dije.
Sus ojos se abrieron como platos.
—Eso es mentira —aseguró.
—No, no es mentira. Lo hiciste, y bueno yo no pude negarme…
—Eres un aprovechado, estoy segura de que tú me besaste a mi, y ahora me estás diciendo que yo te besé a ti…
— ¿Para qué voy a mentirte? —pregunté —Si yo te hubiese besado te lo digo: Anne, anoche te besé. Pero no lo hice…
—Mmm, bueno si fue así entonces te pido perdón. Esa no era yo —dijo totalmente avergonzada.
—No, no me pidas perdón cariño. Por mí, puedes hacerlo las veces que tengas ganas.
Ella bajó su mirada nerviosa, intentando evitar mi mirada.
— ¿Quién es la señora que está en la cocina? —me preguntó.
Arqueé una de mis cejas ante su repentino cambio de tema. Ella ya no quería seguir hablando de eso. Sonreí levemente.
—Rose, mi nana. Viene, los fines de semana, para cocinarme y dejarme la comida preparada. Soy un desastre cocinando.
— ¿Así que tienes una nana? Qué tierno de tu parte Fernández —me dijo.
—Lo ves, no todo es pecado en mí, cariño.
Rió por lo bajo y salimos de la habitación, para ir a la cocina. Rose nos miró y sonrió levemente.
—Nana, ella es Abril —se la presenté.
—Es un gusto señora —le habló Anne amable.
—El gusto es mío, niña —dijo mi nana.
— ¿Puedo pasar al baño? —me preguntó Abril.
—Si, si —le dije —Aquella puerta de allí.
—Ya vuelvo —se disculpó y fue hasta el baño. Me senté frente a Rose, y ella me miró bien.
— ¿Qué pasa? —le pregunté.
—Nunca habías traído a una chica aquí —dijo con tono pícaro.
—Va a la Universidad conmigo. Ayer tuvimos un pequeño percance y no podía dejarla sola en su casa.
—Es muy linda, me agrada —dijo y volvió a cocinar.
—Que extraño, nunca te agradan…por eso ni las traigo.
—No parece ser una tonta con pelo teñido —dijo exasperada. Yo reí —Ella tiene un aura especial.
Abril llegó a la cocina y nos miró.
— ¿Quiere comer algo, niña? —le preguntó a Abril.
—No señora, gracias… —dijo y al instante su estómago gruñó. La miré divertido.
—Tonterías, estás muriéndote de hambre —le dije, y miré a Rose—Nana, dale la lasaña de espinaca. Ella solo le hace el feo a lo que yo consumo.
Rose la miró.
— ¿Eres vegetariana? —le preguntó algo sorprendida.
—Trato de serlo. Desde hace ya dos años que no como carne —dijo orgullosa de si misma. Rose sonrió y sacó la lasaña del refrigerador.
—Es lo único que puedo hacer que Dani coma, sino no hay caso. No consume casi nada, no proveniente de un pobre animal —le contó mi nana.
—Sí —dijo Abril mientras se sentaba a mi lado —Es un carnívoro sin control.
—Lo sé, lo sé. Ya le he dicho que un día todos los pobres animales que le han dado de comer, van a venir en busca de venganza…
—Y se la merecerá Rose, todo se paga en esta vida.
—Además de que algún día le agarrara un paro cardiaco de tener las venas todas tapadas de carne y comida chatarra —agregó —Y a pesar de que come como una bestia, está perfectamente bien corporalmente.
—Si lo sé, yo tampoco entiendo por qué —dijo Abril —Y es una injusticia de la vida. Imagínese, yo llego a comer un poco más de lo que como normalmente, engordo como 5 kilos, y parezco un globo.
—Eso es terrible, y nosotras las mujeres somos las que más lo sufrimos. Y él come, come y come, y no engorda.
—Ya lo volveré menos carnívoro de alguna manera.
— ¿Ya terminaron de defenestrarme? —les pregunté. Ambas rieron —Tengo hambre.
—Ya va a estar pequeño —dijo mi nana.
Se acercó al horno para sacar la lasaña. Abril me miró y yo también lo hice. Me sonrió levemente y sentí aquel extraño impulso de besarla. Levantó su mano y acomodó mi cabello hacia atrás. La sensación de estar así con ella se convirtió en algo totalmente extraño.
Era como si yo significara algo para ella. Quizás un amigo…
Nunca tuve amigas mujeres, pues considero que no existe la amistad entre el hombre y la mujer. Lo único que hay entre el hombre y la mujer es deseo. Deseo, que arde en mí, cada vez que tengo cerca a Abril Anne Brooks Riccie.
