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The story

Estas dos historias no son mías, las encontré por casualidad por facebook y me han encantado. Así que he decidido publicarlas para que todas podáis disfrutar de estas fantásticas novelas tanto como yo. No se quien las ha escrito pero son maravillosa. Espero que os gusten.


Gracias por leer.

martes, 31 de diciembre de 2013

Story of my life - Capítulo 8


Capítulo 8:



La cena había sido simplemente la cena más silenciosa de su vida. En sí los únicos que hablaban eran su padre y Álvaro. Algunas veces Matt opinaba algo, pero luego se quedaba quieto y le daba pequeños codazos debajo de la mesa para que lo mirara, y de una vez por todas dejara de mirar a Álvaro. Sacudió un poco la cabeza. ¿Qué era lo que estaba pasando con ella? Siguió ordenando mientras miraba de vez en cuando a su alrededor… Había vivido tantas cosas en aquella habitación. Se la pasaba tardes encerrada jugando con sus muñecas y haciendo tomar el té a Álvaro. Rió levemente al recordar aquello. Ahora no parecía ser alguien que tomara té. Y por la noche salía a andar a caballo con él. Volvió a sonreír al recordarlo de pequeño. De verdad estaba cambiado. Estaba mucho más… lindo y sexy de lo que ella recordaba. Todo un hombre frente a sus ojos.

Él se sentó lentamente en la cama y la miró fijo, esperando a que le dijera algo. Pero no, ella estaba muy concentrada terminando de guardar lo último de ropa que había dejado. No, él no era ningún jerk. Sabía perfectamente que algo pasaba entre ella y aquel guapetón de ojos miel.


—Ya darling, ¿Vas a decirme por que te perturbó tanto ese bombón campestre? —le preguntó al fin luego de unos cuantos segundos.


María se giró a verlo y reprimió una sonrisa al escuchar como lo había llamado. 


—¿Cómo le dijiste? —le preguntó divertida.
—Bombón campestre —dijo él simplemente —¿Por qué lo mirabas tanto?
—Él y yo crecimos juntos aquí, y cuando éramos chicos él era mi único amigo en este lugar. Fue él el que me enseñó a andar a caballo. Me enseñó a subirme a los árboles y todas esas cosas que se hacen en el campo —le dijo y volvió la vista a su armario.


Matt resopló. Eso no le decía nada. Cualquiera pudo haberle enseñado esas cosas y ni loca ella iba a mirarlo de esa manera. 


—¿Solo por eso lo mirabas tanto? Vamos, linda, no soy imbécil. No solo lo mirabas porque te enseñó a subirte a un caballo.
—Bueno, en realidad no… —concedió ella —Solo está muy cambiado.
—¿Esta hecho un papitaso como de telenovela, verdad? Un estilo ‘pasión de gavilanes’. Es como un Franco Brown, pero con ojos miel y cabello lacio —le dijo. Ella estalló en risas. A veces su mejor amigo tenía cada ocurrencia.
—No, no es eso. Solo que me sorprendió lo cambiado que está. Nada más. Hacía diez años que no lo veía…
—¡¿Diez años?! —exclamó exaltado —Con razón te miraba como si fueras una especie de hiper extraña roba campos. Te miraba con desconfianza, sweetheart.
—No creo que sea así. Quizás él también esté sorprendido de verme… Date cuenta que pasaron muchos años —sin darse cuenta sonrió mientras su mirada estaba fija en un punto vacío, como recordando —Además él fue mi primer beso…


Se maldijo internamente luego de soltar aquellas palabras. Cerró los ojos con fuerza. Ya se imaginaba las palabras que seguían… ‘Ajá, ¡te caché, linda!’


—Ajá, ¡te caché, linda! —casi gritó él. María rió por lo bajo. Mattie se puso de pie y comenzó a caminar a su alrededor —O sea… que el bombón campestre fue el primero que besarte.
—Si, eso dije —dijo algo incomoda —Pero teníamos 12 y 13 años…
—¿Cómo fue? —preguntó entusiasmado —Quiero saberlo.
—Mattie, no lo recuerdo —le mintió. Él entrecerró los ojos para mirarla mal.
—A mamá mona con bananas verdes no, chiquita —le aseguró él —Me lo cuentas ahora o se lo voy a preguntar a Marta.
—¡No! —exclamó ella —Eres tan chismoso.
—Lo sé —dijo muy orgulloso de si mismo. María suspiró.
—Bien… fue en las caballerizas. Yo estaba mirando a mi nuevo caballo y él vino a buscarme. Yo le tenía miedo al animal y no me animaba a tocarlo. Él se acerco e hizo que lo tocara. Luego giré para mirarlo y nos besamos. Fue como un impulso.
—Juro que me muero muerto, ese debió ser el beso más romántico de toda la historia de los primeros besos románticos —dijo emocionado. 


Ella sonrió levemente. 


—Eres un extremista —dijo divertida —Además estoy segura de que ni siquiera se acuerda bien de mí.
—Yo no estaría tan seguro —dijo él alzando un dedo y luego tocando su barbilla en forma pensativa —El bombón campestre parece estar tan perturbado como tú, por tu presencia… Se le notaba a leguas en la manera que te miraba.
—¿Y cómo me miraba según tú? —quiso saber ella.
—Era extraño —asintió él —A veces su mirada decía: wow, no puedo creer que ella esté aquí. Y en otras decía: ¿Por qué demonios está aquí? — María lo miró extrañada. Matt giró y la miró fijo a los ojos —En su mirada había una especie de dolor, sweetness. 


María pensó bien aquellas palabras. Y eran ciertas. En algunos momentos Álvaro la miraba con dolor. Creía saber por qué. Ella misma sentía ese dolor sin sentido a veces. Soltó un suspiro y al fin terminó de arreglar todo.


—Voy a ir a la cocina a buscar un algo de tomar, ¿quieres venir conmigo? —le preguntó a su amigo. Mattie se dejó caer pesadamente en la cama.
—No, Beauty, ve tú solita —le sonrió con los labios sellados —Pero tráeme algo para tomar aquí.
—Está bien —resopló y salió de la habitación. 


Sin hacer demasiado ruido bajó y entró a la cocina. Tenía tantos lugares para recorrer al día siguiente, que se sentía realmente emocionada. Pero a decir verdad tenía muchas ganas de encontrar a Álvaro y sentarse a hablar con él. 


Se acercó a la cocina y prendió la hornalla. Si, iba a prepararse un té. La puerta se abrió…


—Mamá…


Él dejó de hablar al encontrarla a ella allí parada. María casi sonrió. Al parecer la suerte estaba de su lado. 


—Hola —lo saludó.
—Hola —dijo algo tímido —Lo siento, solo estaba buscando a mi madre.


Dio media vuelta para salir de allí. María caminó hacia él.


—No, espera —le pidió. Álvaro se detuvo y giró para encontrarla un poco más cerca de él. Su corazón comenzó a palpitar rápido —Tanto tiempo, ¿verdad?
—Si, diez años —asintió —Usted está igual…


‘¿Usted?’ —pensó María.


—En cambio tú has cambiado bastante.


El silencio se hizo algo insoportable entre ellos. Álvaro se quedó allí parado, observándola todo el tiempo. ¿Qué podían decirse? Eran unos completos extraños ahora.


El agua comenzó a hacer un pequeño burbujeo, avisando que ya estaba hirviendo. María miró sobre su hombro.


—No he vuelto a tomar té después de que usted se fue —dijo él.


Ella volvió a mirarlo. Y sintió un nudo en el estomago.


—¿Quieres uno? —fue lo único que se atrevió a decirle.
—No, muchas gracias, señorita…
—¿Por qué me tratas de usted? No soy una anciana.
—Respeto.
—Bueno, no tienes por qué. Puedes tutearme.
—No creo que sea correcto.
—Oh, Álvaro —dijo ella divertida y se acercó a buscar una taza —Estamos en el siglo XXI, no creo que sea necesario que me trates de usted.
—Bien, voy a intentarlo.
—Me alegra saberlo —le sonrió.


Él respiró profundamente. Si, iba a preguntárselo.


—¿Por qué no volviste más? —fue al grano sin rodeos.


El aire abandonó a María. En aquella mirada miel había mucho reproche. Y si, tenía derecho a reprocharle. Ella le había prometido que iba a volver. Y no lo hizo. Y el por qué era muy estúpido. Simplemente se había dedicado demasiado a sus estudios y a su nueva vida en la cuidad.


Se llenó de extravagantes lujos, y numerosos amigos. Pero aun así jamás se había sentido tan bien como en el campo… y con él.


— Álvaro …


Él negó con la cabeza levemente, impidiéndole hablar.


—Ya no importa.


Salió de allí sin darle tiempo a nada. María se quedó quieta mirando como la puerta se mecía levemente de un lado hacia el otro. Él volvió a asomarse. Ella se sobresaltó.


—Mañana la espero en las caballerizas a las 7 en punto. Ni más tarde, ni más temprano. 


Se fue de allí de nuevo, dejándola totalmente desconcertada.







Autora:

Hola chicas!!! Espero que os haya gustado el nuevo capítulo!! Y espero como siempre vuestros comentarios abajo con vuestras opiniones al respecto.

Gracias una vez más por leer.

Besos, María.

PD: FELIZ AÑO NUEVO 2014!! y que se os cumplan todos vuestros deseos!!

viernes, 27 de diciembre de 2013

Story of my life - Capítulo 7


Capítulo 7:





Salió de su despacho y miró a su alrededor para percatarse de que nadie lo veía. Se sentía como un tonto adolescente de 15 años… escondiéndose para no ser descubierto por sus padres. Volvió a observar por el pasillo. Soltó un suspiro. Al parecer todos estaban ocupados y él podría ir a verla sin ser interrumpido.
Desde que había llegado quiso estar a solas con ella. Pero si no era una cosa, era otra. Y jamás lo lograba. Tenía ganas de ver aquellos ojos miel que amaba en secreto desde hacía tanto tiempo. Sin dudarlo entró a la cocina, haciendo un poco de ruido.


