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The story

Estas dos historias no son mías, las encontré por casualidad por facebook y me han encantado. Así que he decidido publicarlas para que todas podáis disfrutar de estas fantásticas novelas tanto como yo. No se quien las ha escrito pero son maravillosa. Espero que os gusten.


Gracias por leer.

viernes, 31 de enero de 2014

Story of my life - Capítulo 17


Capítulo 17:



Volvieron hablando animadamente. Por alguna extraña razón preferían hablar hasta del color de un sapo antes que quedarse callados. Se detuvieron frente a la casa. Álvaro la bajó con cuidado y luego se bajó él. María se giró a verlo.

—Muchas gracias por el paseo —le sonrió.
—No es nada. 


Ella se acercó a la puerta para ingresar a la casa, y se detuvo al ver que Álvaro no la seguía para entrar.


—¿Qué pasa? —le preguntó.
—Los peones no entramos por la puerta principal —dijo él. Ella lo miró bien.
—¿Por qué? —quiso saber.
—Porque somos empleados y entramos por la cocina.


Ella lo miró espantada. Eso era horrible.


—No quiero que vuelvas a decir eso —le dijo —Ustedes no son ladrones para entrar por atrás.
—Pero…
—Pero nada, Álvaro. Es una orden.


Él sonrió por lo bajo. Ella siempre había sido así de justa. Para ella todos eran iguales y nadie era mejor que nadie. Soltó un suspiro.


—Está bien, entremos.


Ingresaron y casi toda la casa estaba en un completo silencio.


—¿Dónde estarán todos? —preguntó la morena.
—¿Durmiendo? —inquirió Álvaro. Ella sonrió.
—Debe ser eso —asintió —¿Vamos a tomar un té?
—Mmm, no lo sé…
—Vamos, Salvaje, solo un té. Por los viejos tiempos.


Ella le había puesto su mejor cara de perrito mojado, y eso lo estaba matando lentamente. Trato de calmar a su acelerado corazón.


—Bueno, vamos.


María dio un par de saltitos contenta y en un impulso se acercó a él para abrazarlo. Álvaro, algo asombrado, la envolvió. Y se quedaron así, abrazados y sintiéndose muy tontos. Luego de unos cuantos segundos ella se alejó algo avergonzada.


—Lo siento —se disculpó.
—No tienes por qué —aseguró Álvaro.


Entraron a la cocina y María se dirigió a las hornallas, mientras que Álvaro tomaba asiento cerca de la mesada. Se quedó observándola. ¿Podía ser más hermosa? Seguramente si. Entonces a su mente vino la charla que ella había tenido en la tarde con ese tal… Ashton. ¿Debería preguntarle? Un nudo se le formó en medio del estomago. No podía tolerar la idea de María con otro hombre. Le daba rabia la idea.


—Oye, te gané una carrera, y el lavado de los caballos —comentó ella mientras buscaba té en una de las cajoneras de la cocina —¿No crees que me debes algo por eso? —indagó y lo miró sobre su hombro con una sonrisita de autosuficiencia.


Álvaro sonrió divertido y luego alzó una de sus espesas cejas. Ella se ruborizó y volteó, para seguir buscando el té.


—Y ¿se puede saber que es lo que te debo? —inquirió.


Saltó de la mesada sigilosamente y se posicionó detrás de ella. Cuando María al fin dio con el té, volteó y se sobresaltó al encontrar el gran cuerpo de Álvaro frente a ella. Abrió la boca, aunque incapaz de emitir palabra. Él se acercó un poco más.


Por dios, ¡¿qué había entendido?! O, ¿¡qué había insinuado ella!? Se ruborizó de sobremanera, y la respiración se le agitó al sentir como Álvaro se acercaba lentamente a ella.


Él no podía dejar de mirarla a lo ojos, esos ojos profundos de color chocolate que siempre lo habían cautivado. Pero, inevitablemente, su mirada miel bajó hasta los labios de la morena. Esos carnosos labios que había probado por primera vez cuando tenía 13 años. Y que quería volver a probarlos, justo ahora.


Ella no pudo moverse de su lugar, simplemente parecía que sus pies estaban pegados al suelo. Su respiración era algo irregular, y sentía como su corazón latía fuerte. Tenerlo así de cerca era de unas las cosas más… maravillosas que le habían pasado en los últimos tiempos.


Álvaro no podía detener la leve inclinación que estaba haciendo su rostro hacia el de ella, simplemente no podía. Él tenía que besarla, sacarse la duda, volver a sentirla.


Y justo, justo cuando estaba a muy pocos segundos de volver a hacerlo el agua comenzó a silbar y el vapor comenzó a salir, avisando que ya había hervido.


María volteó con rapidez, rompiendo el encanto, y él se quedó allí, quieto, con ganas de besarla. Se alejó, algo incómodo, y volvió a sentarse.


Ella vertió el agua en la taza azul, y ese fue el único sonido que llenó la habitación. ¿Cómo se suponía que iría a mirarlo ahora? Aquello había sido más que extraño.


Álvaro se rascó la nuca, nervioso. Se maldijo unas tres mil veces mentalmente. Él no debió acercarse así a ella, no. Pero el sentimiento era más fuerte que él.


Iba a decirle algo pero la puerta trasera se abrió de golpe, dejándole el paso a una mujer de pelo color castaño oscuro y tez clara. Sus ojos negros decían casi todo de ella: soberbia.


Casi corrió hasta Álvaro, quién apenas se había dado cuenta de que ya había ingresado, y le echó los brazos al cuello, para luego besarlo en la boca, demasiado acelerada.


Los ojos de María se abrieron como platos y su mandíbula tocó el suelo. Una repentina furia comenzó a crecer dentro de ella. Apartó la vista, repentinamente asaltada por una ola de furiosos celos.


Las ganas que tenía de arrojarle la taza con agua hirviendo encima eran enormes. Apretó el mango de la taza con más fuerza de la habitual, y justo cuando volteó, Álvaro intentaba apartarse a la chica de encima. Casi sonrió, pero se mordió los labios.


Al parecer la mujercita no tenía muchas intenciones de dejarlo en paz y María se sentía demasiado molesta como pensar con claridad y decirle algo.


—Evie, Evangelina… ¿Qué haces? —murmuró él entre dientes.
—Estoy totalmente indignada contigo, Álvaro ¿Por qué no me devuelves las llamadas que te hago? —le preguntó ella, ignorándolo. María puso los ojos en blanco.


Álvaro suspiró, parecía un poco harto.


—¿Cuántas veces te dije que no puedes entrar aquí de esa manera, Evangelina?


