Capítulo 23:
Ella me miró fijo por unos cuantos segundos. Pude ver la
duda en su mirada. Ella no sabía que decirme, ella no sabía qué hacer. La
puerta del depósito sonó con tres suaves golpes y se abrió. El hombre que
estaba allí nos miró consecutivamente.
—Lo siento… no sabía que estaban ocupados—dijo él.
—No Carl, no pasa nada. Ya me voy —dijo ella y logró salir.
Miré a Carl, y él entendió mi mensaje. Salí rápidamente para
buscar a Abril. No, ella no se me iba a escapar. Cuando la alcancé la tomé con
cuidado del brazo y la giré a mí.
—Contéstame Abril—le dije.
—Oye ¿puedo decirte algo? Creo que tu prima necesita urgente
un psicólogo.
— ¿Por qué? —le pregunté frunciendo el ceño.
— Ayer estaba hablando sola, me preocupa —dijo ella.
— No estaba hablando sola, estaba hablando conmigo. Y deja
de dar vueltas, ahora contéstame lo que te pregunte.
Bajó la mirada y suspiró levemente.
—Creo que fui muy clara contigo —me dijo.
—Entonces ¿eso es un no? —le dije.
—Liam… ¿no crees que sería bueno, ser amigos? ¿no te
gustaría que fuera tu amiga? —me preguntó.
—Amiga con derecho a cama —aseguré.
— ¡Dios, es imposible tratar contigo! —dijo irritada.
— ¿No lo entiendes? —le pregunté exasperado —No puedo ser tu
amigo Abril, no puedo. Es todo o nada.
—Pero... ¿acaso las pasas mal estando conmigo así… como
personas que tiene un vínculo solo afectivo... nada más? —preguntó. Movió la
manos —Dani, ¡Por Dios! ¡A mí me encanta compartir tiempo contigo, eres
insoportable a veces, pero eres divertido! No quiero arruinar eso.
Suspiré cansado y la miré fijo.
—Está bien, ¿quieres ser mi amiga? —le dije.
—Sí —dijo asintiendo con una leve sonrisa.
— ¿Podrás soportarlo? —le pregunté.
— ¿No crees que ya te soporté bastante? —dijo divertida.
—Podrías verme salir cada noche con una chica diferente ¿No
te importaría?
Ella se encogió de hombros.
—Es tu vida, mientras seas feliz.
—Pero yo no podría soportar verte salir con el imbécil de Gango—dije
entre dientes.
Esa afirmación salió sin permiso de mi garganta. Sus ojos se
abrieron bien. Sonrió levemente, mientras yo me maldecía.
—Álvaro ya no está en mi lista de salidas —dijo y posó su
mirada en la mía —Por ahora estoy bien sola, y con María y Emma.
—María es mi prima, pero aun así no me da confianza. Es
demasiado open mind —le dije.
—Si vamos a ser amigos, creo que este tema no tendría que...
incomodarnos. Es tu vida, y es mi vida... tú sales, yo salgo... tú vives, yo
vivo... Ay Fernández, solo quiero estar bien contigo, pero como amigos, ¿si?
—Está bien, creo que ese ya es un no bastante claro —le dije
y la dejé sola.
—Dani —escuché como me llamaba, pero no me giré a verla —Dani,
no seas infantil. No todo es blanco y negro… también hay matices.
—Ya, ya tranquila —dije cuando me giré a verla —Ya está todo
claro, seamos amigos. Perfecto. Tú ahí y yo aquí. Cuando necesites algo, me
llamas.
Volví a donde estaba Gina y le entregué las carpetas. Abril entró
unos segundos más tarde que yo. Quiso hablarme, pero le dije que estaba muy
ocupado, que luego hablaríamos. Ella se rindió y volvió a donde estaba sentada
antes. La miré fijo, mientras escribía, ¡Y maldita sea la hora en que me fije
en ella! Se puso de pie y al instante la vi palidecer notoriamente. Se agarró a
la mesa para no caerse. Gina se acercó a ella rápidamente. Le dijo algo que no
logré escuchar. Abril negó con la cabeza, pero al instante se desplomó en los
brazos de su madre.
— ¡ABRIL! —gritó Gina. Dejé lo que estaba haciendo y
rápidamente me acerqué a ellas. La alcé en brazos — ¡Apóyala en el suelo!
Con cuidado la apoyé en el suelo. Pensé que mi corazón iba a
salir de mi pecho, mientras la veía blanca y con los ojos cerrados. Un hombre
alto se acercó a nosotros.
