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The story

Estas dos historias no son mías, las encontré por casualidad por facebook y me han encantado. Así que he decidido publicarlas para que todas podáis disfrutar de estas fantásticas novelas tanto como yo. No se quien las ha escrito pero son maravillosa. Espero que os gusten.


Gracias por leer.

sábado, 25 de abril de 2015

Adicto a Ti - Capítulo 23


Capítulo 23:


Ella me miró fijo por unos cuantos segundos. Pude ver la duda en su mirada. Ella no sabía que decirme, ella no sabía qué hacer. La puerta del depósito sonó con tres suaves golpes y se abrió. El hombre que estaba allí nos miró consecutivamente.
—Lo siento… no sabía que estaban ocupados—dijo él.
—No Carl, no pasa nada. Ya me voy —dijo ella y logró salir.
Miré a Carl, y él entendió mi mensaje. Salí rápidamente para buscar a Abril. No, ella no se me iba a escapar. Cuando la alcancé la tomé con cuidado del brazo y la giré a mí.
—Contéstame Abril—le dije.
—Oye ¿puedo decirte algo? Creo que tu prima necesita urgente un psicólogo.
— ¿Por qué? —le pregunté frunciendo el ceño.
— Ayer estaba hablando sola, me preocupa —dijo ella.
— No estaba hablando sola, estaba hablando conmigo. Y deja de dar vueltas, ahora contéstame lo que te pregunte.
Bajó la mirada y suspiró levemente.
—Creo que fui muy clara contigo —me dijo.
—Entonces ¿eso es un no? —le dije.
—Liam… ¿no crees que sería bueno, ser amigos? ¿no te gustaría que fuera tu amiga? —me preguntó.
—Amiga con derecho a cama —aseguré.
— ¡Dios, es imposible tratar contigo! —dijo irritada.
— ¿No lo entiendes? —le pregunté exasperado —No puedo ser tu amigo Abril, no puedo. Es todo o nada.
—Pero... ¿acaso las pasas mal estando conmigo así… como personas que tiene un vínculo solo afectivo... nada más? —preguntó. Movió la manos —Dani, ¡Por Dios! ¡A mí me encanta compartir tiempo contigo, eres insoportable a veces, pero eres divertido! No quiero arruinar eso.
Suspiré cansado y la miré fijo.
—Está bien, ¿quieres ser mi amiga? —le dije.
—Sí —dijo asintiendo con una leve sonrisa.
— ¿Podrás soportarlo? —le pregunté.
— ¿No crees que ya te soporté bastante? —dijo divertida.
—Podrías verme salir cada noche con una chica diferente ¿No te importaría?
Ella se encogió de hombros.
—Es tu vida, mientras seas feliz.
—Pero yo no podría soportar verte salir con el imbécil de Gango—dije entre dientes.
Esa afirmación salió sin permiso de mi garganta. Sus ojos se abrieron bien. Sonrió levemente, mientras yo me maldecía.
—Álvaro ya no está en mi lista de salidas —dijo y posó su mirada en la mía —Por ahora estoy bien sola, y con María y Emma.
—María es mi prima, pero aun así no me da confianza. Es demasiado open mind —le dije.
—Si vamos a ser amigos, creo que este tema no tendría que... incomodarnos. Es tu vida, y es mi vida... tú sales, yo salgo... tú vives, yo vivo... Ay Fernández, solo quiero estar bien contigo, pero como amigos, ¿si?
—Está bien, creo que ese ya es un no bastante claro —le dije y la dejé sola.
—Dani —escuché como me llamaba, pero no me giré a verla —Dani, no seas infantil. No todo es blanco y negro… también hay matices.
—Ya, ya tranquila —dije cuando me giré a verla —Ya está todo claro, seamos amigos. Perfecto. Tú ahí y yo aquí. Cuando necesites algo, me llamas.
Volví a donde estaba Gina y le entregué las carpetas. Abril entró unos segundos más tarde que yo. Quiso hablarme, pero le dije que estaba muy ocupado, que luego hablaríamos. Ella se rindió y volvió a donde estaba sentada antes. La miré fijo, mientras escribía, ¡Y maldita sea la hora en que me fije en ella! Se puso de pie y al instante la vi palidecer notoriamente. Se agarró a la mesa para no caerse. Gina se acercó a ella rápidamente. Le dijo algo que no logré escuchar. Abril negó con la cabeza, pero al instante se desplomó en los brazos de su madre.