Ella se sobresaltó y se giró a verlo con el corazón en la boca. Se sintió algo aliviada al saber que era él. Aunque de repente se sintió nerviosa. No quería estar a solas con Sam López. Carraspeó su garganta y volvió a mirar de nuevo al agua que comenzaba a hervir. Sam se acercó un poco.


—¿Qué estás cocinando? —le preguntó y respiró profundamente para encontrarse con el inconfundible aroma al romero.
—Pastas —contestó ella simplemente.
—Mmm… mis favoritas. 


Ella lo miró de reojo y su corazón dio un vuelco. ¿Por qué… por qué le seguía pasando aquello? Era como que no podía superarlo. Lo había amado siendo una niña y lo seguía amando siendo una adulta. Ellos dos se conocían desde que su padre había sido contratado para ser peón de aquellas tierras. Sam tenía 15 años y ella 13… se habían amado tanto. Pero luego el se fue. Y después de unos años volvió casado. Ella también había hecho su vida. A veces se reprochaba por no haberse jugado por su verdadero amor. 


—Lo sé —le dijo luego de unos segundos. 


Sam se quedó quieto, observándola. Quería decirle algo, pero no sabía que. Tenía aquella estúpida sensación en el pecho. Se preguntaba a si mismo, qué era lo que le impedía confesarle que la seguía amando. Su esposa había muerto cuando María apenas era un bebé. Y Marta se había separado del padre de Álvaro hacía muchos años.


—Marta…
—¿Qué? —preguntó ella.
—¿Crees que aun estamos a tiempo?


Ella se giró a verlo como si hubiese dicho algo sumamente malo. Sus ojos estaban bien abiertos y había dejado caer el repasador sobre la mesada. 


—¿Qué? —murmuró.
—¿No lo crees?
—Yo…


Él dio un paso hacia ella. Se limitó a observarla fijamente. 


—Voy a quedarme a vivir aquí —los ojos de ella se abrieron aun más —Y creo que voy a necesitar una… buena mujer para que me acompañe en la habitación grande.


Sus mejillas se tiñeron de un rojo casi intenso. 


—Sam —chilló avergonzada. Él rió por lo bajo. 


—Cásate conmigo, Marti —ella sintió que iba a desmayarse —Fui un cobarde hace 30 años atrás… por no pelear por ti.
—Éramos jóvenes, Sam —musitó ella y dejó de mirarlo. 


No podía mirarlo. Le dolía hacerlo. Le dolía recordar la manera en la que ella lo había esperado tontamente… y luego lo había visto llegar de la mano con una hermosa joven de cuidad. 


—Era un imbécil —murmuró él —Y lamento haberte hecho sufrir. Lamento… lamento todo lo que pasó.
—Ya no más —le pidió ella y se aguantó las ganas de llorar. Ya no era una niña, no iba a llorar delante de su dolor. Se armó de valor para mirarlo —La cena ya está lista, señor. Voy a avisarles a los muchachos…


Salió de allí dejándolo con el corazón acelerado. Sam suspiró. Le iba a costar mucho trabajo hacerle entender a esa mujer que aun la amaba… más que a nada en ese mundo.




María bajaba las escaleras con Matt al lado. Este le hablaba de algo sobre moda, pero ella no lograba prestarle demasiada atención. Desde que había vuelto de las caballerizas, le había costado horrores concentrarse. Aun le temblaban las piernas. No podía entender como aquel hombre podía ser Álvaro… 


—¿Por qué no me estás escuchando, Sweetness? —le dijo él mientras chasqueaba los dedos delante de su rostro. María sacudió la cabeza.
—¿Qué? —le preguntó. Mattie frunció el ceño.
—Estás más distraida de lo normal… dime, ¿Qué te sucede? —quiso saber. 


Maríase tensó. Era increíble que alguien la conociera tanto. Matt podía darse cuenta de sus estados de ánimos en un abrir y cerrar de ojos. Eso a veces la aterraba. 


—No me pasa nada, Mattie —dijo tratando de sonar muy convincente. Matt la miró entrecerrando los ojos, pero no le dijo nada. 


Llegaron hasta la sala principal. Maggi había subido a avisarles que la cena estaba lista y que ya podían ir a sentarse. María la había notado algo rara. Pero lo dejó pasar.


Mattie observó encantado aquel lugar. Amaba como estaba decorado y sin duda Marta tenía una excelente mano para aquellas cosas. Se sentaron un al lado del otro. 


María observó bien la mesa. Habían tres platos más aparte de los de ellos dos. Se preguntó quienes irían a cenar con ellos además de Sam

.
Una de las puertas se abrió y Sam entró por allí. Les sonrió a ambos y luego se sentó en la cabecera.


—¿Ya se acomodaron? —les preguntó.
—Si, Sami —dijo Matt —Me gusta mucho mi cuarto… es bastante amplio y tiene una maravillosa vista desde el balcón.
—Me alegro, Matt —dijo contento.
—Papi —lo llamó ella. Sam estiró su mano y acarició su mejilla.
—¿Qué, cariño? —inquirió.
—¿Quiénes van a cenar con nosotros? —le preguntó.
—Marta y Álvaro —contestó él.


Y después de eso la puerta de la cocina se volvió a abrir y a María casi se le sale el corazón del cuerpo. Allí entraba él, ayudando a su madre con un par de bandejas. Tenía el cabello algo húmedo. Llevaba puesta una remera color celeste y unos vaqueros de jean. Por poco y se le hizo imposible respirar.


Álvaro levantó un poco la vista y se encontró con la de ella. Intentó sonreír pero nada salió de él. Todavía no entendía por qué… por qué no podía reaccionar ante ella. Pero entonces su mirada se posó en el hombre que estaba sentado al lado de ella. Sintió una pequeña presión en la boca del estomago. 


—Apoya eso ahí, Álvaro —le dijo su madre, sacándolo de sus pensamientos. 


Con cuidado puso la bandeja en medio de la mesa. Sam se puso de pie y les indicó que se sentaran. Para su dicha y no tanta dicha Álvaro quedó justo frente a ella. 


—Bueno… déjenme presentarlos —dijo Sam —Matt, él es Álvaro Gango… mi mejor hombre en estás tierras.
—¿Qué tal, guapetón? —dijo el rubio. María se giró a verlo rápidamente.
—Mattie —le dijo apretando los dientes.
—¿Qué? —inquirió él. Álvaro lo miró extrañado. Sam rió por lo bajo. Aquello si que iba a ser divertido.
— Álvaro, él es Mattie, el mejor amigo de María

.
Y el chico de ojos miel volvió la vista a la morena. No estaba seguro de aquello. Podría ser que él fuera su pareja y ellos no quisieran decirlo. Pero a decir verdad aquel hombre era demasiado raro. ¿Guapetón? Nadie jamás lo había llamado así.


Ella percibió algo en su mirada, no estaba segura de qué, pero quería averiguarlo.


—Bien… ¿vamos a cenar? —dijo Marta.
—Por favor —pidió Sam sonriéndole tiernamente —Muero de hambre.


Maggi comenzó a servir. Pero María y Álvaro no podían dejar de mirarse. Era como si estuvieran completamente atrapados el uno en el otro. Había tantas cosas para decirse, pero no encontraban la manera de enfrentarse.


Álvaro quería ponerse de pie y llenarla de preguntas. Quería saber por qué se había olvidado de todo aquello. De él, del campo, de White…


María quería ponerse de pie y pedirle perdón. Pedirle perdón por haberse olvidado de todo eso que ella había amado tanto. De él, del campo… de su caballo blanco.


—Oye darling, ¿Por qué no deja de mirarte así? —le murmuró Matt acercándose un poco a su oído.
—Cállate —le dijo ella sin dejar de mirar a Álvaro.


Ya sabía ella que tendría que sentarse a hablar largamente con aquel hombre. Pero lo que no sabía era que tal vez iba a volver a enamorarse en el intento.









Autora:

Espero que os haya gustado el nuevo capítulo y espero vuestros comentarios abajo!!

Gracias una vez más por leer!!

Besos, María.

PD: FELIZ NAVIDAD A TOD@S!!!



lunes, 23 de diciembre de 2013

Story of my life - Capítulo 6


Capítulo 6:



Era como volver al pasado. Estar parado frente a ella era como tener 13 años de nuevo. Su corazón palpitó con fuerza. ¿Cómo podía ser posible? La había pensado todo el día y ahora ella estaba allí, mirándolo fijamente. Aquellos ojos profundos lo miraban con la misma sorpresa que él sentía. Recordó todo… una y cada una de las tardes que había pasado con ella vinieron a él. Ysintió una presión en medio del pecho. Quiso darse vuelta y salir de allí. No entendía bien por qué. Sacudió un poco la cabeza. Estaba confundido. Tal vez todo era un simple sueño y en cualquier momento iba a despertarse y ella no iba estar. De alguna manera tenía que comprobar que aquello era real. Dio un paso hacia ella. 

María estaba totalmente consternada por la presencia del castaño. Se sentía una niña de nuevo, parada frente a aquel príncipe que ella había querido tanto. Su corazón latía rápido. Nada quedaba del Álvaro que ella tenía en la mente. Ahora era todo un hombre. Bonito hombre. La garganta se le secó. Más viendo la manera en la que él la estaba mirando. Aquellos ojos color miel que ella tanto había amado la miraban como si ella fuera un espejismo. Se notaba que estaba confundido. 


Álvaro levantó una mano y sin dudarlo tocó su mejilla. María dejó de respirar al sentir aquella gran mano contra su piel, y pestañeó seguidamente. El aroma masculino entró por la nariz… llenándole el cuerpo de una extraña sensación. Álvaro olía a hombre, a sol y campo. Aroma suave y delicioso. Se estremeció. 