—Déjenme verla —dijo y se agachó.
Abril comenzó a abrir lentamente sus ojos. Arrugó la frente
e intentó sentarse, pero volvió a acostarse por un mareo.
—¿Qué es lo que tiene? —preguntó Gina.
—Señora Brooks, su hija está anémica —dijo el hombre —Tiene
las defensas muy bajas. Le falta hierro y un poco de calcio…
—¡Maldita sea Abril! ¡Tú y tu estúpida idea de ser
vegetariana van a matarme! —la regañó Gina.
—Ya, ya —dijo ella mientras se lograba sentar —No es nada,
solo no desayune hoy… nada más.
—Juro que voy a encargarme de que comas, COMIDA NORMAL —le
dije. Ella me miró fijo y negó con la cabeza.
—¿Por qué el mundo está contra mí? No lo sé —dijo.
Después de recibir un sermón de casi media hora por parte de
Gina, Abril decidió irse a casa antes de que su horario terminara. Me ofrecí a
llevarla, primero se negó, pero luego de unas cuantas amenazas por parte de su
madre terminó aceptando rendida. Detuve la moto frente a su casa y se bajó con
cuidado.
—Ya estás aquí —le dije.
Ella me sonrió levemente, aún estaba algo pálida.
—Gracias por traerme... aunque no debiste, seguro que tenías
planes o algo por el estilo. Perdona a mi madre —me dijo.
—No tenía ningún plan, cariño —dije y coloqué mi mano sobre
su mejilla — ¿No quieres que vayamos al hospital?
Ella rió por lo bajo, bajando su mirada de la mía.
—No Dani, no creo que sea tanto. Prometo que voy a llamar a
mi médico de clínica y que iré a verlo en la semana.
— ¿Estás segura? —pregunté. Ella volvió a reír y se acercó a
besar mi mejilla. Sentí una estúpida sensación en medio del pecho.
—Ya puedes irte tranquilo, estoy bien. Y gracias otra vez,
amigo —dijo y comenzó a caminar hacia su edificio. Vi como entraba y solté la
respiración que tenía contenida.
—Amigo —murmuré —No sé si podré con eso Abril.
Arranqué para salir de allí de una buena vez.
Los días siguieron pasando y yo decidí volver a ser como era
antes de que Abril apareciera en mi vida. Ella quería ser amiga de Dani
Fernández, entonces iba a ser amiga del verdadero Dani Fernández. Era miércoles
y ya aun no había entrado a ninguna de las clases a las que tenía que haber
entrado. Es más acababa de llegar a la Universidad. Y ya son las 11 de la
mañana. Divisé como Abril se acercaba a mí.
— ¿Qué te sucede? —me preguntó y miró su reloj —¿Acaso no
has visto qué hora es?
—No —le dije sin mucho interés. Comencé a caminar y ella
caminó a mi lado.
—¡Dani, estas por repetir el semestre!
Una linda chica pasó por nuestro lado. Le sonreí, ya que
ella me estaba mirando.
—Adiós preciosa —le dije y le guiñé un ojo.
—Me parece que hoy estás idiota —dijo Abril y comenzó a
caminar más rápido para alejarse de mí.
Entonces me apuré y la alcancé. La tomé del brazo haciendo
que detuviera su paso. Me miró fijo a los ojos.
—Este soy yo. Seré un idiota, un mujeriego, lo que tú
quieras. Pero este soy yo antes de ti ¡Maldita sea Abril! —le dije y la acerqué
un poco más a mi – Si no te gusta, y no me quieres hablar más, me parece
perfecto. Para estas alturas, me haces más mal que bien…
La solté y comencé a caminar.
— ¡Bien, perfecto! ¡Vete al demonio! —me dijo y sentí como
algo caía sobre mi espalda.
Me giré a verla y sonreí abiertamente.
—Estoy alejándome de él —le dije.
—Imbécil —dijo con enojo.
—Adiós cariño, adiós —me despedí sin dejar de sonreírle.
Con un gran alivio salí al jardín principal de la
Universidad. Divisé a la chica que había visto en el pasillo y me acerqué a
ella. Era hora volver a mis andanzas.
— ¿Qué tal preciosa? —le pregunté.
—Hola Dani —dijo ella con una sonrisa —¿ Cómo estás?
—Muy bien, ¿y tú?
—Muy bien —dijo y me miró de arriba a abajo.
¡Dios, amo cuando me desean de esa forma!