— ¡ABRIL! —gritó Gina. Dejé lo que estaba haciendo y rápidamente me acerqué a ellas. La alcé en brazos — ¡Apóyala en el suelo!
Con cuidado la apoyé en el suelo. Pensé que mi corazón iba a salir de mi pecho, mientras la veía blanca y con los ojos cerrados. Un hombre alto se acercó a nosotros.
—Déjenme verla —dijo y se agachó.
Abril comenzó a abrir lentamente sus ojos. Arrugó la frente e intentó sentarse, pero volvió a acostarse por un mareo.
—¿Qué es lo que tiene? —preguntó Gina.
—Señora Brooks, su hija está anémica —dijo el hombre —Tiene las defensas muy bajas. Le falta hierro y un poco de calcio…
—¡Maldita sea Abril! ¡Tú y tu estúpida idea de ser vegetariana van a matarme! —la regañó Gina.
—Ya, ya —dijo ella mientras se lograba sentar —No es nada, solo no desayune hoy… nada más.
—Juro que voy a encargarme de que comas, COMIDA NORMAL —le dije. Ella me miró fijo y negó con la cabeza.
—¿Por qué el mundo está contra mí? No lo sé —dijo.
Después de recibir un sermón de casi media hora por parte de Gina, Abril decidió irse a casa antes de que su horario terminara. Me ofrecí a llevarla, primero se negó, pero luego de unas cuantas amenazas por parte de su madre terminó aceptando rendida. Detuve la moto frente a su casa y se bajó con cuidado.
—Ya estás aquí —le dije.
Ella me sonrió levemente, aún estaba algo pálida.
—Gracias por traerme... aunque no debiste, seguro que tenías planes o algo por el estilo. Perdona a mi madre —me dijo.
—No tenía ningún plan, cariño —dije y coloqué mi mano sobre su mejilla — ¿No quieres que vayamos al hospital?
Ella rió por lo bajo, bajando su mirada de la mía.
—No Dani, no creo que sea tanto. Prometo que voy a llamar a mi médico de clínica y que iré a verlo en la semana.
— ¿Estás segura? —pregunté. Ella volvió a reír y se acercó a besar mi mejilla. Sentí una estúpida sensación en medio del pecho.
—Ya puedes irte tranquilo, estoy bien. Y gracias otra vez, amigo —dijo y comenzó a caminar hacia su edificio. Vi como entraba y solté la respiración que tenía contenida.
—Amigo —murmuré —No sé si podré con eso Abril.
Arranqué para salir de allí de una buena vez.
Los días siguieron pasando y yo decidí volver a ser como era antes de que Abril apareciera en mi vida. Ella quería ser amiga de Dani Fernández, entonces iba a ser amiga del verdadero Dani Fernández. Era miércoles y ya aun no había entrado a ninguna de las clases a las que tenía que haber entrado. Es más acababa de llegar a la Universidad. Y ya son las 11 de la mañana. Divisé como Abril se acercaba a mí.
— ¿Qué te sucede? —me preguntó y miró su reloj —¿Acaso no has visto qué hora es?
—No —le dije sin mucho interés. Comencé a caminar y ella caminó a mi lado.
—¡Dani, estas por repetir el semestre!
Una linda chica pasó por nuestro lado. Le sonreí, ya que ella me estaba mirando.
—Adiós preciosa —le dije y le guiñé un ojo.
—Me parece que hoy estás idiota —dijo Abril y comenzó a caminar más rápido para alejarse de mí.
Entonces me apuré y la alcancé. La tomé del brazo haciendo que detuviera su paso. Me miró fijo a los ojos.
—Este soy yo. Seré un idiota, un mujeriego, lo que tú quieras. Pero este soy yo antes de ti ¡Maldita sea Abril! —le dije y la acerqué un poco más a mi – Si no te gusta, y no me quieres hablar más, me parece perfecto. Para estas alturas, me haces más mal que bien…
La solté y comencé a caminar.
— ¡Bien, perfecto! ¡Vete al demonio! —me dijo y sentí como algo caía sobre mi espalda.
Me giré a verla y sonreí abiertamente.
—Estoy alejándome de él —le dije.
—Imbécil —dijo con enojo.
—Adiós cariño, adiós —me despedí sin dejar de sonreírle.
Con un gran alivio salí al jardín principal de la Universidad. Divisé a la chica que había visto en el pasillo y me acerqué a ella. Era hora volver a mis andanzas.