Ella se encogió de hombros.


—No lo sé —contestó y se acercó para besarlo, pero Álvaro corrió la cara. Se percató de que María seguía allí. Apartó a Evangelina, y la miró severamente.


—No estamos solos —le susurró, y entonces ella miró a la morena.


Alzó ambas cejas para mirarla de arriba a bajo. María sintió como su mandíbula se tensaba y otra vez su mano apretaba con un poco de fuerza la taza.


—Señorita, ella es Evangelina —la presentó Álvaro.
—La novia —puntualizó ella. María asintió y fingió una sonrisa.
—Ella es la señorita María, Evie, la hija del señor Sam —le contó.
—Oh, ¿enserio? —dijo algo asombrada —No sabía que él señor López tenía una hija. Nunca me la mencionaste, mi amor —le habló a él.


María miró fijo a Álvaro. Él le devolvió la mirada. Ella apretó los labios y asintió con la cabeza. Así que nunca se la había mencionado.


Matt entró de repente a la cocina, salvándola. Miró a cada uno alternadamente, reparando en la presencia de Evangelina. Pudo percibir la tensión del ambiente.


—¿Sucede algo? —habló él. María lo miró y sonrió con ironía.
—No —musitó la morena.
—Matt, ella es Evangelina—le dijo Álvaro.
—La novia —aclaró María con tono sarcástico. Matt le sonrió a la chica, pero su mirada pronto volvió a su morena amiga.


María miró una vez más a Álvaro y negó levemente con la cabeza para luego tomar su taza con firmeza, y sin decir nada abandonar la cocina. Álvaro la siguió con la mirada.


—Un placer conocerte Evangelina, lindo color de pelo —le dijo Matt y volvió a desaparecer por la puerta.


Álvaro se volvió hacia Evie y la miró enojado.

—Que rara la hija del señor López —dijo ella no percatándose del enojo de su novio.
—Evangelina, te lo he dicho miles de veces, por favor. No lo hagas más, ¿entendiste? —dijo enojado.
—Si, mi amor pero… no me llamas y te extraño —dijo ella haciendo un leve puchero.
—Creo que sabes que trabajo todo el día y si no te llamo es porque no tengo tiempo —dijo con tono molesto aun. Se sentía ridículamente extraño. María se había ido de una manera un poco rara, parecía enojada.
—Si, pero… pero…
—Pero nada Evie, ahora la casa no esta sola. Los patrones están aquí y tienen invitados… Así que de verdad voy a pedirte que vayas a tu casa. Te llevo si quieres… pero es tarde, así que vamos —le dijo.


Ella asintió y Álvaro se bajó de la mesada, alejándose. Salió de la cocina y Evie se quedó allí, enojada. Dio una patada al suelo, enfurecida, y gruñó. Odiaba no encontrarlo de buen humor. Miró una vez más la puerta por la que se había ido la tal María, y entrecerró los ojos. Algo le decía que esa ‘estiradita’ le traería varios problemas. Salió de allí, yendo detrás de Álvaro. Por lo menos pasaría unos cuantos minutos con él, hasta que llegaran a su casa…


Álvaro entró a su habitación y se tiró pesadamente en su cama, colocando sus brazos detrás de su cabeza. 
Su mente no dejaba de pensar ni un solo segundo. Acababa de llegar de la casa de Evie, la había dejado en la puerta… y había tardado un poco más de lo previsto ya que ella intentaba convencerlo para que se quedara.

Maldita sea, él era un mal novio...

Se había olvidado por completo de la existencia de Evie desde que María había llegado a la estancia. Y se sentía mal por ello, Evangelina era su novia, su compañera. Desde los 19 años estaban juntos, y nunca, nunca le había pasado algo como eso.


Y por otro lado estaba ella, María… la niña de la que él había estado completa y perdidamente enamorado cuando apenas era un pre adolescente.


La chica que pensó que jamás volvería a ver en su vida… había vuelto y había traído con ella una caja de recuerdos que lo estaban torturando.


Lo que estuvo a punto de hacer en la cocina, lo desconcertó. Él iba a besarla, si el agua no hubiese silbado el la habría besado. Eso era una locura, una total y completa locura. María era la hija del jefe, de su jefe. Y por ende él tenía que respetarla y mantener sus sentimientos lo más controlados posible. Pero el impulso que lo recorrió había sido mayor que cualquier autocontrol en el mundo entero. Se sintió preso de un sentimiento que nunca había sentido. Tuvo la sensación de que un caballo salvaje galopaba en su pecho, en vez de su corazón.


Y al verla de cerca, sentirla así de cerca, el calor de su aliento había rozado sutilmente su mentón. Eso había sido suficiente para enloquecerlo.


Escuchó que la puerta de su cuarto se abría y su madre entraba por ella. Marta lo miró y con cuidado se acercó a él, para recostarse a su lado como lo hacía siempre, cuando veía que a su hijo algo lo perturbaba.


—¿Quieres contarme? —le preguntó ella.


Él la miró de costado y luego soltó un largo suspiro.


—¿Puedes dejar de amar a alguien de repente? —le preguntó.
—Quizás sea porque nunca la amaste de verdad —le respondió su madre —¿Ya no amas a Evangelina?
—No… no lo sé, mamá.
—¿Es por la niña María? —inquirió. Él volvió a mirarla.
—¿Qué? —aquello lo tomó por sorpresa —Pff, ¿Qué cosas dices, Marta? Claro que no.
—Siempre lo supe —dijo su madre con una leve sonrisa.
—¿Qué cosa? —preguntó confundido.
—Siempre supe que estabas enamorado de ella cuando eras un niño. No hacías otra cosa que hablar de ella. Estabas pendiente de todo lo que hacía, de lo que le dolía, lo que la hacía feliz. Cuando ella se enfermaba dormías parado en la puerta de su habitación por si ella necesitaba algo… Aaay, Álvaro —suspiró —Y ahora que volvió, volvió a traerte aquel sentimiento que perdiste el día en que se fue.
—Pero era un niño mamá…
—¿Y ahora lo eres? —dijo ella mirándolo. Álvaro no dijo nada —Ya no eres un niño, ahora eres un hombre. Y ese sentimiento puro y hermoso que sentías por ella aun esta… pero tal vez ahora que eres un hombre ya no solo este el sentimiento puro…
—Mamá —dijo reprimiendo un sonrisa —No creo que sea correcto que sigamos hablando de este asunto.


Marta rió por lo bajo y se puso de pie, para luego inclinarse y besar la frente de su hijo. Le acarició el rostro, y lo miró de manera tierna.