Pero cuando posé mi mirada en ella, toda mi alegría se fue a
la basura. Ella sonrió de esa manera que me hacía enloquecer Abril…
— ¿Qué pasa Fernández? ¿No puedes dejarme? —me preguntó y
rió divertida. -Estás loco por mí, y no quieres aceptarlo… Te mueres por
besarme. Serías capaz de matar por un beso mío. Lo sé.
Sacudí mi cabeza y otra vez la chica normal apareció ante
mí. Ya, ya tranquilo. Respira hondo, es solo producto de tu imaginación.
— ¿Qué decías preciosa? —le pregunté.
Ella volvió a hablar y otra vez Abril apareció frente a mí.
—Lastima que no quieres ser mi amigo… yo quería ser tu
amiga. Y que juguemos como juegan todos los amigos, ¿ya sabes de que hablo,
verdad? —dijo sin dejar de sonreír. Fernández, tienes que ser firme en esta
decisión. Es la única decisión en la que necesitas tener un poco más de
autocontrol —Vamos Fernández, no vas a dejarme a la intemperie de todos esos
hombres malos que quieren hacerme daño ¿o si? Tipos como Hook, como Harry…
La miré fijo, y su cara de perrito mojado me estaba matando.
—¡Por Dios! —grité.
—¿Qué sucede Dani? —me preguntó la chica.
—No pasa nada linda, eres preciosa. El problema soy yo, ando
defectuoso últimamente.
—Tú no eres defectuoso Dani—dijo y rápidamente se acercó a
mí para besarme. La miré bien, y la que me besaba con tanto ímpetu era Abril.
¿Por qué? ¿Por qué Dios mío? ¿Por qué?
Mis ojos se cerraron y mis brazos la acercaron más a mí. Si
por ella voy a ir al infierno, entonces creo que valdrá la pena.
Pero de repente, no sentí más los labios de Abril. Abrí mis
ojos para mirar y al frente mío estaba María. La miré extrañado. Mi prima se
dio vuelta.
— ¡Vete estúpida! ¡Vete! —le dijo a la chica.
— ¡Dani! ¿Cómo vas a dejar que me hable así? —me preguntó
ella.
—Lo siento, dulce. Va ser mejor que te vayas —le dije.
La chica soltó un indignado suspiró y se alejó a paso
rápido. Volví mi vista a María. Al instante recibí una bofetada de su parte. La
miré y me sobé.
—¿Y eso por qué fue? —– le pregunté.
— ¡Por idiota que eres! ¡Si vas a montar esos espectáculos
hazlos en un hotel! —me regañó con tono firme y enojado – Porque no solo te
pudimos haber visto Abril y yo…
Levanté la mirada y busqué a Abril. No estaba…
— ¿Abril estaba aquí? —le pregunté.
—Sí —dijo ella asintiendo —Estaba mirando muy atenta. Pero
eso no importa, pudo haber sido cualquier otro, como el director por ejemplo.
—Pero NO fue el director y a Abril NO le importa. Ella misma
me lo dijo…
— ¡Oh, Dios! Eres más idiota de lo que pensé ¿sabes?
—No María, no soy idiota… Yo le puse las cartas sobre la
mesa a Abril, y ella eligió. Yo también estoy eligiendo.
—¿Acaso no conoces a las mujeres? —preguntó —Claro, nunca
has salido con una… Cuando una mujer dice NO ME IMPORTA, es porque en realidad
LE IMPORTA más de lo que desea.
—Te diré algo sobre los hombres, primita —le dije. Ella me
miró fijo —Cuando un hombre hace una pregunta directa, espera una respuesta
directa y simple. Somos criaturas sencillas no esperamos tener que decodificar
cada palabra que emiten.
—Eso es para los hombres como tú, que no se cansan de las
chicas fáciles y huecas. Has encontrado una con la que no puedes, ¿y qué haces?
Huyes... hasta tus amigos saben de lo que hablo. Pero ¿sabes qué Dani? Tienes
razón, eres una pérdida de tiempo. Abril es una chica inteligente, salió con un
idiota, no creo que quiera otro…
Se fue dejándome con la palabra en la boca. ¿Yo una pérdida
de tiempo? ¿Acaso estaba hablando enserio? Comencé a caminar, ya quería irme de
este maldito lugar.
Pero mis pasos se detuvieron al ver como Gango se acercaba a
mí.
—Hola imbécil —me dijo.
— ¿Acaso hoy es el día de insultemos a Fernández? —pregunté.
Lo miré —No estoy de humor Gango, métete en tus putos asuntos y a mi déjame en
paz.
— ¿Sabes? El otro día me entere de una cosa —dijo sin dejar
de caminar a mi alrededor.