— ¿Qué tal preciosa? —le pregunté.
—Hola Dani —dijo ella con una sonrisa —¿ Cómo estás?
—Muy bien, ¿y tú?
—Muy bien —dijo y me miró de arriba a abajo.
¡Dios, amo cuando me desean de esa forma!
Pero cuando posé mi mirada en ella, toda mi alegría se fue a la basura. Ella sonrió de esa manera que me hacía enloquecer Abril…
— ¿Qué pasa Fernández? ¿No puedes dejarme? —me preguntó y rió divertida. -Estás loco por mí, y no quieres aceptarlo… Te mueres por besarme. Serías capaz de matar por un beso mío. Lo sé.
Sacudí mi cabeza y otra vez la chica normal apareció ante mí. Ya, ya tranquilo. Respira hondo, es solo producto de tu imaginación.
— ¿Qué decías preciosa? —le pregunté.
Ella volvió a hablar y otra vez Abril apareció frente a mí.
—Lastima que no quieres ser mi amigo… yo quería ser tu amiga. Y que juguemos como juegan todos los amigos, ¿ya sabes de que hablo, verdad? —dijo sin dejar de sonreír. Fernández, tienes que ser firme en esta decisión. Es la única decisión en la que necesitas tener un poco más de autocontrol —Vamos Fernández, no vas a dejarme a la intemperie de todos esos hombres malos que quieren hacerme daño ¿o si? Tipos como Hook, como Harry…
La miré fijo, y su cara de perrito mojado me estaba matando.
—¡Por Dios! —grité.
—¿Qué sucede Dani? —me preguntó la chica.
—No pasa nada linda, eres preciosa. El problema soy yo, ando defectuoso últimamente.
—Tú no eres defectuoso Dani—dijo y rápidamente se acercó a mí para besarme. La miré bien, y la que me besaba con tanto ímpetu era Abril. ¿Por qué? ¿Por qué Dios mío? ¿Por qué?
Mis ojos se cerraron y mis brazos la acercaron más a mí. Si por ella voy a ir al infierno, entonces creo que valdrá la pena.
Pero de repente, no sentí más los labios de Abril. Abrí mis ojos para mirar y al frente mío estaba María. La miré extrañado. Mi prima se dio vuelta.
— ¡Vete estúpida! ¡Vete! —le dijo a la chica.
— ¡Dani! ¿Cómo vas a dejar que me hable así? —me preguntó ella.
—Lo siento, dulce. Va ser mejor que te vayas —le dije.
La chica soltó un indignado suspiró y se alejó a paso rápido. Volví mi vista a María. Al instante recibí una bofetada de su parte. La miré y me sobé.
—¿Y eso por qué fue? —– le pregunté.
— ¡Por idiota que eres! ¡Si vas a montar esos espectáculos hazlos en un hotel! —me regañó con tono firme y enojado – Porque no solo te pudimos haber visto Abril y yo…
Levanté la mirada y busqué a Abril. No estaba…
— ¿Abril estaba aquí? —le pregunté.
—Sí —dijo ella asintiendo —Estaba mirando muy atenta. Pero eso no importa, pudo haber sido cualquier otro, como el director por ejemplo.
—Pero NO fue el director y a Abril NO le importa. Ella misma me lo dijo…
— ¡Oh, Dios! Eres más idiota de lo que pensé ¿sabes?
—No María, no soy idiota… Yo le puse las cartas sobre la mesa a Abril, y ella eligió. Yo también estoy eligiendo.
—¿Acaso no conoces a las mujeres? —preguntó —Claro, nunca has salido con una… Cuando una mujer dice NO ME IMPORTA, es porque en realidad LE IMPORTA más de lo que desea.
—Te diré algo sobre los hombres, primita —le dije. Ella me miró fijo —Cuando un hombre hace una pregunta directa, espera una respuesta directa y simple. Somos criaturas sencillas no esperamos tener que decodificar cada palabra que emiten.
—Eso es para los hombres como tú, que no se cansan de las chicas fáciles y huecas. Has encontrado una con la que no puedes, ¿y qué haces? Huyes... hasta tus amigos saben de lo que hablo. Pero ¿sabes qué Dani? Tienes razón, eres una pérdida de tiempo. Abril es una chica inteligente, salió con un idiota, no creo que quiera otro…
Se fue dejándome con la palabra en la boca. ¿Yo una pérdida de tiempo? ¿Acaso estaba hablando enserio? Comencé a caminar, ya quería irme de este maldito lugar.