—No seas tonto, no cometas el mismo error que yo —le aconsejó.


Él frunció el ceño y la miró bien.


—¿De que error hablas? —le preguntó.
—No importa eso ya —le dijo dulce —Solo voy a decirte que sigas a tu corazón. Quizás cuando te des cuenta sea demasiado tarde… —comenzó a caminar hacia la puerta y se giró a verlo —Mamá sabe lo que dice.







Hola amores!!!

Espero que os haya gustado el nuevo capítulo y espero vuestros comentarios como siempre.

Gracias por leer.

Besos, María.

martes, 28 de enero de 2014

Story of my life - Capítulo 16


Capítulo 16:



Álvaro llegó justo cuando vio que Robert Montoya intentaba entrar a la casa de los López a la fuerza. Sam y su madre le hacían frente en la puerta. Se bajó rápidamente de su caballo y se acercó con paso decidido. En ese momento Federico, el hijo mayor de Robert, se giró a verlo. Sonrió con malicia.

—Pero miren a quien tenemos aquí —dijo con sarcasmo—Al peón jefe. 
—Cállate, Federico —dijo Robert —No estamos aquí para juegos infantiles, vinimos a buscar a tu hermana. Déjame pasar, López.
—Ya te dije, Robert, tu hija no está aquí.
—Entonces ¿Por qué no me dejas entrar?
—Porque usted no es bienvenido aquí —habló maggi apuradamente —No después de lo que sus hijos le hicieron a mi sobrino.
—Ya dije que fue un error.
—Si, haber fallado —murmuró Alejandro. Robert lo miró mal. 


Álvaro se acercó hasta dónde estaba su madre y Sam, se paró delante de ellos y miró fijo a Robert Montoya. 


—Creo que el señor López fue claro, señor Montoya. Su hija no está aquí. 


Robert se acercó otro paso a él, desafiándolo. Álvaro ni pestañeó, la verdad era que no le tenía ni un poco de miedo a ese hombre. Entonces Federico y Alejandro sacaron sus armas. 


—Van a dejarme pasar —aseguró Robert.
—No —sentenció el castaño. Sintió la mano de su madre apretarlo con fuerza por detrás.
—Esto es demasiado, Montoya —dijo Sam algo nervioso —No tienes ningún derecho a amenazar a mi gente.
—Entonces déjenme pasar.
—¿Qué sucede aquí? —preguntó ella.


Todos los ojos giraron a verla. María estaba parada con una mueca preocupada, y a su lado estaban Sara y Matt, con dos canastas en las manos. Robert se alejó de Álvaro y sus hijos guardaron sus armas. 


—¿María? —preguntó Federico. Ella lo miró y al instante puso cara de desagrado.
—Federico —le dijo distante y volvió la vista a Álvaro —Vuelvo a preguntar, ¿Qué sucede?


Robert dio unos pasos hasta Sara y justo cuando iba a tomarla del brazo, María se puso en su camino. Álvaro se tensó. 


—Sara, ven aquí —le dijo. Ella ni se movió.
—Espere, espere, espere —dijo la morena —Necesito saber que sucede.
—Ellos vinieron a buscar a Sara porque creyeron que estaba con Alex.


María y Matt soltaron unas sonoras carcajadas y se miraron realmente divertidos.


—¿Con Alex? —dijo el rubio —Por dios, el pobre no puede ni salir de la cama después del disparo que le dieron.
—Y Sara ha estado con nosotros todo el día, juntando huevos —dijo María mientras le mostraba una de las canastas. 


Robert los miró consecutivamente a los tres, parecía no estar del todo convencido. Pero luego de unos cuantos segundos soltó un suspiro y se giró a ver a Sam.


—Lo siento, López.
—Está bien —dijo Sam.
—Nos vamos, muchachos —les dijo a sus hijos —Sara.


La chica le entregó la canasta a María con una pequeña sonrisa en los labios.


—Muchas gracias —murmuró.
—De nada —sonrió ella.


Sara se acercó a su padre. Luego de unos cuantos segundos todos vieron como ellos se alejaban. María y Matt suspiraron aliviados, habían logrado convencer al ogro. Chocaron sus manos y luego hicieron el baile que habían sacado de juego de gemelas. 


Álvaro los miró divertido, al igual que Sam y Marta.


—En realidad no estuvieron todo el tiempo con ella, ¿cierto? —preguntó Sam.
—No —dijeron los dos al unísono.
—Estaba por ver Alex, ¿verdad? —preguntó Marta.
—Si —volvieron a decir como loritos.
—Vamos a tener que ponerle verdaderamente los límites a ese jovencito —dijo la madre de Álvaro —Pero ya, entremos que el sol ya no está y la noche se pone algo fresca.


Todos asintieron. Pero María y Álvaro se quedaron parados en sus lugares, mientras que el resto ingresaba a la casa. La morena le sonrió levemente, él también lo hizo. Parecían dos tontos.


—¿Qué pasó con White? —preguntó ella luego de unos segundos.
—¿Quieres ir a ver? —dijo él.
—Si —asintió emocionada.
—Bien, vamos.


Se acercó a ella y tomó su mano para conducirla hasta su caballo. Se subió el primero y luego la subió delante de él. María se puso algo nerviosa. Estaban demasiado cerca el uno del otro. Su corazón comenzó a palpitar con más fuerza. 


Álvaro tenía aun el pelo húmedo por su tonto juego en las caballerizas, pero su ropa estaba seca. María se percató de que él se tensaba. ¿Sería por el mismo motivo que ella? Sin importar cuanto quisiera mirarlo a la cara, mantuvo la vista al frente.


Álvaro comenzó a andar. El suave viento de la noche les golpeó el rostro. Y no se dijeron nada en todo el camino, era como si no pudieran hablarse. El galope del caballo comenzó a disminuir. María vio que entraban como a un viejo establo. Álvaro giró a la derecha y se detuvo. La bajó a ella y luego se bajó él. 


—¿En dónde estamos? —preguntó la morena.
—Ya verás —dijo él. 


La volvió a tomar de la mano. Un tonto cosquilleó se formó en el estomago de ella. Era tan lindo que él la tomara de la mano como cuando eran niños. Era para darle seguridad. Caminaron entre la oscuridad hasta detenerse en la nada. María frunció el ceño y de repente Álvaro la soltó. Sintió miedo.


—¿ Álvaro ? —lo llamó
—Espérame un segundo que voy a buscar un poco de luz.