Él frunció el ceño y movió el pulgar contra su suave piel, acariciándola. No se iba, el tacto era muy real. Su piel era sedosa y estaba algo fría, a comparación de su mano. 


María no pudo evitarlo y sonrió. Él tenía una mueca muy graciosa, parecía estar pensando demasiado. Su cuerpo tembló cuando él volvió a repetir el movimiento de su pulgar. ¿Cómo podía algo tan insignificante como una caricia hacerla sentir tan… tonta? ¿Cuándo había sido la última vez que un hombre la había acariciado de esa manera tan inocente? Como queriendo conocer, recordar. 


Entonces ella también levantó la mano y tocó su rostro. Su palma cosquilleó ante la sensación de la piel masculina, algo rasposa. El chico de ojos miel levantó ambas cejas en un chistoso gesto de asombro.


—Hola, Álvaro —habló al fin. 


Álvaro estaba anonadado. Se sentía un completo imbécil. El corazón le latía demasiado rápido para ser normal. Un nudo se le formó en la garganta.


—Hola… —logró decirle.


María sonrió aun más, mostrándole todos sus dientes. Él se sintió contagiado por esa hermosa sonrisa que pensó que había olvidado. Pero ahora que ella volvía a sonreírle de aquella manera… se dio cuenta de que era imposible de olvidar. 


—¡Aquí están! —exclamó ella.


Ambos giraron la cabeza para mirarla. Toda la magia se perdió. Se alejaron rápidamente, totalmente avergonzados. Marta arqueó una ceja, y luego sonrió por lo bajo. Álvaro la fulminó con la mirada.


—¿Qué se te ofrece, madre? —le preguntó. Ella se aguantó la risa. Ambos estaban rojos como tomates. Como si ella los hubiese encontrado haciendo algo muy malo. 


—Solo buscaba a la niña María —le dijo y miró a la morena —Tu padre quiere verte… dice que tiene algo que mostrarte o algo así.
—Oh —musitó ella —Gracias,Marta.


Miró a Álvaro. Y le sonrió levemente. Él quiso decirle algo pero las palabras no salieron de su boca. Estaba tan sorprendido de que estuviera allí de nuevo. Jamás pensó que volvería a verla.


—Es un gusto volver a verte, Álvaro …
—Igualmente, señorita. 


Ella apretó los labios y caminó hacia la salida. Se giró a verlo una vez más y sin decir nada desapareció. El castaño se quedó quieto mirando por donde acaba de salir la morena. 


—Creo que metí la pata —dijo Marta divertida.


Álvaro seguía con la mirada fija en la salida. 


—No puedo creer que esté aquí —murmuró.
—Intenté decírtelo un millón de veces —exageró —Pero siempre te ibas corriendo sin terminar de escucharme —él siguió con la mirada fija en aquel lugar. Todavía no lo entendía… ¿Por qué estaba allí de nuevo después de tanto tiempo? —Ya, Álvaro … quita esa cara de bobo.
—Ay, que graciosa eres, Marta—dijo con sarcasmo.


Caminó hasta su madre para empujarla levemente y que caminara hacia la casa. Tenía pensado llegar, arreglarse e ir a cenar como su jefe se lo había pedido. Tenía que averiguar por qué ella había decidido volver... y quién demonios era el tal Matt.








Autora:

Espero que os haya gustado este nuevo capítulo y espero como siempre vuestros comentarios abajo con vuestras opiniones.

Gracias por leer.

Besos, María.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Story of my life - Capítulo 5


Capítulo 5:



Álvaro y Sam volvían de la charla con Robert, completamente en silencio. La charla no había sido buena. Y Álvaro temía que si la cosa seguía así de tensa, habría más enfrentamientos y tiros que nunca. 

—Tendré que tomar otras medidas con respecto a Montoya —habló Sam al fin.
—Tranquilo, señor —lo calmó —Todo va a estar bien. Solo tenemos que aprender a manejar un poco más la situación.
—No puedes prohibirle a Alex ver a Sara…
—No tenía pensado hacer eso. Ellos dos son libres de hacer lo que quieran. Y si necesitan apoyo… no estarán solos. Pero me preocupa lo que Montoya pueda llegar a hacer.
—Robert lo va a entender tarde o temprano, hijo.
—Eso espero —susurró el castaño.

Cabalgaron hasta detenerse frente a la casa grande. Sam se bajó con cuidado y se giró a verlo.

—Quiero que hoy cenes con nosotros —le dijo. Álvaro frunció el ceño. Seguro que se estaba refiriendo a él y a la pareja.
—¿Le parece, señor? —inquirió.
—Si… quizás te lleves una gran sorpresa.
—Está bien —asintió.

Sam entró a la casa. Gango soltó un lento suspiro y miró hacia el cielo. La noche estaba completamente despejada. Aquel manto de estrellas era un espectáculo. ¿Cuántas veces se había tirado a intentar contarlas? Miles… ¿Lo había conseguido? Nunca. Infinito el universo sobre su cabeza, lo llenaba de una cierta alegría. A veces él mismo se sentía infinito. Jamás llegaba a conocerse del todo. Siempre le aparecía una faceta nueva, un sentimiento nuevo, un miedo nuevo, una pasión, una necesidad.

No puedo evitar pensar en la nota que había encontrado casualmente en el pequeño valle. Sonrió levemente y cerró los ojos para recordarla. Jamás había conocido otra niña con una sonrisa tan bonita como la de ella. Jamás le había gustado, siendo un niño, tomar de la mano tanto a una niña como a ella.

Y de repente aquel día en el que ella se marchó entró a su cabeza. Aquel sentimiento que lo había invadido jamás volvió a sentirlo. Se había sentido totalmente desolado, angustiado, perdido. Era como si ese día le hubiesen arrancado un pedazo de corazón, así sin más. Y recordó sus lágrimas, recordó el dolor en su linda mirada… ella no quería irse. Entonces, ¿Por qué no volvió? Un año después de su partida él la había estado esperando… pero jamás llegó. Tampoco le escribió como lo había prometido, tampoco lo llamó. Quizás ella si se olvidó de él. Sonrió con amargura, era completamente ilógico que él todavía pensara en ella… lo más ilógico era que todo el día había estado así. Jamás se le había ocurrido preguntarle a Sam que había sido de la vida de María López. Lo poco que sabía era gracias a su madre, y tampoco era demasiado. En los últimos años ella ni se le había asomado por la cabeza, pero al parecer hoy estaba completamente incrustada en su mente.

Se bajó del caballo y se quitó el sombrero. Se secó el sudor de la frente y se observó a si mismo. Estaba hecho un desastre. Tendría que ir a arreglarse si se jefe quería que cenara con él esta noche. Y tendría que fijarse que ropa adecuada para una cena iba a ponerse. Lo único que él solía utilizar eran camisas que terminan sucias, pantalones desgastados buenos para cabalgar y sus, siempre, cómodas botas. Tal vez iba ir así vestido a cenar… no iba a hacerse mucho problema.

Entró a la cocina sobresaltando un poco a su madre. Está se giró a verlo rápidamente con la mano sobre el pecho.

—Me asustaste —le dijo exaltada.
—Lo siento —sonrió él —No fue mi intención.

Ella respiró con más tranquilidad y se acercó a él.

—¿Cómo les fue con Montoya? —quiso saber.

Álvaro dejó el sombrero sobre la mesa y se sentó en una de las sillas.

—No muy bien —se lamentó —Está demasiado furioso con Alex. Y Sara no ayuda mucho escapándose a cada rato.
—Pobre niña, Álvaro —dijo ella —Hay que entenderla. A nadie le gustaría estar presa en su propia casa. Creo que Montoya necesita unas buenas clases de actualidad.
—Yo también lo creo, ma —dijo divertido —¿Cómo está Alex?
—Bien —sonrió ella —Gracias a dios solo fue un simple raspón… ahora está durmiendo.
—Ese chiquillo un día va a darnos un gran susto —aseguró y se rascó la nuca.

Pero entonces percibió algo… la cadenita no estaba allí. Apresurado se puso de pie y se alejó la camisa de botones del pecho para cerciorarse. Y si, no estaba. Maldijo por lo bajo.

—¿Qué pasó? —preguntó Marta.
—Tengo… tengo que ir a guardar a los caballos —dijo lo primero que se le vino a la mente. No podía decirle a su madre que había perdido de nuevo la cadenita.
—¿No vas a cenar? —inquirió. Él caminó hacia la puerta y la miró.
—El señor Sam me invitó a cenar con él… así que voy a guardar los caballos, vengo a ducharme y ceno con él —le dijo. Álvaro abrió la puerta.
—Hijo, espera… —él, de nuevo, pareció no escucharla —¡La hija del señor López está aquí, en el campo! —gritó para ver si él regresaba. Pero no, no volvió.

Había algo que no quería que Álvaro se enterara de que ella estaba de nuevo allí.

Era la segunda vez que quiso decírselo, pero siempre pasaba algo… Se encogió de hombros y volvió a prestarle atención a la cena. Tal vez era mejor que se encontraran ellos mismos.

Álvaro caminaba a paso rápido sin saber bien a donde. No sabía bien en dónde comenzar a buscar su cadenita. Hoy había estado en todos lados. ¿Y si se le había caído en el pequeño valle? ¿Y si se le había caído en la casa de los Montoya? Mierda, si la encontraba iba a pegársela al cuello para que no se le cayera nunca más. Entonces se dirigió hacia las caballerizas… tal vez tenía suerte y la encontraba allí. Dios quiera que si.