Pero mis pasos se detuvieron al ver como Gango se acercaba a mí.
—Hola imbécil —me dijo.
— ¿Acaso hoy es el día de insultemos a Fernández? —pregunté. Lo miré —No estoy de humor Gango, métete en tus putos asuntos y a mi déjame en paz.
— ¿Sabes? El otro día me entere de una cosa —dijo sin dejar de caminar a mi alrededor.
— ¿Ah sí? ¿Andas de fisgoncita? —dije burlón.
— ¿Te gusta besar a Abril? —me preguntó. Sonreí por lo bajo. Por ahí venía la mano. Entonces iba a joderlo un poco.
—No solo eso, también me encanta escucharla gemir. Es tan energética —le dije. Vi como su rostro se volvía rojo como un tomate.
— ¿Te gusta tanto como hacer todo lo que tu padre te dice? —dijo
—¿De qué hablas?
—Estuve averiguando unas cosas sobre ti Fernández…
Lo agarré de la camisa y lo acerqué a mí para mirarlo fijo a los ojos. Maldito bastardo, no iba a joder conmigo.
—Tu madre era una ramera Fernández, yo no sé como hizo tu padre para aguantarla. Mujeres así son una peste… hay que eliminarlas. Mira que abandonar a su hijo por ir detrás de un hombre es terrible. —El maldito infeliz cayó pesadamente al pasto, ya que le partí la cara de un solo golpe. ¿De dónde demonios había sacado eso? Con un poco de dificultad el maldito perro logró ponerse de pie —También supe que quería una niña, pero saliste tú. Igual pagó el ballet, ¿no es así Danielito?
—Te mostraré de cerca el puño de un hombre real, Gango—le dije y lo volví a golpear.
Cayó al pasto y comencé a patearlo en el estómago. ¡Infeliz, mal nacido! —Vamos Álvarito, pelea como hombre —lo levanté y lo acerqué a mí para hablarle cerca. Su nariz estaba destrozada y su labio partido. Pero yo quería verlo peor, mucho peor —Tú no sabes nada infeliz, absolutamente nada… Pero ¿sabes qué cosas puedes saber? Lo bien que la paso con tu ex por las noches. Nunca imagine que una criatura tan pequeña podría dar tanto como ella lo hace… Me encanta cuando se ríe de ti y me cuenta lo patético que eres. Y no sabes cómo amo, que me pida más y más… Le gusta mucho contra la pared.
Escuché el sonido de un silbato. Giré mi cabeza y vi como dos policías corrían hacia nosotros. Maldije por lo bajo y solté a Gango. Este cayó al suelo y se retorció allí.
—¡Levanta la manos! —me gritó uno de ellos. Puse mis manos en lo alto, y se acercó a mí.
Comenzó a revisarme, mientras que el otro policía atendía a Gango.
—Casi lo matas —me dijo el otro hombre.
—Él se lo buscó —respondí.
—Tendrás que venir con nosotros, Fernández—dijo el que me estaba revisando.
—No hay problema —dije. Comenzamos a caminar hacia el auto de policía. Me pusieron unas esposas, y me metieron adentro. Vi como una castaña que conocía bien corría hacia el auto.
— ¿A dónde lo llevan? —preguntó nerviosa mi prima.
—El señor acaba de atacar brutalmente al chico que está tirado por allí —le contestó el oficial. María me miró a mí y luego miró hacia donde estaba Gango.
— ¿Qué hiciste Dani? —dijo sin poder creerlo.
—Tranquila María, ve a casa tranquila —le dije y el auto arranco.
Llegamos a la comisaría. El oficial que me llevaba me quitó las esposas, y me acercó hasta donde estaba el sargento. Este levantó la cabeza y me miró fijo.
— Fernández, ¿Qué has hecho esta vez? —me preguntó.
—Lo encontramos golpeando a otro muchacho —le contó el oficial.
—Muchacho, muchacho, muchacho… creo que sabías que estabas condicionado, ¿verdad?
—Si sargento, pero le juro que valió la pena – dije y sonreí.
—Tienes derecho a una llamada. Me alcanzó el teléfono y lo tomé. No me iba a quedar otro remedio que llamarlo a él. A mi padre. Marqué. Sonó una… sonó otra.
—Hola —dijo al atender.