Ella solo asintió, aunque sabía que él no podía verla. Los segundos comenzaron a pasar lentamente para María. Ella podía escuchar perfectamente a Álvaro buscando algo, pero estaba nerviosa. Quería que él volviera a tomar su mano.


Entonces una luz se prendió. Ella entrecerró un poco los ojos, para poder mirar bien. Y allí estaba su caballo blanco, parado al lado de una yegua de color negro.


—¿White? —lo llamó. El caballo la miró y relinchó un poquito. 


Álvaro volvió a acercarse a ella y se puso a su lado, mirando a la linda pareja frente a ellos.


—Espera a ver lo que hay entre ellos —le dijo por lo bajo. Ella frunció un poco el ceño y de repente algo pequeño y blanco salió debajo de la yegua. Los ojos de María se abrieron bien a causa de la sorpresa.
—Me muero —musitó anonadada.
—Si, eres abuela —dijo Álvaro.


El pequeño potrillo caminó unos pasos torpes hacia ellos, pero luego volvió hacia atrás. María lo miró realmente enternecida. Era la cosa más bonita que ella había visto en su vida. Tenía hasta los ojos claros de White, pero la diferencia la hacía la mancha color negro en su ojo derecho.


—Es tan hermoso —dijo ella emocionada.
—Si —murmuró Álvaro —Cómo tú…


María siguió con la mirada fija en el potrillo, pero había escuchado perfectamente esas palabras. Aunque estaba segura de que él no había querido decirlas en voz alta, ya que apenas las había susurrado. 


Lo miró de reojo, él miraba fijamente al frente, y ella pudo distinguir un pequeño sonrojo en su rostro. Se aguantó las ganas de reír. 


—¿Cómo se llama? —preguntó para cambiar de tema. Álvaro se acomodó la garganta.
—No lo sé… no le puse ningún nombre ¿Cómo quieres llamarlo? —le dijo.
—No soy buena para los nombres. Le puse White a mi caballo blanco, es un poco obvio que es blanco, ¿verdad?


Álvaro rió por lo bajo y la miró. Sus miradas conectaron. Y sus rostros de diversión desaparecieron, para pasar a rostros de concentración. Más bien a rostros de tontos. Lo único que haría que dejaran de mirarse así sería que Matt o alguien los viniera a buscar, interrumpir o lo que fuera. 


Álvaro quiso que eso pasara. Porque por alguna estúpida razón quería acercarse más a ella, juntar sus frentes y luego sus labios. 


—Que se llame Apolo —dijo Álvaro precipitadamente. Tenía que pensar en otra cosa.
—Si, estoy muy de acuerdo —asintió ella, también tenía que pensar en otra cosa que no fuera agarrar y besarlo.








Hola amores!!! 

Siento haber tardado tanto en subir un capítulo, pero es que estaba de examenes. Espero que os haya gustado y también espero vuestros comentarios de lo que os ha parecido.

Gracias por leer.

Besos, María.

PD: os dejo el link de mis otras novelas:

La verdadera historia de Cato y Clove : http://masalladelaimaginacioncatoyclove7058.blogspot.com.es/
Un amor de verano: http://loquevamasalladelaimaginacion7058.blogspot.com.es/

sábado, 18 de enero de 2014

Story of my life - Capítulo 15


Capítulo 15:



Álvaro casi perdió de vista a White, pero logró alcanzarlo. El caballo blanco parecía algo alterado y nervioso. El castaño empezó a reconocer a donde se dirigía el animal. Estaba yendo hacia le estancia de los Montoya, lugar en donde estaba Estrella. Aquella yegua negra lo era todo para White. Era extraño, para ser animales entendían muy bien la palabra amor. 

White dobló detrás del viejo establo de los Montoya y Álvaro lo siguió. Se detuvo al ver aquella escena. Estrella estaba acostada en el suelo y Carl estaba arrodillado delante de ella. White se acercó a ella y bajó la cabeza para tocarla con su hocico. 


—¿Qué sucede, Carl? —le preguntó al viejo peón de aquella estancia. El hombre se giró a verlo y le dedico una pequeña sonrisa.
—Estrella está por parir —le contó.


Los ojos de Álvaro se abrieron por la sorpresa. Así que eso era… White iba a ser papá. Se bajó con cuidado del caballo y se acercó hasta donde estaban. Estrella se veía algo cansada y White estaba muy cerca de ella. 


—¿Por qué no me dijiste que estaba preñada? —le preguntó.
—Queríamos que fuera sorpresa, ¿verdad, White?


El caballo blanco relinchó. Álvaro se acercó aun más. La yegua parecía estar muy cansada, y Carl se encargaba de limpiar la sangre y todo lo que ella estaba perdiendo.


Y de repente todo fue rápido, Estrella hizo un raro sonido y dos segundos más tarde el pequeño potrillo estaba fuera. Álvaro lo miró encantado. Era tan pequeño y se veía completamente vulnerable. El pequeño comenzó a ponerse de pie, mientras Estrella se incorporaba rápidamente y se acercaba a él para olerlo. White también se acercó. Y una tonta sonrisa se dibujó en el rostro de Álvaro. 


El pequeño potrillo era igual de blanco que White, asombroso y muy pequeño. Pero entonces vio aquella pequeña mancha color negro alrededor de su ojo derecho. Rió levemente. Carl se puso de pie y se secó la frente.


—Pfff, ha sido difícil —le dijo a Álvaro.
—Ya lo creo —sonrió el chico de ojos miel.
—¿Te parece si los dejamos solos? —preguntó el anciano.
—Si, necesitan su espacio.


Se alejaron de la nueva familia para llegar hasta la parte delantera de la caballeriza de los Montoya. Álvaro miró extrañado hacia la casa de estos ya que unos cuantos gritos llegaron a sus oídos. Y entonces los vio, Alejandro y Federico caminaban a grandes zancadas hacia un par de caballos. Mientras que Robert Montoya los seguía a paso decidido. 


—¿Qué habrá pasado? —inquirió Álvaro.
—Sara —murmuró Carl. Justin se giró a verlo rápidamente.
—Sara, ¿Qué?
—Seguramente escapó… otra vez.
—imbécil —musitó él y corrió hacia su caballo. 


Seguramente la pequeña Sara había ido a buscar a Alex. Y si eso era así y ellos tres los encontraban juntos iba a haber muchos problemas.

María salió contenta de su habitación. Se sentía sumamente feliz, renovada. Y eso que apenas habían pasado unas cuantas horas desde que había llegado. Bajó las escaleras y vio que Matt también salía de su cuarto. 