María entró con cuidado. Aquel suave olor a alfalfa y animal le entró rápidamente por la nariz. Escuchó los sonidos de los caballos y miró a los que estaban allí guardados. Sonrió abiertamente… hacía tanto que no se subía a uno. Comenzó a caminar. Se maldijo a si misma por haber salido con zapatos de tacón, y maldijo a Matt por casi obligarla a hacerlo. Según él, una mujer tenía que estar hermosa y con zapatos hasta para ir al baño. Suspiró y siguió caminando. Bajo sus pies la textura del suelo cambió, y miró por qué. Comenzaba a caminar sobre paja. Sonrió y volvió a mirar a su alrededor. ¿Cuántas cosas había vivido ella en ese lugar? Miles.

Pero principalmente… su primer beso. Se mordió el labio inferior y siguió mirando. ¿Dónde estaría él?

¿Seguiría por aquellos campos? Se había olvidado completamente de preguntarle a Marta sobre su hijo. Él había sido muy importante para ella cuando era una niña. Su primer amor. Su primer dolor…

Tropezó con algo y cayó al suelo. Gracias a dios su caída no fue brusca, ya que la paja la amortiguó. Se sentó y se quitó los molestos zapatos. Y entonces escuchó que alguien entraba. Se quedó quieta y con sumo cuidado comenzó a arrastrarse hacia un rincón. No quería encontrarse con alguien desconocido estando sola. Quizás podrían pensar que ella era un ladrón o algo por el
estilo. Llegó a un buen escondite y se quedó allí.

—¿Y ahora por donde rayos voy a empezar a buscar? —escuchó que una voz masculina decía.

Apretó los labios y se propuso salir de allí antes de que la viera.

Se inclinó y comenzó a moverse como si de un perro se tratara, mirando bien a su alrededor, fijándose si alguien la descubría.

Sintió una rara emoción, adrenalina. Ella no podía estar ocultándose como si fuera una extraña en sus propias tierras.

Pero a decir verdad si lo era. Después de 10 años era una completa extraña para aquel lugar.

Fijó la mirada al frente y divisó algo que brillaba en medio de la paja. Puso la cabeza de costado y frunció el ceño. Sin poder evitarlo comenzó a acercarse hacia aquella cosa. Su mirada estaba fija en ello, sin prestar ni la más mínima atención a nada de lo que estaba a su alrededor.

Entonces llegó al fin y lo observó bien. Era una pequeña cadenita que llevaba de colgante un caballo en su estado salvaje. Frunció más el ceño. Ella conocía esa cadenita, ella… ella la había comprado y se la había regalado a él.

Comenzó a estirar la mano para levantarla, pero entonces una mano más grande apareció frente a sus ojos y la tomó.

Al instante levantó la mirada y el aire se le quedó atrapado en los pulmones. Aquella mirada miel también enfrentó la suya. Él estaba agachado, en la misma posición que ella. El corazón de María comenzó a latir con fuerza. No estaba muy segura pero lo reconocía. Si… era él. Su amor de pequeña. Álvaro Gango Allí estaba mirándola como si ella fuera una especie de fantasma. Se había puesto algo pálido y al parecer ni respiraba.

Ella comenzó a incorporarse, él también lo hizo. Ambos se quedaron parados como estatuas, mirándose fijamente a los ojos.

—¿Álvaro? —inquirió al fin la bella chica. El castaño parpadeó atónito.
—María —murmuró sin poder creerlo.







Autora:

Espero que os haya gustado el nuevo capítulo y espero vuestros comentarios abajo con vuestras opiniones con respecto a la novela y al capítulo.

Gracias por leer una vez más.

Besos, María.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Story of my life - Capítulo 4


Capítulo 4:



María sacaba ropa y más ropa de su valija, y con sumo cuidado la ordenaba en su nuevo closet. Se sentía realmente contenta de haber aceptado acompañar a su padre al campo. No pensó que le iba a hacer tan bien. Matt entró algo agitado a la habitación. Ella lo miró extrañada.

—Al parecer hay problemas por allí —le contó y volvió a salir al balcón.

María frunció el ceño y dejó las cosas para salir también. A lo lejos observó las caballerizas. Sonrió al recordar aquel lugar. Luego iría a darle un vistazo.

Entonces divisó a Marta caminando con un muchacho de cabello negro que venía acompañado de un señor que lo llevaba casi colgado. Al parecer estaba herido o algo así.

—¿Habrá pasado algo malo? —preguntó ella. Matt se encogió de hombros.
—No lo sé —dijo él —Pero allá va tu padre en un caballo.

María miró en la dirección que su amigo le había indicado. Y si, aquel hombre era su padre montado en un caballo. Al lado de él había otro hombre. No podía distinguirlo bien ya que se estaba alejando a toda velocidad.

—¿Qué habrá pasado? —inquirió la chica.
—Podemos bajar a preguntarle a Marta —dijo Matt contento e ingresó de nuevo a la habitación.

María se quedó unos segundo más, observando como su padre y aquel hombre se perdían en el horizonte. Por lo que sabía en aquella dirección quedaba la estancia de los Montoya. Tuvo que haber pasado algo malo para que su padre se fuera sin decirle nada. Soltó un suspiro y entró. Mattie ya estaba parado en la puerta.

—¿Qué te sucede? —dijo ella divertida.
—Vamos, beauty, necesito saber que pasó —dijo él.
—Eres tan… chismoso.

Salieron de la habitación y podría decirse que Matt casi la hace correr por el pasillo hasta llegar a las escaleras. Bajaron a las risas, pareciendo dos niños más que dos personas grandes. Corrieron una carrera hasta la cocina y entraron rápidamente. Se detuvieron al verlos a allí. Marta los miró algo sorprendida. Y María posó su mirada en el chico de ojos verdosos.

—¿Qué pasó, Marta ? —preguntó Matt mientras se acercaba un poco más a la mesa.
—Nada, muchachos, tranquilos —les dijo ella. María seguía mirando al chico. Este también la miraba fijamente.
—¿Niña María? —inquirió él.

Ella levantó la cabeza para encontrarse con el hombre de cabellos casi blancos. Lo observó bien, tratando de reconocerlo. Hasta lo que lo hizo.

—¿Peter? —preguntó sin poder creerlo.

El viejo se quitó el sombrero y la miró como si ella fuera de mentira. María se acercó sin dudarlo a él y lo abrazó. Aquel hombre era como un abuelo para ella. Cuando era pequeña él era siempre el que le contaba las mejores historias de hadas y duendes que habitaban por allí. Era como si de a poco su niñez la envolviera. El anciano le devolvió el gesto con algo de inseguridad, pero al final la abrazó.

Luego de unos segundos ella se alejó para mirarlo a la cara. El hombre tenía varias lágrimas en los ojos.

—Pensamos que se había olvidado de nosotros, niña —le dijo él.
—¿Olvidarme? —inquirió —¿Estás loco, Peter? ¿Cómo iba a olvidarme yo de mi abuelito de campo?
—Estás más bonita de lo que recuerdo, mi niña —le dijo con ternura.

María sonrió algo emocionada y giró para mirar a su amigo.

—Mattie, él es Peter… es el trabajador más antiguo de estos campos. Es como… el guardián.

El castaño se acercó a Peter y le tendió la mano.

—Mucho gusto, señor. Soy el mejor amigo de María… casi como hermanos.
—El gusto es mío, joven —dijo Peter.

María se acercó de nuevo a Marta que estaba muy concentrada limpiando la herida del chico de cabellos negros.

—¿Y quién es él? —le preguntó. Alex la miró.

Él creía saber quien era esa chica… o eso creía. Una vez, hacía bastante tiempo, había encontrado una foto de ella, cuando era más niña, en la habitación de Álvaro. El castaño casi lo había asesinado por andar revisando sus cosas y luego había guardado la foto en algún lugar que él no supo encontrar más.

—Él es Alex, mi sobrino —dijo Marta. María le sonrió y le tendió la mano.
—Mucho gusto Alex, soy María.
—María es la hija del señor López —le aclaró su tía.

Algo inseguro Alex tomó la mano de la muchacha. Ella le sonrió levemente.

—Es un placer conocerla, señorita —habló algo tímido.
—Okay —dijo Matt mirando a todos alternativamente —¿Alguien va a decirnos que pasó? Porque no por nada ese muchacho tiene una herida en el brazo y no por nada Sami se fue en caballo a toda velocidad no sé a donde.

Marta sonrió divertida y sin querer le apretó un poco el brazo a Alex. Este se quejó y la miró mal.

—No me mires así, jovencito —lo regañó. Él dejó de mirarla —Hubo un pequeño problema con los hijos de Montoya…
—¿Con Alejandro y Frederick? —inquirió María.
—Si, con esos mismos —asintió Marta .
—Agh —resopló María —Siempre me cayeron mal esos dos.
—Cuando yo era niña no hacían nada más que molestarme…
—Te digo que no han cambiado mucho —le aseguró Peter —Siguen siendo los mismos inútiles de siempre. Con la diferencia de que ahora se creen los dueños y señores.
—¿Y cuál fue el problema? —quiso saber ella.
—Alex está enamorado de Sara…
—¡Tía! —exclamó él sin poder creerlo.

Ella lo miró divertida.

—¿Qué? —le preguntó —Solo les estoy contando como son las cosas.

María se sentó al lado de Marta para mirar a Alex.

—¿Estás enamorado de la pequeña Sara? No la recuerdo mucho porque su padre no la dejaba salir a jugar cuando era una niña.
—Emm, yo no lo sé. A decir verdad… ella es linda, pero no porque su padre y… agh, no lo sé.
—Aaw —Matt también se acercó para sentarse al lado de María —Me muero muerto, una historia de amor como en las novelas.

Alex se puso de todos los colores y Marta soltó una estrepitosa carcajada.

—Como les estaba diciendo… Alex está enamorado de Sara y al parecer ella también lo está de él. Cosa que puso como loco a Robert, desde que lo supo no la ha dejado salir ni por asomo. La
pobre ha estado escapándose a cada rato de su casa. Por eso mismo han mandado a construir esa nueva valla.