Rose puso un plato frente a Abril, haciendo que ella mirara al frente. Sonrió al ver en el plato la humeante lasaña.
—Mmm, esto se ve delicioso —dijo ella.
—No tanto como tú —le susurré para que Rose no me escuchara. Abril me miró asesinamente, yo solo reí por lo bajo, y Rose puso otra plato frente a mí. Un jugoso trozo de carne, con el mejor puré del mundo.
Mmm, ¿Cómo sería una jugosa Anne con crema y una cereza encima? Eso sería interesante.
Muy interesante.
Rose se sentó a comer con nosotros, un poco de lasaña. Hablaba con Abril como si se conocieran de toda la vida.
Yo solo las observaba y comentaba muy de vez en cuando sobre alguna de sus conversaciones, de lo cual me ganaba una venenosa mirada de parte de ambas. Cuando Abril había terminado de comer, yo ya iba por mi segundo plato terminado. Ella me miró algo sorprendida.
—De verdad eres una bestia comiendo —me dijo.
—Y tú de verdad pareces un pajarito comiendo —le dije. Abril se puso de pie y juntó sus cosas.
—Bueno, Rose estuvo delicioso, ya te pediré la receta —le dijo dulce.
—Cuando quiera, Abril —dijo ella sonriéndole.
—Fernández, ya me voy —me dijo.
—Bueno, entonces te llevo —dije cuando terminé de tomar agua.
—No, ya es suficiente. Ya no es necesario, no soy una niña —dijo quejándose.
—Bueno, está bien cariño, esta vez acepto tus condiciones —le dije, y ella suspiró aliviada.
La miré divertido —Pero te acompaño hasta abajo.
—Y si no hay más remedio, ¿Qué puedo hacer? —dijo y Rose rió. Se acercó a ella —Hasta luego Rose, fue un gusto conocerte. No entiendo porque teniéndote a ti, el muchachito es así.
—Yo tampoco, cielo —dijo divertida mi nana. Revoleé los ojos y busqué las llaves mientras ella caminaba hacia la puerta.
—Dile que me agrada —me susurró Rose antes de que yo fuera detrás de ella.
—Se lo digo —le dije y salí de allí con Abril.
Nos subimos al ascensor y bajamos en planta baja. Caminamos hasta la puerta y ella se giró a verme.
—Bueno Fernández, gracias por todo. No recuerdo muy bien lo de anoche, pero... voy a creer en tus palabras.
—Así tiene que ser —dije. Ella sonrió.
—Gracias —musitó. La miré fijo y no pude detenerme.
Levanté mi mano y acomodé un mechón de su cabello detrás de su oreja, para luego bajar mi mano por su mejilla y acariciarla levemente. Posé mi mirada en sus labios, y volví a sus ojos.
—No es nada cariño, sé hacer mi trabajo —le dije.
Trató de no sonreír, pero le fue imposible.
—Eres un tonto, adiós —dijo y comenzó a caminar.
— ¡Oye! —la llamé. Se giró a verme.
— ¿Qué? —preguntó.
—Mi nana me pidió que te dijera que le agradas. Y eso no es fácil de conseguir, no le agradan mucho las mujeres. Menos las chicas que tratan de corromperme…
—Yo no quiero corromperte —dijo rápidamente.
—Exacto —hablé y sonreí de costado —Mi nana, sabe que soy yo quien trata de corromperte.
Vi como sus mejillas tomaban un poco de color, y las ganas de besarla fueron casi ilógicas en mí.
Negó con la cabeza y siguió caminando. ¿Por qué demonios es tan linda?
Sacudí mi cabeza y me metí al edificio, subí a mi casa y entré. Rose estaba terminando de lavar
todo. Me miró y sonrió.
—Es encantadora —me dijo.
— ¿Te agrada enserio?
—Claro que sí, me recuerda a tu…
Dejó de hablar y bajó la mirada.
— ¿A quién? —le pregunté.
—A una vieja amiga que tengo, es así como ella. De carácter fuerte, convicciones inamovibles y sobre todo una extraña pero dulce forma de llegar a las personas.
—Para mí es como todas las demás —le mentí descaradamente.
—Si, si seguro —dijo con ironía —Te conozco tanto, pequeño.
— ¿Qué quieres decir? —le pregunté.
Ella sonrió divertida y dejó de lavar, para mirarme a los ojos y apuntarme con el dedo.
—Tú, te estás enamorando de Abril




Hola amores!!
Espero que os haya gustado el nuevo capítulo y siento haber tardado tanto en subir un nuevo capítulo.
Espero vuestros comentarios. Gracias por leer.
Besos, María.