—¿A dónde vas? —le preguntó el rubio.
—A caminar —contestó ella con una sonrisa —¿Me acompañas?
—Mmm… no lo sé.
—Vamos, Mattie. Desde que llegaste no has salido a ningún lado. Tienes que conocer un montón de lugares.
—Es que no lo sé, Sweetness —dijo por lo bajo —Deben haber tantos bichos por ahí.
—¿Sabes que más hay? —preguntó mientras meneaba las cejas.
—¿Qué?
—Peones —respondió con una media sonrisa —Muchos sudados, acalorados, musculosos y bronceados peones para ti.
—OMG —dijo él y se abanicó con una mano —Eres una manipuladora horrible. Pero si que sabes convencer a la gente.


Ella rió y juntos bajaron las escaleras para salir de la casa. Pero entonces María divisó a Alex. Frunció el ceño. 


—¿A dónde vas? —le preguntó ella sobresaltándolo. 


Alex giró algo asustado y maldijo por lo bajo ante el punzante dolor en su brazo herido. Se las arregló para pararse derecho y disimular. Pero María no era tonta y pudo notarlo. 


—Yo… no iba a ningún lado —le respondió.
—Deberías estar en cama, Alex. Tu tía va a enojarse mucho si alguien llega a contarle que no estás en la cama.
—No —murmuró él —No le digas nada, por favor.
—Entonces vuelve a tu cuarto.


El rubio dirigió sus pasos hacia la puerta de salida. María se acomodó la garganta.


—Esa no es la salida —rió Matt divertido. 


Alex resopló y dio media vuelta para entrar en la cocina. 


—Seguramente iba a ir a buscar a la hija de Montoya —dijo ella.
—Aaaw, eso es tan romántico.
—No, es suicidio. Está herido, casi lo matan. Debe ser más prudente.
—Si, tienes razón… Pero aun así sigue siendo romántico. 


María miró divertida a su amigo y luego tomó su mano para dirigirse hacia el mundo exterior. 


El sol del atardecer era una suave caricia para el verde pasto que se presentaba ante sus ojos. Todo se veía calmo y pacifico. Varios hombres estaban trabajando por allí. María comenzó a caminar hacia lo que ella recordaba era el viejo gallinero. Sería divertido ir a juntar un par de huevos con Matt para el desayuno. Más divertido sería ver como Mattie insultaba a las gallinas porque están iban a picotearlo.


Caminaron hablando sobre cosas tontas mientras se empujaban y hacían chistes malos. Pero muy malos. Llegaron. María se giró a verlo.


—¿Listo para juntar huevos, Mattie? – le preguntó. Él puso su mejor cara de asco.
—No lo sé, darling. Tu cara me dice: Vas a sufrir mucho Matt Donovan. Por haberme robado mi novio en primer año.


María soltó una estrepitosa carcajada.


—Eres un tonto.


Ingresaron. Los cacareos no eran tantos. Solo un par que estaban riñendo por ahí eran las rebeldes. María sonrió. Matt puso cara de asco. 


—María, esto es asqueroso.
—Oh, vamos… no es tan malo.


Se acercó a una de las gallinas y revisó si había algo debajo de ella. Se sorprendió de no encontrar nada. Era raro. Ella recordaba que casi siempre a esa hora era que pasaban a recolectar los huevos. Quizás alguien les había ganado de mano.


Algo se cayó del otro lado del gallinero. Matt se acercó rápidamente a María y se escondió detrás de ella como animal asustado. Ella miró en la dirección del sonido. 


—María, tengo miedo.
—Shh —lo calló ella —No pasa nada.


Se alejó de él y comenzó a acercarse hacia la parte trasera. Estaba segura de que había alguien ahí. Su corazón latió rápido. Sintió algo de miedo.


—Ten cuidado —murmuro su amigo.


Ella asintió. Y entonces alguien se asomó. María dejó de caminar para mirarla bien. Ella también la miró fijo.


—No eres Alex—dijo la chica.
—No, soy María —dijo ella.
—Oh, lo siento. Yo… no debería estar aquí —se disculpó y se dispuso a irse.
—¡Espera! —la detuvo la morena —¿Tú eres Sara?


La castaña asintió tímidamente. Matt se acercó a María y le sonrió a la muchacha.


—Así que tú eres la famosa Sara por la que el lindo rubiecito está herido y postrado en la cama.
—¡Matt! —lo retó María. Sara se sonrojó.
—Lo siento —se disculpó —Yo no quise que eso pasara.


Sara desapareció de allí. María miró mal a Matt y salió detrás de la chica para pedirle disculpas por su amigo. La divisó caminando hacia la parte delantera del gallinero.


—¡Oye, Sara! —la llamó. La castaña no se detuvo. Pero entonces María aceleró el paso y la alcanzó —Espera, espera —Sara se giró a verla —Disculpa a mi amigo, es algo… tonto.
—No pasa nada —murmuró ella. 


Entonces escucharon los galopes de varios caballos. Las dos miraron hacia la casa. y allí estaban ellos. A Sara se le detuvo el corazón. Allí estaban su padre y sus hermanos, buscándola. 


—Oh, oh... hay problemas —dijo María
.








Hola amores!!!

Espero que os haya gustado el nuevo capítulo y espero vuestros comentarios abajo.

Gracias por leer.

Besos, María.

martes, 14 de enero de 2014

Story of my life - Capítulo 14


Capítulo 14:



Llegaron al establo y se bajaron de los caballos. María se miró a si misma y se aguantó la risa. Estaba tan embarrada que si Matt la veía iba a darle un infarto. 

—Álvaro… —lo llamó. Él la miró y a ella le temblaron las piernas.
—¿Qué sucede? —quiso saber.
—¿Qué te parece si bañamos a los caballos? Los pobres quedaron tan sucios y todo por nuestra culpa.
—¿Tú bañar a los caballos? —dijo y comenzó a reír.


María abrió los ojos y la boca de la sorpresa a causa de su risa. Aquella risa viajó a través de ella en forma de escalofrío. Era totalmente injusto que el hombre le provocara tantas cosas. ¿Cómo era posible?


—¿Qué? ¿Acaso no puedo? —le preguntó recuperando sus pensamientos.
—Se te estropearían las uñas —le dijo divertido.
—No me subestimes, Álvaro. No he perdido la maña de hacer las cosas —le dijo amenazante. 


Él sonrió levemente ante su tono de amenaza. No, él no debía subestimarla. Ella no era una mujer a la que podía subestimar. Debía admitir que no era como todas las mujeres refinadas y estiradas de la cuidad. 