—Maldito loco —murmuró María —Pobre niña, debe ser horrible tener un padre así.
—Si —musitó Alex —Lo odio.
—Y al parecer Alex se acercó a sus tierras… y los Montoya salieron a los tiros. Agradezco a dios que solo la bala lo haya rozado.
—Y por eso su padre ha decidido ir a hablar con el señor Montoya. Está situación no puede seguir así —agregó Peter. María volvió la mirada a Alex.
—¿Cuántos años tienes? —le preguntó.
—19 —contestó él algo extrañado.
—Pareces más pequeño —aseguró. Él la miró con el ceño fruncido.
—Tú pareces más pequeña…
—Alex —lo regañó Marta .

María rió por lo bajo.

—¿Por qué lo regañas, Marta ? —preguntó Matt —El muchacho tiene razón. María tiene 22, pero parece apenas una niña de 15.
—Cállate —le dijo la chica ruborizada —Que sea bajita no significa que parezca de 15.
—En realidad si —asintió Marta .

Todos rieron en la cocina y Marta terminó de curar bien a Alex. Lo mandó a acostarse y descansar, ya que había perdido bastante sangre. Matt se disculpó y se retiró a su habitación para dormir un poco antes de que la cena estuviera lista. Peter salió para mandar a los demás trabajadores a sus casas. El día ya había terminado.

María se quedó con Marta en la cocina, ayudándola con la comida. Luego de unos cuantos minutos decidió salir a tomar un poco de aire.

—Ten cuidado, niña. Mira que por aquí hay muchos mosquitos —le advirtió Marta .

María le sonrió.

—Solo iré a ver a los caballos… tendré cuidado.








Autora:

Espero que os haya gustado el nuevo capítulo. También espero como siempre vuestros comentarios con vuestras opiniones al respecto.

Gracias una vez más por leer.

Besos, María.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Story of my life - Capítulo 3


Capítulo 3:



Álvaro detuvo a Helios y a White mientras veía a todos los trabajadores algo alborotados. Le había costado un poco volver ya que White se había puesto algo rebelde. Pero al final lo había conseguido. Pero sobre todo había tardado por quedarse sentado leyendo una y otra vez aquella nota. Él no había vuelto a ese lugar luego de que ella se marchó… y así fue que se olvidó completamente de aquel último día que habían pasado juntos. Se le llenó el corazón de una extraña amargura… era raro. Haber leído eso 10 años después, era muy raro. Soltó un suspiro, no comprendía por qué le dolía. Antes era solo un niño.

Uno de ellos lo vio y le avisó a Alex. Al instante el chico de ondulaciones color avellana corrió hacia él. Extrañado, Álvaro, se bajó del caballo.

—¿Qué pasó? —le preguntó a su primo cuando este llegó a su lado.
—Llegó el jefe —dijo algo agitado.

Álvaro alzó amabas cejas. No esperaba que Sam llegara tan temprano. Casi siempre lo hacía por la noche. Llamó a uno de sus compañeros y le pidió que guardara a los caballos. Se acercó a White antes de que se alejara.

—No más líos por hoy, ¿entendido? —le dijo. El caballo meneó la cabeza. Álvaro sonrió y palmeó su lomo antes de que se lo llevaran.

Comenzó a caminar hacia la casa. Alex se apresuró a seguirlo.

—Espera —le dijo. Alex siguió caminando.
—¿Por qué están tan alterados todos? —preguntó Álvaro Gango y lo miró de costado —Es solo el jefe. No es la primera vez que viene…
—No es por eso —consiguió decir Gango mientras intentaba ir a la misma velocidad que su primo —No llegó solo…

Está vez Álvaro se detuvo y lo miró con el ceño fruncido.

—¿No llegó solo? —inquirió.
—No,… llegó con una chica y un chico. Parecían una pareja o algo así. Entraron con él a la casa grande. Algunos de los muchachos dicen que… que deben ser compradores.

El corazón de Álvaro se detuvo. Eso no podía ser cierto. Seguro que no lo era. Si se había rumoreado que Sam López tenía ganas de vender el campo. Pero hasta el momento Álvaro no lo había creído porque simplemente su jefe jamás le había mencionado nada. Pero de repente se sintió intranquilo. Aquel campo lo era todo para Álvaro y no se veía en otro lugar que no fuera ese.

—Voy a ir a hablar con él —le dijo y comenzó a correr hacia la casa.

Si Sam tenía pensado vender el campo, Álvaro haría lo imposible para evitarlo. Incluso sería capaz de comprárselo él mismo. No por nada había ahorrado casi toda su vida. Se veía capaz de comprar aquellas tierras. O por lo menos una porción.
Entró a la casa por el lado de atrás, como siempre. Al primer lugar al que entraba era a la cocina. Su madre se sobresaltó un poco y giró para mirarlo.

—¿Qué te pasó? —le preguntó preocupada.
—¿Dónde está el señor López? —dijo al instante.
—En su despacho —respondió ella extrañada.
—Bien —musitó Álvaro y comenzó a caminar para salir de allí.
—Álvaro, hijo… espera —ella lo siguió pero al parecer Álvaro no la escuchaba —¡El señor no vino solo!

Se quedó quieta en su lugar ya que al parecer él no la había escuchado. Soltando un suspiro volvió a la cocina. Aun no podía creer que ella estuviese allí de nuevo. Casi sonrió. Álvaro tampoco iba a creerlo cuando se enterara. Ella había sido tan importante para él cuando era un niño. ¿La recordaría? Estaba segura de que si. Volvió a concentrarse en la comida. Más tarde iba a ver la reacción de Álvaro hacia la llegada de María.

Álvaro se detuvo frente a la puerta del despacho de su jefe. Tomó una gran cantidad de aire y luego golpeó.

—¡Adelante! —dijo él. El castaño abrió y se asomó —¡Álvaro! —exclamó contento y se puso de pie para acercarse. Él entró del todo. Sam lo abrazó paternalmente y Gango le devolvió el gesto —¿Cómo ha estado mi mejor muchacho?

Esbozó una pequeña sonrisa.

—Bien, señor ¿Usted? —le preguntó.
—Yo estoy muy bien —aseguró y volvió a sentarse detrás de su escritorio. Le hizo una seña a Álvaro para que se sentara también —¿Cómo ha estado todo por aquí?

Álvaro se sentó algo inseguro. Había esperado llegar y encontrar a aquellas dos personas hablando con Sam, pero estaba solo. Quizás no había nada de que preocuparse.

—Todo ha estado muy bien. Los muchachos y yo hemos estado trabajando muy duro con el tema de la marca de ganado… ya sabe, hay varios problemas con los ladrones por aquí. Y… hemos terminado de levantar la valla entre las propiedades de los Montoya y aquí.
—Si, he hablado con Marco y dijo que estaba muy contento con el trabajo. Creo que sobre todo porque ahora podrá tener más controlada a Sara.

Álvaro sonrió y asintió. Si había algo que Marco Montoya odiaba era que su hija menor saliera huyendo de casa solo para acercarse a ver a Alex. Por eso mismo fue que se había puesto en contacto con Sam y habían hecho el acuerdo de levantar la valla. Pero lo que el señor Montoya no sabía era que Sara se iba a escapar igual.

—Espero que ahora se quede más tranquilo —dijo Álvaro.
—Lo dudo mucho —rió Sam.

Al parecer todo estaba tranquilo. Álvaro no notaba nerviosismo, ni nada por el estilo en su jefe. Así que estaba descartando completamente el tema de que López quería vender aquel campo. Quizás era una buena idea que se lo preguntara.

—Señor…
—¿Si, hijo? —preguntó mientras lo miraba con ambas cejas levantadas.
—Usted… ¿va a vender el campo?

Sam frunció el ceño y luego lo miró fijo por unos cuantos segundos.

—No —dijo al fin. Álvaro sintió un gran alivio —¿De dónde sacaste eso?
—En realidad es un rumor —le contó —Se ha estado diciendo que usted quiere vender el campo para irse definitivamente a la cuidad.
—Eso es una locura —aseguró a Álvaro —Jamás vendería este lugar. Es más… tengo pensando quedarme a vivir aquí.

Los ojos de Álvaro se abrieron sin poder creerlo, y luego una tonta sonrisa se dibujó en su rostro.

—¿En serio? —inquirió sorprendido.
—Jamás bromeo con esas cosas, Álvaro.
—Lo sé, lo sé…
—Lo que me extraña es que hayas siquiera pensado que yo podía vender este lugar. ¿Por qué?
—Es que me dejé llevar —le quitó importancia —Además de que los muchachos lo vieron llegar con una… pareja o algo así. Pensaron que eran compradores.
—Ooooh, no, no, no. No son compradores —dijo divertido —Son solo Matt y mi…

La puerta del despacho se abrió y una agitada Marta entró rápidamente. Ambos hombre se levantaron exaltados.

—¿Qué pasó, mamá? —le preguntó Álvaaro.
—Hirieron… hirieron a tu primo —dijo agitada.
—Maldita sea —murmuró Álvaro y salió rápidamente de allí.

Era increíble ver como en el campo todo se iba al carajo en menos de dos segundos. En un momento estaba todo tranquilo, pero al darte la vuelta y volver a mirar, todo era un desastre. Y que en ese momento el involucrado en los pleitos haya sido Alex lo ponía realmente de mal humor. A veces su primo no sabía mantenerse al margen. Le gustaban los problemas.

Salió de la casa con los pasos de Marta y Sam detrás. Su madre hablaba efusivamente, mientras era contenida por el señor López. Llegaron a las caballerizas. Todos los trabajadores se giraron a verlo cuando entró. Divisó sentado sobre un barril a Alex con una venda rodeándole el brazo.

El pelinegro miró con un poco de temor a su primo.