—Greoff —le dije.
— ¿Qué pasó? —me preguntó él, como si ya supiera de ante mano que era algo malo.
—Tuve un pequeño problema. Estoy arrestado —le conté.
—¡Diablos, Dani! —rugió enojado — ¡Estoy cansado de tus problemas! ¡Ya no daré la cara por ti! ¡Fíjate como sales o púdrete ahí si quieres!

—Está bien, gracias —dije y colgué. El sargento me miró, espero a que le dijera algo —Creo que vamos a ser muy buenos amigos sargento —le dije y sonreí.

lunes, 20 de abril de 2015

Adicto a Ti - Capítulo 22


Capítulo 22:




Sentí una pequeña punzada en mi pecho. Un enojo que me estaba carcomiendo las entrañas. Nuestras respiraciones aún eran agitadas.
¿Por qué demonios no cede? ¿Por qué demonios me hace esto? Sus ojos estaban clavados en los míos. Sus ojos eran una extraña mezcla de confusión y algo de miedo.
—Demonios… —dije y me alejé de ella.
Tomé mis llaves, mi teléfono y mi camisa, que estaban encima de la mesa de mármol. Caminé hasta la puerta y salí de allí cerrándola con fuerza.
Tenía que salir de allí, antes de que ella acabara conmigo. Cuando salí afuera miré a mí alrededor. ¿A dónde iba a ir ahora? Tomé mi celular y lo miré. Busqué el número de Blas y marqué.
— ¿Hola? —dijo al atenderme.
—Blas, ¿Puedes atenderme o estas ocupado? —le pregunté.
—No, de hecho estamos con mal de amores y amargados Carlos y yo en mi departamento. Déjate ver por aquí —me dijo.
—Llevaré algo de beber, lo necesitaremos —dije y colgué.
Me subí a Betty y prendí marcha hacia la casa deCantó. Llegué y toqué el timbre y un desanimado Blas me abrió la puerta. Entré y de la misma forma estaba Carlos. ¡Oh, esto es increíble!
— ¿Qué tal? —preguntó el castaño.
— ¿Qué tal tú? —le dije y me senté a su lado.
Blas tomó la botella de cerveza que había traído y fue a abrirla.
— ¿Acaso hace falta que preguntes? —me dijo Carlos—¡Mírame, jamás había estado así! ¡Nunca!
—Aquí, muchachos —dijo Cantó luego de darle un largo trago a la botella.
Yo la tomé e hice lo mismo.
— ¡De tantas mujeres que hay y hay muchas! ¿Por qué nos tenemos que enamorar de las criaturas más perversas, adorables y maquinadoras que hay? —preguntó el morocho nervioso.
—No, no, no. Lo siento chicos, pero lo mío no es amor. Se llama obsesión, una peligrosa obsesión —les aclaré y volví a tomar —Yo obtengo la chica que quiero cuando se me da la gana. Solo que con April me estoy tardando…
—Ajá, sí lo que digas Dani—habló Blas— ¡Yo estoy peor! Me enamoré de la versión femenina de Dani… —dijo nervioso y le dio otro trago a la botella —Solo que muchísimo mejor la versión dama si puedo agregar.
— ¿Y qué hay de mi? —preguntóMarco—Me enamoré de la criatura más linda, dulce y tierna que existe. Pero resulta que esa criatura me aborrece…
Le quitó la botella a Blas y tomó un largo y limpio trago.
—Se te pasó decir cínica y sarcástica —le dije.
Me miró con desenfado y de encogió de hombros.
—Aún así es hermosa —dijo.
—Pues yo estoy peor que ustedes dos juntos —les dije y tomé la botella —Mezclen a Emma y María, ¿Qué obtienen? Exacto a April… Esa chica me está costando dos semanas sin buenas noches.
— ¡¿Qué?! —preguntaron los dos al unísono.
—No, tú estás jugando con nosotros —dijo Blas.
— ¿Ven? Y ahora no filtro lo que digo. Estoy muy mal —dije bajando la cabeza.
— ¿Dónde se está quedando tu prima Dani? —me preguntó Cantó. Lo miré y tomé la botella para darle un trago extra largo.
—Ese es otro problema —dije al hablar —Está en mi departamento, en mi cuarto, en mi cama. Ha tomado mi casa.
— ¿En serio? —preguntó con sonrisa iluminada en los labios. Lo miré asesinamente.