—Tienes razón, lo siento —se disculpó. Ella se aguantó una sonrisa.
—No sé, no sé si voy a perdonarte. Por mí puedes comerte tus palabras. Y no voy a perdonarte.
—Tú sabes que si lo harás, enana —sonrió Álvaro —Jamás fuiste muy buena enojándote conmigo. Te durará apenas unos segundos.
—Ya te demostraré que vas a comerte tus palabras.
—Ya lo veremos. 


Álvaro se alejó un poco de ella para buscar las dos mangueras y bañar a los caballos. Se sentía extrañamente feliz. Se sentía emocionado. Estar con María lo hacía olvidarse de todo y de todos. Encontró las cosas y luego le tendió una manguera a María.


—¿Sabes? —comenzó a hablar ella —Vivir en Londres jamás fue tan lindo como vivir aquí.
—Yo jamás me iría de Estados Unidos, ni mucho menos de este campo. Así que te creo cuando dices que jamás fue tan lindo.


Ella rió por lo bajo. Sabía que él le diría algo así. Álvaro amaba aquel lugar. 


María desenroscó la manguera y se acercó a White.


—¿Listo para asearte, bonito? —le preguntó al caballo. White le contestó.
—El que limpia primero al caballo, gana —dijo él. 


Ella sonrió y asintió levemente. El juego comenzó. Aquel instinto de competencia estaba dentro de ella de una manera asombrosa. Le gustaba competir con Álvaro. Era algo total y completamente sano. 


María rió divertida cuando White sacudió su cuerpo, provocando que ella se mojara. ¡Hacía cuanto que no hacía nada de esto! 


Álvaro vio como ella iba tomando ventaja en eso. No pensó que sería tan rápida, y de alguna manera quería ganarle. No sabía o entendía bien por qué. Pero tenía que hacerlo.


Así que decidió tomar ventaja. Sin que María se diera cuenta, él quitó la manguera del caballo y la apuntó.
María pegó un pequeño grito al sentir la fría agua sobre ella. 


Álvaro comenzó a reír con fuerza, todo esto era tan divertido. 


—¡Eres un tramposo! —le reprochó ella.
—No lo creo, señorita cuidad —le dijo él sin dejar de reír. 


Ella tomó su manguera y lo mojó. Él la miró sin poder creerlo, y la volvió a mojar. Ambos reían. Parecían dos niños pequeños jugando con el agua y saltando y corriendo.


—Ya, ya me rindo —dijo ella agitada de tanto correr y saltar.
—Si, yo también —le dijo él mientras se sentaba en un banco. María lo miró divertida y negó con la cabeza —¿Qué sucede?
—Nada, solo recuerdo cosas.
—¿Qué cosas? —le preguntó mientras veía como ella se sentaba a su lado. Su piel se erizó y no fue a causa de que estaba mojado. Su corazón bombeó más sangre de la normal al sentirla tan cerca. Ella lo miró fijo a los ojos.
—Recuerdos que tengo de todo esto… recuerdos de ti, recuerdos de nosotros.


Álvaro no pudo evitarlo y levantó una de sus manos para secar una pequeña gota de
 agua que pendía de la comisura derecha de la morena. 

María se congeló. Cada célula de su cuerpo fue conciente de aquel gesto tan… simple. La respiración se le atoró en la garganta. Quiso levantarse y salir corriendo de aquella extraña sensación. Pero no consiguió moverse. 

Álvaro quitó al fin la pequeña y molesta gota, pero no fue capaz de dejar de acariciarla. Llevó su mano hasta su mejilla, y como lo había hecho la primera vez que la volvió a ver, la acarició. 


Ella suspiró. Debería sentirse completamente alarmada por aquello, pero no lo hacía. Es más, ella quería quedarse así.


Ambos se sobresaltaron ante el repentino sonido de algo rompiéndose. Giraron la cabeza para ver como White se paraba entre sus patas traseras y luego salía hecho una fiera de la caballeriza. Álvaro se puso rápidamente de pie.


—¡White! —lo llamó en un grito y salió rápidamente para ver hacia donde se dirigía.


María lo siguió. Aun estaba algo tonta por lo que había pasado.


—¿Qué sucede? —le preguntó confundida. 


Álvaro seguía mirando el camino del caballo. No podía dejarlo, tenía que ir tras él.

—Algo no… —la miró y no pudo decirle nada. Ella estaba tan cerca. María fue consciente y se alejó rápidamente.
—Lo siento —dijo apresurada. Álvaro sacudió la cabeza.
—Va a ser mejor que vuelvas a la casa. voy a ir a buscar a White…


Entró de nuevo al establo, ella detrás de él. Álvaro se acercó a un nuevo caballo y lo montón sin ningún problema.


—Pero, Álvaro, estás todo mojado —dijo preocupada.


Él le dedicó una pequeña sonrisa.


—No te preocupes, enana —la calmó —Casi siempre vivo así.


Sin decir más nada salió galopando en el caballo. María se quedó parada observando el lugar por el que él había salido. No era posible que él hombre se viera tan bien mojado, sudado, lleno de barro y olor a caballo. Pero lo hacía. 


Una suave brisa sopló dentro del establo haciéndola temblar. Decidió hacerle caso a Álvaro y volvió a la casa.


Cuando ingresó el reconfortante calor hogareño la hizo cerrar los ojos. Lo que ella necesitaba ahora era un buen baño de espuma y dormir un poco. 


Pero a decir verdad no iba a poder hacerlo. No hasta que Álvaro volviera y ella lo viera sano y salvo. Subió hasta su habitación, entró al baño y abrió la puertita en donde estaba el espejo para sacar las sales de baño. 

Cuando la cerró dio un respingo ante el repentino reflejo de Matt detrás de ella.

—¡Matt, me asustaste! —lo retó.


El rubio sonrió pícaramente. Ella ya conocía esa sonrisa.


—¿Dónde estabas? —preguntó.
—Mmm… yo estaba…
—¿Por qué estás toda mojada?
—Bañé a los caballos y tan torpe como soy, ya sabes, me terminé bañando yo.
—¿Se puede saber que estabas haciendo con el papacito de telenovela?
—Nada, yo no estaba haciendo nada —dijo nerviosa.


De repente recordó la manera en la que él la había acariciado en el establo. Había sido tan tierno, tan delicado. 