—Te juro que no quise que esto pasara —le dijo antes de que Álvaro pudiera hablar.
—¿Qué pasó? —preguntó y se acercó más a él para revisarle la herida. Le quitó la venda y revisó los daños.
—Al parecer la bala solo lo rozó —dijo Peter —Pero estuvo cerca… muy cerca.
—Quiero saber que demonios pasó —gruñó Álvaro. Todos se quedaron callados —¡Es que nadie va a decirme nada!
—Fueron los Montoya —habló uno de ellos al fin. Alex lo miró asesinamente —Frederick y Alejandro fueron los que le dispararon a Alex…

Álvaro se masajeó las sienes.

Ya estaba realmente harto de que los hermanos de Sara intentaran asesinar a su primo. Estaba jodidamente cansado.

—Ya me tienen harto —dijo Álvaro luego de unos segundos. Miró a Alex —No vas a acercarte más a sus propiedades ¿entendiste?
—Pero… pero, pero, pero…
—Pero nada, Alex. No te quiero ni a dos metros de sus tierras. No hasta que arregle cuentas con ese par de…
—Tranquilo, hijo —habló Sam mientras ingresaba con Marta. La mujer sofocó un sollozo y se acercó rápidamente a su sobrino. Le besó la frente, le acarició el rostro.
—Ya, tía —dijo Alex algo avergonzado. Álvaro miró fijo a su jefe.
—Yo mismo voy a encargarme de hablar con ellos. Montoya me debe varias cosas —aseguró Sam.






Autora:

Espero que os haya gustado este tercer capítulo y como siempre os digo espero vuestros comentarios abajo diciendome que os ha parecido.

Gracias una vez más por leer.

Besos, María.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Story of my life - Capítulo 2


Capítulo 2:





Ser una adulta no le molestaba para nada. Le molestaba no saber como resolver algunas situaciones. Cuando era una niña no tenía problemas, no tenía responsabilidades, no tenía miedos. Ahora si… ahora todo eso pesaba sobre ella. 

Respiró profundamente y miró por la ventana del coche. El sol comenzaba a ponerse en el horizonte y a ella un escalofrío le bajó por la espalda. No podía creer que después de tanto tiempo estaba volviendo a aquel campo. Por poco y se había olvidado de que ese lugar existía. Siendo una niña había sido muy feliz allí.

—Sweetheart, ¿Se puede saber por qué me trajiste a este lugar? —le preguntó él, sacándola de sus pensamientos. Se giró a verlo y sonrió.
—Vamos Matt, me dijiste que no te quejarías —le dijo ella.
—Sabes que te adoro, eres mi mejor amiga en todo el world. Tú fuiste la única que siempre me ayudó a enfrentar mis miedos y bla bla bla bla. Pero esto,… esto es demasiado. Yo no podré soportar vacas, caballos, cerdos, gallinas. ¡Oh dios santísimo, mosquitos! —dijo nervioso pensando en aquello. Ella rió divertida.
—Ya lo verás, el campo te encantara. No solo porque es tranquilo, sino que además hay muchos trabajadores musculosos —le dijo y le guiño un ojo.
—Eres una manipuladora horrible —dijo y se cruzó de brazos como si estuviera un poco ofendido.

Matt Donovan era su mejor amigo desde que ella se había ido del lugar en el que se había criado. Y desde entonces siempre habían estado juntos. Enfrentando cambios, peleas, decisiones. Más bien… él era como una hermana.

Se acercó un poco a su amigo y lo abrazó de costado. Sabía que él iba a quejarse, pero que al final iba a terminar amando el lugar.

—Te prometo que la vamos a pasar bien… serán solo un par de semanas.
—No lo sé —dijo con tono indiferente —Estoy pensando seriamente en pedirle a Charlie que me lleve de nuevo al aeropuerto.
—¿Serías capaz de abandonar a tu mejor amiga? —preguntó haciendo un leve puchero.

Matt la miró fijo y luego maldijo por lo bajo.

—Odio cuando me haces esas caras —exclamó —Siempre terminas ganándome.

Ella sonrió y luego besó su mejilla. Se alejó de él y giró para mirar a su padre. Sam estaba concentrado leyendo. Ella se fijó en las expresiones de su rostro. Sonrió tiernamente al ver la concentración que él estaba manejando.

—Papá —lo llamó.
—¿Si, cariño? —le preguntó sin dejar de leer el diario.
—¿Cuánto tiempo nos quedaremos aquí? —quiso saber.

Por fin Sam levantó la vista hacia ella. Su única hija lo era todo para él. María era la luz de sus ojos, un bello recuerdo de su madre.

—Tres meses —contestó Sam.
—¡¿Tres meses?! —gritó Matt —¿Acaso has perdido el juicio, Sami?
—No, solo que por lo menos yo me quedaré todo ese tiempo. Es más… estoy pensando seriamente en quedarme a vivir aquí.

La boca se María se abrió por la sorpresa. Seguramente su padre estaba bromeando con ella. él no podía quedarse allí. No podía dejar la empresa en la cuidad, no podía dejarla a ella sola en la cuidad.

—Dime que es una broma —le pidió ella. Sam soltó un suspiro y luego se sacó los anteojos de lectura.
—No, amor, no es una broma. Quiero quedarme a vivir en mi campo.
—Pero… papá… no puedes estar hablando en serio. Tienes negocios que atender… ¡no puedes dejarme sola!
—No voy a dejarte sola, amor —dijo tiernamente y miró por la ventana —Recuerda que Ashton está contigo…

Matt resopló y volvió a cruzarse de brazos.

—No puedes estar hablando de dejar a tu hija con ese pedazo de imbécil —dijo Matt. María lo miró algo enojada —¡No me mires así, niña! —la regañó —Tengo toda la razón del mundo al decir que es un imbécil. El rey de los imbéciles.
—Basta, Matt —le advirtió.
—Sam… tú y yo sabemos perfectamente que ese idiota no quiere realmente a María.

Sam se encogió de hombros.

—Yo no puedo decirle a María a quien debe amar.
—¡Pues deberías! —aseguró —Ese tarado solo sabe hacerla llorar… ¡la engaña!
—¡Matthew Donovan, basta ya! —dijo enojada —No quiero seguir escuchándote hablar de Ashton. Déjalo ya.
—Eres tan tonta, María… tan tonta —dijo él entre dientes —Dime una cosa… ¿Por qué el muy idiota no quiso venir con nosotros?
—Tenía cosas que hacer —respondió María al instante.
—¿Cosas como qué? —inquirió él.
—Trabajo —dijo ella simplemente.
—Oh, vamos. No eres una idiota, ¿o si? Sabes perfectamente que él no se quedó a trabajar precisamente… —los ojos de María comenzaron a llenarse de lágrimas.
—Matt —le advirtió Sam —Déjala ya… no podemos hacer nada si ella lo ama. Es su decisión. Como también es mi decisión quedarme a vivir aquí.

María no volvió a hablar. Su mirada estaba fija en la ventana… observando la inmensidad en color verde. A lo lejos se podían ver varios árboles, más verde, algunos animales y más árboles. A veces sentía que Matt la odiaba… pero al final terminaba comprendiendo que su mejor amigo solo quería protegerla.

Pero estaba segura que aquella no era la forma. Él sabía que ella quería a Ashton. Y no entendía por qué él no lo aceptaba de una vez.

—Estamos ingresando, señor —habló Charlie desde adelante.

María se acercó más a la ventana y la estancia comenzó a asomarse a sus ojos. Su corazón latió rápido. Su niñez estaba guardada en aquel lugar. Divisó un par de caballos y varios hombres que se giraban a ver la camioneta.

El auto se detuvo. María sonrió emocionada y sin dudarlo se bajó. Sus pies tocaron el firme suelo de mármol de la entrada de la mansión. Miró algo embobada aquella casa. No recordaba que fuera tan grande. El aire fresco golpeó su rostro. Respiró profundamente mientras cerraba los ojos. ¿Cuándo había sido la última vez que había respirado tan bien? No lo recordaba. Su padre y Matt se bajaron detrás de ella. Sam sonrió y respiró profundamente.

—Hogar dulce hogar —dijo en un susurró —Charlie, mete todas las cosas en la casa y luego
puedes tomarte el día.
—Gracias, señor —dijo el chofer y se dispuso a bajar todas las valijas.

Sam se acercó a la puerta y entró. María se quedó quieta en su lugar. No sabía muy bien que hacer. Se sentía algo perdida. Le daba la sensación de que no iba a conocer nada de lo que había dentro. Sintió que una mano tomaba la suya. Levantó la cabeza y lo miró. Matt tenía aquella mirada de niño arrepentido en el rostro.

Y sin poder evitarlo una sonrisa se le escapó de los labios. Jamás podía estar mucho tiempo enojada con él.

—Te perdono, Mattie —le dijo. Él sonrió aliviado.
—Yo también te perdono a ti —dijo. Ella lo miró divertida.
—Yo no te pedí perdón —aseguró.
—Pues deberías.

María rió y sin soltar la mano de su mejor amigo ingresaron a la casa. Ambos se detuvieron para contemplar todo. La boca de María casi tocó el piso al observar todo aquello. Realmente estaba completamente distinto a como ella lo recordaba.

—Papá… —dijo en un susurro. Sam se giró a verla.
—¿Qué, mi amor? —le preguntó él.
—Esto está tan… distinto —estaba asombrada.
—Lo sé,… Marta se ha encargado de hacer que este lugar luciera cada vez mejor con el correr de
los años…
—¿Quién? —preguntó Matt intrigado.

Entonces una de las puertas se abrió y una mujer de cabellos claros entró a la sala. Se detuvo al verlos. Primero miró a Sam y luego su mirada se dirigió a María y Matt. Su rostro cambió radicalmente al ver a la chica.

—¿Niña María? —murmuró.