— ¿Por qué la sonrisa? —le dije. La sonrisa se le borró y puso cara de preocupación.
—Oh, disculpa —me dijo —Que pena… ¿Por qué no le dices que venga a vivir aquí? Encantado le doy mi cama.
—Oye, tampoco soy un loco que entrega a su prima como si nada —le aclaré.
— ¿Dónde vivirá mi pequeña lectora de libros académicos? —preguntó concentrado el castaño.
— ¿En la biblioteca? —dijo Blas frunciendo el ceño.
—No lo sé —dije y miré a Carlos —Pero ahora están en mi casa.
— ¿Quiénes? —preguntó él.
—Tu angelito diabólico y el demonio encarnado —les dije apuntándolos.
—Traducción, eso sería Emma y Abril —dijo Blas.
—Si, entendí lo de angelito diabólico, no lo podía explicar más elocuentemente —dijo con su mejor cara de bobo —Pero si ella custodiara el infierno, yo iría feliz…
—No querido amigo, ella no va a custodiar el infierno, ella será tu infierno —le dije, tratando de asustarlo, para que de una buena vez reaccionara.
—Me parece Fernández que tú quieres pasarnos tu propia experiencia en este momento, ¿no es verdad? —me dijo Blas.
—Chicos de verdad yo los aprecio, y no lo repetiré cuando este sobrio pero los considero mis hermanos y de verdad se los digo... aléjense de ellas, ellas son como nuestro karma echo mujer que viene como bola de nieve y de un momento a otro moriremos aplastados como moscas asquerosas y malolientes —dije bastante nervioso.
Un celular comenzó a sonar. Miré a mí alrededor y me di cuenta de que era el mío. Me acerqué a él y el número era el de mi casa.
— ¿Hola? —dije con duda.
— ¿Dónde estás? —me preguntó ella.
— ¿María? —pregunté.
—No, soy la abuela. ¡Claro que soy yo tonto! ¿Dónde demonios estas?
— ¿Pasó algo?
—Solo dime si estás bien, y en dónde estás —sentenció.
—Sí, estoy bien, estoy en casa de Blas —le dije —Pero, ¿Qué pasó?
—No le digas que te dije, porque es capaz de mandar a cazarme. Pero estaba bastante preocupada por ti…
— ¿Quién? —pregunté.
—Abril tonto, estaba dando vueltas en la cama, hasta que le pregunté que le pasaba y me dijo que estaba preocupada por ti… que te habías ido y... nada más ¿Qué pasó? ¿Por qué te fuiste? —me preguntó.
—No nada, estoy bien... y aquí te manda un beso de buenas noches Blas —le dije para cambiar de tema. Escuché como se reía.
—Dile que yo también, en donde más le guste —me dijo ella.
—No voy a decirle eso —sentencié —Mañana te veo, adiós —colgué y me giré a ver a mis amigos — ¿Lo ven? Primero me odia, me golpea y luego se preocupa. Agh, Dios mío ¿Quién las entiende?
— ¿Quién te golpeó? —me preguntó —¿Tu prima?
—No… no importa —le dije y me volví a sentar.
Seguimos hablando un largo rato sobre nuestros problemas hasta que la botella de cerveza quedó completamente vacía. Creo que los tres caímos en un profundo sueño.
A la mañana siguiente me desperté antes que ellos dos y los desperté para ir a desayunar a casa ya que Rose estaría allí.
Ambos aceptaron entusiasmados, ya que seguro que las chicas estaban allí.
Salimos de la casa de Cantó y llegamos más rápido de lo que esperamos a la mía.
Entramos y escuchamos la voz divertida de Rose y María. Nos acercamos a ellas y allí estaban sentadas las tres. Digo tres porque faltaba una, y nada más y nada menos que mi demonio.
—Buenos días —nos saludó mi nana.
—Hola nana —le dije y besé su mejilla, pero sin dejar de buscar a Abril con la mirada. No estaba por ningún lado.
— ¿Qué hicieron? —preguntó María. Blas la miró con cara de tonto enamorado.
—Hablamos de ti —le dijo. María rió divertida al igual que Emma.
—De ambas —aclaró Carlos. Vimos como Emma tomaba un poco de color.
— ¿Dónde está Abril? —pregunté.
Todos se giraron a verme.
—Quise que se quedara a desayunar —dijo Rose con melancolía —Pero no pudo, estaba algo… triste.
—Si, además de que tenía que ir a la oficina de Gina —agregó Emma.