—Pero por favor, querida —dijo como si estuviera ofendido. Se acercó a la bañera y prendió el agua mientras le quitaba a María las sales de las manos —¿Cuándo vas a entender que no puedes ocultarme nada? Soy como tu gemelo, sé todo lo que te sucede, siento tus emociones.
—Wow, eso me asusta —dijo ella.
—Lo que pasa es que tú te estabas haciendo la Heidy en versión moderna y en morocha. Te vi, Sweetness. Te vi yéndote con el bombón campestre hacia el bosque ¿Qué hicieron?
—No hicimos nada de lo que estás pensando —aseguró ella.


Matt soltó una divertida carcajada


—Yo no pensé nada. La que esta pensado eso eres tú. 


María lo miró con los ojos entrecerrados. 


—Solo me acompañó a montar, ¿contento?
—Mucho —sonrió.
—Matt…
—¿Qué? —inquirió.
—A ti… ¿te gusta Álvaro?
—¿Si me gusta Álvaro? —dijo confundido —Claro que si, ¿a quien no?







Hola amores!!!

Espero que os haya gustado el nuevo capítulo y como siempre vuestros comentarios abajo con lo que os ha parecido.

Gracias por leer.

Besos, María.

viernes, 10 de enero de 2014

Story of my life - Capítulo 13


Capítulo 13:




—¿Quiere… —sacudió la cabeza —quieres ir a montar? 

Ella lo miró emocionada. 


—¿Me vas a acompañar?
—Si quieres.
—Si quiero —asintió contenta.
—Bien —sonrió él —Prepararé a los caballos entonces. 


María observó como él sacaba a White de su cuadra y luego agarra a otro caballo color café. Ella frunció el ceño levemente.


— Álvaro —le habló.
—¿Si? —preguntó.
—No estarás pensando que voy a subir a White ¿o si?


Él la miró sobre su hombro y le dedicó una galante sonrisa. María sintió cosquillas en la panza.


—Es tu caballo, enana —dijo divertido. Ella sonrió —Obvio que vas a subirte a él. Además de que ya te dije que no tienes que tenerle miedo.
—¿Y cómo sabes que no va a hacerme daño? —quiso saber.


Álvaro les colocó las sillas a los animales. 


—Yo mismo lo crié y enseñé todo lo que sabe.
—Así que… ¿debo confiar en tu enseñanza?
—Claro que si.


Terminó de acomodar todo y se giró a verla. Ella lo miró algo nerviosa.


—Creo que olvidé como montar, Álvaro.
—Tonterías —dijo él y se subió al caballo café —Ven aquí.


Lentamente ella se acercó hasta donde estaba él. Álvaro se inclinó un poco y sin el más mínimo esfuerzo la alzó y la colocó sobre White. El caballo protestó un poco y ella se agarró con firmeza del brazo de Álvaro. El castaño le habló al caballo y al instante este se quedó quieto. María lo miró sorprendida.


—¿Siempre es así de obediente? —quiso saber.
—Solo conmigo.


Álvaro le dio un leve golpecito a su caballo y este comenzó a galopar. María miró asombrada como se alejaba y salía del establo. Respiró profundamente y tomó las riendas de White. No era que ella había olvidado como hacerlo, no. Solo le faltaba un poco de práctica. Pateó el costado del caballo y este comenzó a andar a toda velocidad. María ahogó un gritito y la luz del sol le dio en el rostro cuando salió del establo. Divisó a Álvaro a unos cuantos metros, esperándola. El caballo se dirigió hasta él. 


Ella lo detuvo cuando estuvo cerca. Álvaro la miró realmente divertido. María se aferró con firmeza y lo miró con seguridad.


—Te juego una carrera —le dijo. Él arqueó una ceja
—¿Una carrera? —inquirió.
—Si —sonrió ella —Hasta el viejo roble.
—¿Aun recuerdas donde queda? —dijo sorprendido.
—Claro que si, salvaje.


Él sonrió bobamente. María se acomodó mejor y lo miró. Álvaro también se acomodó.


—Nada de trampas, enana.
—Jamás hice trampa —aseguró.
—No lo sé, no lo sé.


Ella rió divertida.


—¿Listo? —él asintió —¡Ya!


White comenzó a tomar ventaja. Sorprendido, Álvaro, intentó alcanzarlos. Pero le fue imposible, ese caballo era salvaje.


Ella llegó y detuvo a su caballo. Se bajó y comenzó a festejar divertida. Volvió a abrazar al gran corcel blanco. Parecía ese caballo de los cuentos de hadas, que traían encima al príncipe azul. 


—¡Ay que lindo eres, White! Gracias hermoso, gracias por dejarme ganarle —le dijo sin soltarlo.


Álvaro llegó hasta ellos y se detuvo.


—Tú sigue, White, sigue que voy a contarle a Estrella que le estas coqueteando a la hija del jefe. 


María se giró a verlo y sonrió divertida.


—¿Quién es Estrella? —le preguntó.
—Estrella es la novia de White —le contó


Ella se giro a ver al caballo.


—No puedo creer que mi caballo tengo una novia —le dijo divertida. El caballo pateo el suelo unas cuantas veces. Ambos rieron. Ella volvió a mirar a Álvaro —¡Te gane!
—Eso fue trampa —dijo él.
—¿Trampa? Claro que no —dijo ella sin poder creerlo —Siempre haces lo mismo, eres un mal perdedor.
—¿Yo mal perdedor? Tú eres una tramposa —le dijo él.
—Ahora por eso recibirás tu castigo.


Él la miró bien y cautelosamente comenzó a caminar. 


María se agachó y buscó lo que estaba buscando. Barro. 


Se puso de pie y le arrojó lo que había tomado.


Álvaro no pudo evitar la maldad de la morena, y no llegó a salirse a tiempo de su camino. El frío barro cayó justo en su brazo derecho. Se miró a si mismo para luego dirigir su mirada a María. Ella rió divertida y volvió a tomar barro. Se acercó a él y comenzó a pasarle barro por la cara. 


—Creo que así, te verás muy bien —dijo divertida.


Cuando quitó sus manos de su rostro, Álvaro tomó un poco de barro de su cara e imitó su acción. 


María cerró los ojos al sentir el asqueroso y frío barro sobre su piel.


—Creo que así, te verás igual de linda que Estrella —le dijo y se alejó de ella para empezar a correr.


Ella abrió los ojos y lo encontró corriendo.


—¡Ven aquí, Álvaro! —le dijo fuerte y comenzó a seguirlo. 


El rió divertido al verla correr detrás de él. Detuvo sus pasos y la esperó de espalda. 


María corrió más rápido al verlo detenido. Cuando lo alcanzó se subió a su fuerte espalda. 


Álvaro la sujetó con firmeza y comenzó a correr. 


—¡Ya, Álvaro! ¡Bájame! —gritó divertida. 