La chica de amplios ojos, pestañeó seguidamente al sentirse algo… tonta. Pero recordó perfectamente a aquella mujer. ¿Cómo podía olvidarla? Ella le había hecho la mejor casa de muñecas de la historia.

—Marta —sonrió al fin luego de unos segundos.

La mujer se llevó una mano a la boca para sofocar un sollozo y luego se acercó a ella para abrazarla.

Algo confundida María le devolvió el gesto. La mujer parecía verdaderamente emocionada de verla. María se sintió algo tonta.

—No puedo creer que seas tú, mi niña —le dijo y luego se alejó para observarla a la cara. Le acarició el cabello —Estás tan hermosa.

Ella sonrió algo tímida y luego miró a su padre. Sam tenía una gran sonrisa en el rostro.

—Tú también estás hermosa, Marta —le aseguró —No has cambiado nada. Alguien acomodó la garganta.
—Te estás olvidando de presentarme, Sweetness —le reprochó Matt.
—Lo lamento —dijo divertida y soltó a la mujer —Pattie, él es mi mejor amigo… Matt Donovan. Mattie, ella es Marta

… la mejor creadora de casa de muñecas del mundo.

Marta rió divertida y le tendió la mano a Matt.

—Mucho gusto.
—Mar, si tú eres la que ha estado manteniendo este lugar de esta forma… déjame decirte que eres excelente decorando. ¡Me encanta!
—Muchas gracias, muchacho.
—Solo dime Matt, Mattie o… como te guste.

Marta asintió y luego se giró a mirar a Sam. Su corazón latió rápido. Siempre que lo veía se sentía como una tonta niña de 15 años.

—No me avisó que llegaba con la niña, señor —le habló luego de unos cuantos segundos.

Sam esbozó una suave sonrisa y se acercó a ella para tomar su mano y besarle el dorso. El corazón de Sam latió más rápido aun.

—Quería darte una sorpresa —le dijo y luego soltó su mano. María miró cómplice a Matt.

Este último le guiñó un ojo mientras asentía con la cabeza. María acomodó la garganta. Algo exaltada Marta la miró.

—¿Qué les parece si les muestro sus habitaciones? —preguntó algo nerviosa —Solo falta ponerles sábanas a las camas y listo…
—Me parece bien —dijo María.
—Si —asintió Matt —Muero muerto por darme un baño y descansar. El viaje fue agotador.
—Me imagino que si —dijo Marta divertida.
—Mientras ustedes se acomodan yo voy a ir a mi despacho a hacer unas llamadas y a hablar con los muchachos…

Sam le guiñó un ojo a Marta y desapareció por una de las puertas. Al instante la mujer se puso roja como un tomate. María la miró divertida.

—¿Qué sucede entre tú y papá, Marta? —preguntó María.

Marta la miró como espantada y luego sacudió la cabeza.

—Nada, mi niña, nada —dijo rápidamente.
—Oh Pat... —habló Matt y luego se acercó un poco para hablarle más bajo —No somos tontos… nos dimos cuenta de que ustedes dos se gustan.
—¡Dios me libre y me guarde! —exclamó ella escandalizada mientras comenzaba a subir las escaleras —Yo soy solo el ama de llaves de este lugar… y llevo muchos años trabajando aquí. El señor Sam y yo solo tenemos un mutuo respeto.
—¿Sabes cuando fue la última vez que vi a mi padre besar la mano de una mujer? —le preguntó María. Marta negó con la cabeza —Nunca…
—Ya basta, muchachos —dijo tan roja como un tomate. Se giró a ver al chofer que luchaba con las valijas —¿Necesitas ayuda, Charlie?

Siguieron subiendo hasta llegar al primer piso. Matt miraba realmente asombrado todo. Jamás pensó que ese lugar sería tan hermoso. María sentía una torpe emoción. Acababa de subir por las escaleras por las que había bajado corriendo más de un millón de veces. Estaba caminando por el pasillo por el que había bailado un millón de veces. Entonces se detuvieron frente a una puerta. Sin dudarlo dos veces María abrió la puerta y entró a lo que había sido su antigua habitación.

Estaba casi como ella recordaba. Solo que ahora había una cama más grande y ya no era rosa. Y sintió nostalgia… pensar que ella casi había olvidado todo eso. ¿Por qué había veces que las personas olvidaban lo importante de la vida? ¿Por qué al crecer… se dejaba de lado aquella hermosa niñez? ¿Por qué se le llamaba infantil a los sentimientos bonitos y confusos? Se acercó hasta la nueva cama. Se sentó con cuidado y luego miró a Marta y Matt. Estos dos la observaban confundidos. María soltó un suspiro y luego se dejó caer boca arriba en la cama. Su mirada quedó fija en el techo… techo que seguía teniendo las mismas nubes pintadas de siempre. Sonrió.

—¿Qué te pasa, Darling? —preguntó Matt.
—Nada… —ella sonrió aun más —Solo que me estoy sintiendo… muy en casa.







Autora:

Espero que os haya gustado este nuevo capitulo!!!

Espero como siempre vuestros comentarios abajo diciendome que os ha parecido.

Gracias por leer!!

Besos, María.


viernes, 13 de diciembre de 2013

Story of my life - Capítulo 1


Capítulo 1:





Años después.

¿Cómo podía ser posible que se le perdiera aquella cadenita? ¿Cómo? Él no era descuidado, jamás lo había sido. Y ahora no la encontraba la pequeña cadena en forma de caballo por ningún lado. No quería perder aquel recuerdo de los mejores años de su vida. Siendo un niño él había sido muy feliz… Ahora también lo era, pero desgraciadamente nunca iba a ser igual. 

Se maldijo a si mismo… ¿Dónde podría haberla dejado? Ya la había buscado en todos lados: la caballeriza, su cuarto, el baño, el gallinero, la cocina, la casa grande.

Se detuvo a pensar un poco. Quizás la había dejado en la casa de Evie. Aunque a decir verdad hacía como una semana que no iba a ver a su novia y la cadenita la había perdido ayer. Soltó un suspiro. Y se sentó con cuidado en una de las sillas de la
cocina.

—¿Buscabas esto? —preguntó ella.

Al instante él levantó la vista y se puso de pie. Casi corrió hacia donde estaba su madre con la mano levantada y mostrándole lo que había estado buscando desde hacía tantas horas.

—¿Dónde estaba? —quiso saber mientras se la quitaba de la mano.
—La dejaste tirada cerca del horno anoche, después de que lo arreglaste.
—No la dejé tirada. Seguramente se me cayó…

Se la volvió a poner, y se sintió aliviado. Sus bonitos recuerdos ahora estaban de nuevo con él.

Álvaro Gango era un hombre de campo. Había nacido allí, se había criado allí y pensaba morir allí. Él no se consideraba una persona mala, y estaba muy orgulloso de lo que había logrado en todos esos año en los campos López. Siendo muy joven con apenas 15 años, su jefe lo había nombrado encargado del lugar, cuando había decidido irse a vivir a la cuidad. Y desde entonces Álvaro había llevado adelante los asuntos de aquella conocida estancia. Pero a pesar de dejarle toda la responsabilidad, Sam López iba a verlos todos los años en las vacaciones de verano. Se quedaba allí unos dos meses y luego volvía a su agitada vida de negocios. Álvaro siempre se preguntaba como era que ese hombre no se había vuelto loco viviendo en la cuidad, siendo que él también había nacido y criado en aquel campo. Pero lo sabía, Sam era un gran hombre que se adaptaba a cualquier situación de cambio. Y Álvaro lo admirada… lo admiraba y lo quería como a un padre. Por eso mismo cada vez que el jefe llegaba todo el mundo estaba como loco arreglando y preparando todo.

—Es como la decimaquinta vez que pierdes ese colgante, Álvaro —lo regañó ella pero no del todo. Le besó la frente y se acercó a las hornillas para revisar la comida que estaba preparando. La cena siempre comenzaba a prepararse antes del atardecer.
—No es a propósito —aseguró él —Al parecer no le gusta estar en mi cuello.
Marta sonrió y lo miró de manera tierna.
—¿Ya está todo listo? Mira que hoy llega el señor López.
—Si, todo está listo.
—Más te vale, Álvaro…
—Mamá… bien sabes que me gusta que el jefe venga a encontrar todo en orden y en perfecto estado.
—Si, lo sé. Pero solo te pregunto para que estés completamente seguro. No quiero que nada salga mal. Sam… —sacudió la cabeza —Digo, el señor López se merece lo mejor.

Álvaro puso los ojos en blanco. Si había alguien que se ponía quisquillosa con la llegada del jefe en aquel lugar, esa era su madre. Todos los trabajadores huían de ella despavoridos. Se ponía insoportable, histérica y sobre todo intratable. Álvaro creía saber la razón de sus nervios. Aunque ella jamás llegara a admitirlo, él sabía que su madre sentía algo especial por ese hombre. Y cuando volvía al campo, ella parecía perder los estribos. Los únicos que podían con ella en días así eran Alex y él.

Alex Gango era más que un primo para Álvaro. Era como su hermano menor. El rubio se había mudado a vivir con ellos cuando su padre, había muerto en un accidente de campo. Álvaro y Marta eran la única familia que le quedaba.

Gango entró a la cocina y se detuvo a mirarlos. Álvaro le sonrió y se puso de pie. Pero dejó de sonreír al ver la cara de preocupación y frustración que tenía su primo.

—¿Qué sucedió? —le preguntó al instante.
—White —murmuró el rubio simplemente.

Álvaro resopló. ¿Otra vez aquel caballo? ¿Cuándo iba a ser el día en que el corcel blanco no le diera dolores de cabeza?

—¿Qué hizo ahora? —quiso saber.
—Le ha dado un buen susto al pobre de Peter, casi lo golpea. Luego rompió su bozal, rompió un par de mecheras en las caballerizas, salió hecho una fiera, saltó la cerca y se metió por el bosque.