— ¡La oficina de Gina! —dije recordando aquello —Luego desayuno nana, tengo que irme más rápido que rápido —fui a mi cuarto me cambié de ropa y salí de allí.
Todos me miraron extrañados. Los saludé de manera rápida y salí de casa. Casi me olvidó completamente de que hoy tenía que ir a trabajar a mi nuevo empleo, no podía fallar.
Llegué y estacioné a Betty en la cochera del lugar. Tomé el ascensor y marqué el piso 20. Cuando llegué al piso las puertas se abrieron y ya había un gran movimiento de gente. Entré a una de las puertas y Gina se giró a verme. — ¡Dani! —dijo con una sonrisa y se acercó a saludarme.
Le respondí el gesto y entonces divisé a Abril sentada en una mesa escribiendo algo. La miré fijo y ella levantó su mirada para enfrentarme.
Noté que estaba algo pálida y tenía cara de no haber dormido bien. De seguro la conciencia la estaba matando por haberme rechazado anoche.
— ¿Cómo estás Gina? —le dije a mi jefa.
—Bien, yo bien ¿Y tú? —dijo.
—Excelente —dije elevando un poco más mi voz para que Anne escuchara. Pero ella seguía escribiendo algo en una hoja. Ella sacó su mirada de su hija y me miró a mí.
— ¿Pasó algo entre ustedes? —me preguntó ella.
—No Gin, quédate tranquila. Cosas de jóvenes —dije divertido.
— ¿Me estás diciendo vieja? —dijo ella.
—No Gina, ¿Cómo se te ocurre? Solo quise decir que son tonterías —le aclaré.
—Gina, ¿Dónde está el rollo de 40 para la cámara? —le preguntó ella a su madre.
Gina se giró a verla.
—En el depósito Anne —le dijo ella. Abril soltó un suspiro.
—Voy a buscarlo —dijo y se puso de pie. Pasó por mi lado sin decir nada y desapareció del lugar. Me giré a mirar a mi jefa.
— ¿Estás seguro que no pasó nada? —preguntó.
—Muy seguro —dije y bajé un poco más el tono de mi voz — ¿Puedes mandarme a buscar algo al depósito?
—Bueno, ve a traerme unas carpetas de esas transparente para poner unos papeles que tengo.
—De acuerdo.
Salí de allí y caminé un poco más rápido hasta encontrar la enorme puerta del frío depósito. El lugar estaba lleno de fotos, revistas, artículos de indumentaria, ropa, zapatos y todo lo que se puedan imaginar. Divisé la pequeña figura de Abril arrodillada en el suelo buscando el rollo dentro de un cajón. Ella me miró y volvió su vista a lo que estaba buscando. Yo me acerqué a uno de los estantes para buscar las carpetas. Luego de varios minutos ella se puso de pie y caminó hasta la puerta. Decidí hablarle.
—Te preocupaste por mí anoche, cariño —le dije.
Ella detuvo su paso en la puerta y se giró a verme.
—Bueno, no te fuiste en el mejor de los estados de ánimo y eres demasiado impulsivo, no lo creí una buena combinación —me dijo. Sonrió levemente —Pero veo que estás bien, así que ya no me preocupo. Ahora debo volver a trabajar.
Fui más rápido que ella y cerré la puerta antes de que saliera. Con algo de fastidio se giró a verme. Respiró profundamente.
—Tenemos que hablar —sentencié.
— ¿Ah sí? ¿De qué? No creo que haya nada de que debamos hablar Fernández.
—Si, de nosotros.
— ¿Nosotros? ¿Y ese término? ¿Desde cuándo? —dijo algo burlona.
—De ti y de mi Abril, DE ESE NOSOTROS —dije apretando los dientes.
—Aaaah, no sabía que había un ‘NOSOTROS’.
Apreté mis puños y la miré fijo a los ojos. Su mirada enfrentaba a la mía, nunca ninguna mujer me había intimidado como ella lograba hacerlo.
—Solo quiero saber una cosa, una sola cosa y te juro que te dejo en paz y dejamos este jueguito que ya me está cansando —le dije.
—Yo también ya me estoy cansando de esto —me dijo.
—Bueno, entonces pongamos un punto final.
—De acuerdo —dijo ella.
— ¿Vas a responder? —le pregunté.
—Sí —dijo revoleando los ojos — ¿Qué quieres saber?
— ¿Tengo una oportunidad?