— ¿Ah sí? ¿Andas de fisgoncita? —dije burlón.
— ¿Te gusta besar a Abril? —me preguntó. Sonreí por lo bajo.
Por ahí venía la mano. Entonces iba a joderlo un poco.
—No solo eso, también me encanta escucharla gemir. Es tan
energética —le dije. Vi como su rostro se volvía rojo como un tomate.
— ¿Te gusta tanto como hacer todo lo que tu padre te dice?
—dijo
—¿De qué hablas?
—Estuve averiguando unas cosas sobre ti Fernández…
Lo agarré de la camisa y lo acerqué a mí para mirarlo fijo a
los ojos. Maldito bastardo, no iba a joder conmigo.
—Tu madre era una ramera Fernández, yo no sé como hizo tu
padre para aguantarla. Mujeres así son una peste… hay que eliminarlas. Mira que
abandonar a su hijo por ir detrás de un hombre es terrible. —El maldito infeliz
cayó pesadamente al pasto, ya que le partí la cara de un solo golpe. ¿De dónde
demonios había sacado eso? Con un poco de dificultad el maldito perro logró
ponerse de pie —También supe que quería una niña, pero saliste tú. Igual pagó
el ballet, ¿no es así Danielito?
—Te mostraré de cerca el puño de un hombre real, Gango—le
dije y lo volví a golpear.
Cayó al pasto y comencé a patearlo en el estómago. ¡Infeliz,
mal nacido! —Vamos Álvarito, pelea como hombre —lo levanté y lo acerqué a mí
para hablarle cerca. Su nariz estaba destrozada y su labio partido. Pero yo
quería verlo peor, mucho peor —Tú no sabes nada infeliz, absolutamente nada…
Pero ¿sabes qué cosas puedes saber? Lo bien que la paso con tu ex por las
noches. Nunca imagine que una criatura tan pequeña podría dar tanto como ella lo
hace… Me encanta cuando se ríe de ti y me cuenta lo patético que eres. Y no
sabes cómo amo, que me pida más y más… Le gusta mucho contra la pared.
Escuché el sonido de un silbato. Giré mi cabeza y vi como
dos policías corrían hacia nosotros. Maldije por lo bajo y solté a Gango. Este
cayó al suelo y se retorció allí.
—¡Levanta la manos! —me gritó uno de ellos. Puse mis manos
en lo alto, y se acercó a mí.
Comenzó a revisarme, mientras que el otro policía atendía a
Gango.
—Casi lo matas —me dijo el otro hombre.
—Él se lo buscó —respondí.
—Tendrás que venir con nosotros, Fernández—dijo el que me
estaba revisando.
—No hay problema —dije. Comenzamos a caminar hacia el auto
de policía. Me pusieron unas esposas, y me metieron adentro. Vi como una
castaña que conocía bien corría hacia el auto.
— ¿A dónde lo llevan? —preguntó nerviosa mi prima.
—El señor acaba de atacar brutalmente al chico que está
tirado por allí —le contestó el oficial. María me miró a mí y luego miró hacia
donde estaba Gango.
— ¿Qué hiciste Dani? —dijo sin poder creerlo.
—Tranquila María, ve a casa tranquila —le dije y el auto
arranco.
Llegamos a la comisaría. El oficial que me llevaba me quitó
las esposas, y me acercó hasta donde estaba el sargento. Este levantó la cabeza
y me miró fijo.
— Fernández, ¿Qué has hecho esta vez? —me preguntó.
—Lo encontramos golpeando a otro muchacho —le contó el
oficial.
—Muchacho, muchacho, muchacho… creo que sabías que estabas
condicionado, ¿verdad?
—Si sargento, pero le juro que valió la pena – dije y
sonreí.
—Tienes derecho a una llamada. Me alcanzó el teléfono y lo
tomé. No me iba a quedar otro remedio que llamarlo a él. A mi padre. Marqué.
Sonó una… sonó otra.
—Hola —dijo al atender.
—Greoff —le dije.
— ¿Qué pasó? —me preguntó él, como si ya supiera de ante
mano que era algo malo.
—Tuve un pequeño problema. Estoy arrestado —le conté.
—¡Diablos, Dani! —rugió enojado — ¡Estoy cansado de tus
problemas! ¡Ya no daré la cara por ti! ¡Fíjate como sales o púdrete ahí si
quieres!
—Está bien, gracias —dije y colgué. El sargento me miró,
espero a que le dijera algo —Creo que vamos a ser muy buenos amigos sargento
—le dije y sonreí.