Álvaro cerró los ojos y se masajeó el puente de la nariz. Ese caballo no cambiaba más. No había forma de que lo adiestrara. El muy cabeza dura jamás se terminaba de comportar. Solo le gustaba ser un caballo salvaje. Pero ¿Quién podría culparlo de ser así?, Nadie.

El castaño se había encargado de criarlo… y jamás le había puesto verdaderamente los límites. Además de que se parecían demasiado. Podría decirse que hasta White estaba mimetizado con Álvaro.

Por ejemplo: cuando él estaba enfermo, White también parecía estarlo. Cuando se sentía enojado, el caballo también. Cuando estaba contento, también él. Cuando se sentía atrapado, frustrado por el trabajo y quería salir corriendo y dejar todo en manos de alguien más… White hacía destrozos y huía al medio del bosque.

Al parecer hoy el caballo también se había mimetizado con él… aquello que White había hecho era lo mismo que Álvaro quería hacer. Huir. Y no sabía exactamente por qué. La mayoría de las veces cuando su jefe venía al campo, él estaba contento. Pero hoy no era así. Hoy se sentía extraño. Algo le decía que pronto se sentiría más extraño aun.

Giró para mirar a Marta y le entregó una sonrisa galante. Ella casi siempre se quedaba tranquila cuando él le sonreía así.

—¿Te dije que llamó, Evie? —le preguntó. Álvaro frunció el ceño.
—No, no me lo habías dicho —resopló —¿Qué te dijo?
—Que está enojada contigo porque no le devuelves las llamadas y ya no la vas a ver…
—¿Le dijiste que estoy muy ocupado? —inquirió mientras se acercaba a donde estaba parado

Alex y le hacía una seña de que comenzara a caminar.

—Si, se lo dije… pero dice que como ella es tu novia tendría que ser tu prioridad.
Álvaro soltó un lento suspiro. A veces Evie era demasiado ‘inmadura’. Y él sentía que
necesitaba un respiro.
—En la noche iré a verla… si vuelve a llamar dile eso.

Su madre asintió y ellos dos salieron de la casa.

—Tú no estás realmente enamorado de Evangelina —habló Alex mientras ambos caminaban hacia la caballeriza.Liam iría a buscar a White.
—¿Por qué lo dices? —preguntó extrañado.
—Porque si la amaras realmente… le harías un espacio aunque te estuvieras muriendo. Solo estás con ella por costumbre. Y créeme cuando te digo que eso no es amor.
—¿Y tú que sabes del amor? —inquirió divertido el castaño.
—Yo estoy enamorado. Solo que soy un maldito cobarde y no me animo a decírselo.
—¿Y por qué no te animas, tonto?
—Álvaro, es la hija de un acensado. ¿Acaso no has visto como terminan ese tipo de romances? Si ella llegara a tener algo con un simple trabajador como yo, su familia sería capaz de darle la espalda y dejarla en la calle… en este caso en medio del campo.

Álvaro esbozó una pequeña sonrisa y despeinó un poco el cabello del rubio. Alex apenas tenía 19 años y ya sufría de aquella manera tan pasional.

—Sara no es de esas que menosprecian a los chicos. Es más,… tú también le gustas.

Alex dejó de caminar. Álvaro lo miró realmente divertido.

—¿Cómo sabes que le gusto? —preguntó atónito.
—Me lo dijo un pajarito —se hizo el misterioso.

Le encantaba poner nervioso a Alex. Principalmente cuando se trataba de la pequeña Sara. Con apenas 17 años, aquella niña rompía más de un corazón por aquellos lados. Y Alex no era la excepción.

Alex casi corrió detrás de Álvaro y lo llenó de preguntas, intentando sacar alguna
información que le dijera como sabía que Sara también sentía algo por él.

Pero Álvaro no soltó nada. Aunque a decir verdad no sabía mucho. Pero no hacía falta saberlo. A Sara se le notaba de lejos el amor por Alex. Y viceversa. Solo tenían miedo. Miedo de las reacciones de los demás. Miedo de la desaprobación, siendo que amar a alguien no es nada malo.

El castaño soltó un suspiro. A veces él mismo se preguntaba como era amar realmente a alguien.

Evie era su novia desde los 17 y jamás sintió las tontas cosquillas en la panza, la tonta
sensación de no querer dejar de verla nunca. ¿Sería eso normal? Él no lo sabía.

Distinto había sido cuando era un niño y había sentido algo por una niña que le rompió el corazón el día en que se fue y no volvió jamás… todavía le dolía. Frunció el ceño. ¿Cómo podía dolerle algo tan… tonto? Era un niño. ¡Los niños no saben nada de amor! 


Llegaron al establo. La mayoría de los trabajadores estaban allí arreglando los líos que había hecho el caballo blanco y discutiendo de las nuevas medidas que tendrían que tomar para controlarlo. Pero al instante en que vieron a Álvaro guardaron silencio. Para ser uno de los trabajadores más joven, después de Alex, a Álvaro le tenían mucho respeto. No solo por ser el encargado de todo, sino que se lo había ganado con el correr de los años.

Habiendo nacido y criado en aquellos campos, nadie conocía ese lugar tanto como él. Tal vez otro que todavía tenía más antigüedad que el castaño en esos lados era el viejo Peter. Pero Peter era más una especie de abuelo para todos que una autoridad.

—Voy a ir a buscar a White —habló a Álvaro —Prepárenme a Helios, ¿si?

Al instante se pusieron en marcha. Álvaro se acercó al anciano de cabellos blancos.

—Que gran susto me dio el potrillo —dijo Peter. Álvaro apoyó una de sus manos sobre su hombro.
—No estás herido, ¿verdad? —quiso saber.
—No, no, no, no me ha hecho nada. Solo hizo una de sus típicas pataletas. Al parecer hoy no está de humor.
—Tampoco yo —aseguró el castaño. Terminaron de preparar a Helios. Era uno de los pocos caballos pura sangre que quedaban en el campo. Por ende, era uno de los mejores. Claro que no superaba ni por asomo a White. Y Álvaro se sentía orgulloso de eso.

—¿Quieres que te acompañe? —le preguntó Alex mientras él se subía al caballo. Álvaro se acomodó y luego miró a su primo.
—No, gracias. Necesito que te quedes a supervisar como van con el marcado de las vacas. He escuchado que andan robando las vacas que no tienen marca. No quiero más perdidas.
—Está bien —murmuró Gango —Ve con cuidado por favor. Deberías llevar tu arma por si acaso. Dijeron que hay varios pumas por la zona.
—Tranquilo, Alex —dijo divertido el ojimiel —Estaré bien.
—Yo no estoy preocupado por ti, pelmazo —aseguró —Solo me preocupa que te suceda algo y luego sea yo el que tenga que soportar a la tía Marta.

Álvaro soltó una estrepitosa carcajada y salió rápidamente del establo. A veces Alex tenía cada ocurrencia y lo hacía sentirse un poco mejor. El buen sentido de su primo lo sacaba de su apestoso mal humor. Helios comenzó a adentrarse en el bosque. Álvaro estaba siguiendo el camino que los demás trabajadores le habían indicado. Pero en realidad no tenía ni la menor idea de en dónde podía ser que White estaba. Comenzó a aminorar la marcha cuando el sonido de una cascada llegó a sus oídos. Y entonces recordó que por allí estaba el pequeño arroyo… hacía tanto que no iba a ese lugar.

Detuvo a Helios y se bajó con cuidado. Sin hacer ruido caminó hasta asomarse y observar la pequeña porción de paraíso que allí había. La cascada caía con fuerza, llenando el lugar del ruido más bonito del mundo. Y entonces lo vio. Allí estaba el gran caballo blanco tomando agua. Decidió hacerse ver… White casi nunca huía de él.

—Eeey, compañero —lo llamó. El caballo se volteó a verlo y resopló —¿Qué significa eso? Más respeto con tu cuidador… —volvió a rechinar y meneó la cabeza. Álvaro sonrió y se acercó con cuidado —¿Qué te pasa hoy? ¿Por qué hiciste todos esos líos? ¿Acaso era necesario? —White dio unos pasos hacia atrás —Oye, oye… no te alejes de mí. Solo quiero que vayamos para la estancia. Tengo tantas cosas que hacer, White.

Y de repente Álvaro vio aquella pequeña casita detrás del caballo. Se quedó quieto y sin poder evitarlo corrió hacia allí ¡Por dios! ¿Cómo pudo él haberse olvidado de que aquel lugar existía?. Se detuvo frente a la puerta. El lugar se veía viejo, abandonado… y su cabeza se llenó de recuerdos de su niñez. Realmente todo era más fácil cuando era niño. Intentó abrir la puerta pero al parecer estaba trabada. Y miró a White. El caballo lo miraba fijamente, como si quisiera decirle algo. Álvaro frunció el ceño y bajó la mirada hacia el final de la puerta. Se agachó y limpió un poco el polvo.

Salvaje, esto no es correcto. Yo no debería tallar puertas, pero creo que solo por hoy es necesario. Mañana me voy y quiero que cuando te sientas triste y no tengas con quien hablar vengas aquí… a nuestro lugar secreto y pienses en mí… yo siempre pensaré en ti. Jamás, jamás, jamás, jamás voy a olvidarme de ti y de tus ojos. Eres el príncipe de toda princesa, suerte tengo de tenerte. Me gustaría escribirte más pero se me está cansando la mano y tú me estás haciendo tontas preguntas y no me dejas terminar tranquila… Te amo, Álvaro , Por siempre y para siempre, López.

Así terminaba aquella extraña nota que él jamás había leído, hasta ahora.









Autora:

Espero que os haya gustado el primer capítulo de esta novela. Espero que me dejeis vuestros comentarios abajo diciendome que os ha parecido, si os gusta o si no os gusta.

Gracias por leer y por seguir la historia.

Besos, María.