Él no le hizo caso, siguió corriendo. Hasta que a causa del cansancio se dejó caer con ella encima. Ambos rieron divertidos. 


—Creo que ya no tenemos 12 y 13 para hacer esto —le dijo agitado.


Ella rió divertida e intentó ponerse de pie, pero sus manos resbalaron en el 
barro y cayó de lleno sobre él. Lo volvió a mirar a los ojos. Álvaro pensó que iba a volverse loco y no podría detenerse si ella seguía mirándolo así. Había tantas cosas en aquella mirada. Su corazón se aceleró aun más.

María otra vez intentó ponerse de pie, y está vez si tuvo éxito. Le entregó una mano y lo ayudó a ponerse de pie. Álvaro se rascó la nuca, algo nervioso. 

—Creo… creo que deberíamos volver.
—Si, también yo... —asintió ella.


Se subieron a sus respectivos caballos y cabalgaron en el más completo silencio hasta la estancia.







Hola amores!!! Espero que os haya gustado el nuevo capítulo y siento la tardanza ya que he empezado con las clases y tengo que estudiar para los examenes proximos.

Espero como siempre vuestros comentarios con vuestras opiniones.

Besos, María.

martes, 7 de enero de 2014

Story of my life - Capítulo 12


Capítulo 12:



María caminó hasta su habitación. Entró y se dejó caer pesadamente en su cama. Se le partía la cabeza de tanto llorar por Ashton. ¿Por qué él era así con ella? ¿Por qué pretendía que ella pusiera todo en aquella relación, mientras él no hacía más que reprochar? Respiró profundamente y se quedó con la mirada fija en el techo. 

—“No me interesa nada de lo que hay en este campo, maldita sea”.


Recordó sus propias palabras. Eso no era así. Claro que había cosas que le interesaban en ese campo. Ella había crecido allí, había sido muy feliz allí. 


Se puso de pie, no iba a dejar que su novio le arruinara las hermosas vacaciones que tenía pensado pasar. Tenía muchas cosas por ver aun. 


Se asomó al balcón y lo divisó a él. Llevaba un par de bolsas en ambas manos y caminaba hacia el establo. Su corazón latió con fuerza. Por ahí podía pedirle que la acompañara. 


—¡Álvaro! —lo llamó. 


El chico de ojos miel detuvo sus pasos y apoyó las bolsas en el suelo. Giró la cabeza y levantó la vista para encontrarla parada en el balcón de su habitación. Un nudo se le formó en el estomago. Solo atinó a hacerle un movimiento de cabeza en forma de saludo. Pero en realidad no quería estar allí, quería mantener su cabeza en otro lugar. Tomó las bolsas con más firmeza y volvió a caminar. 


María miró extrañada como él se alejaba. Y sin dudarlo entró a su habitación. Algo tenía que haber pasado para que él la ignorara de aquella manera. Salió de su habitación y bajó para luego salir de la casa. No entendía muy bien por qué se sentía así de afectada con respecto a Álvaro. Pero no le había gustado nada la forma en la que la había mirado.


Llegó al establo y entró sin dudarlo. Allí estaba él, dándole de comer a un par de caballos. 


Álvaro giró la cabeza y se sorprendió de verla allí. 

—¿Necesita algo, señorita? —se atrevió a preguntarle.
—Si —asintió ella —Necesito saber que te sucede. 


El volvió la vista al caballo y lo palmeó levemente mientras le terminaba de colocar el bozal para que comiera por si solo. Volvió la vista a María.


—No sé a qué se refiere…


Caminó hacia el segundo caballo, cargó su bozal y comenzó a colocárselo. 


—Claro que te sucede algo, Álvaro —dijo ella —Pasamos un momento muy divertido hace un rato. Y ahora estás… no lo sé.


Álvaro la miró sobre su hombro.


—No creo que le interese, señorita. Aquí no hay nada que le interese.


Volvió a prestarle atención a lo que estaba haciendo. 


Ella se quedó quieta en su lugar, procesando las palabras que él acababa de decirle. ¿Acaso él había escuchado la conversación que ella había tenido con Ashton? 


— Álvaro —lo llamó. Él no la miró — Álvaro Gango, mírame. 


Áñvaro tensó la mandíbula. Solo ella lo había llamado así. Y que lo hiciera de nuevo, en aquel momento, lo hacía sentir enojado. ¿Con qué derecho se atrevía a hurgar en sus recuerdos, en sus emociones? Ella se había olvidado de todo. ¿Por qué iba a importarle ahora? 


María resopló y caminó hasta él. Lo tomó del brazo, haciendo que él girara para enfrentarla. 


—Estoy trabajando, señorita. Si no le molesta… puede irse. 


Ella lo miró ofendida.


—¡Claro que me molesta! —exclamó —No quiero que me trates como a una extraña.
—Es una extraña para mí.


Los ojos marrones se llenaron de lágrimas. Álvaro se maldijo internamente. No, no podía hacerla llorar. Ella no debía llorar delante de él.


—¡No quiero ser una extraña para ti! ¿Olvidaste todo lo que vivimos juntos? ¿Lo hiciste?


Álvaro no contestó al instante. Se quedó observándola detenidamente.


—¿Usted lo olvidó? —le contestó con otra pregunta. 


María miró hacia otro lado. ¿Qué podía decirle? En realidad ella no lo había olvidado. Solo lo había dejado de lado… Solo se había dedicado a sus estudios, a su futuro. 


—No —le contestó luego de varios segundos —No lo he olvidado.
—¿Segura? —inquirió él. 


María enfrentó su mirada.


—No lo olvidé, Álvaro —aseguró —Solo… lo dejé pasar. 


El sonrió con los labios sellados. 


—Ya no se preocupe por eso. Pasaron muchos años, ¿a quién podría importarle? Éramos niños. Y ya nada queda de eso. 


Los labios de María temblaron. Pero no iba a llorar, no debía llorar. Fijó la mirada en el pecho de Álvaro. Divisó una cadenita plateada que rodeaba su cuello. Lo miró a los ojos.


—¿Aun tienes mi regalo? —le preguntó. 


Álvaro sacó a la vista la cadenita que estaba oculta entre él y su camisa.


—Yo cumplo mis promesas.


Y ella ya no pudo soportarlo. El primer sollozo escapó de sus labios. Álvaro se quedó quieto, sintiendo que su corazón se partía al escucharla llorar. Dio un paso hacia ella y la envolvió entre sus brazos. No podía dejarla llorar así. 


María ocultó el rostro contra su pecho, sintiéndose minúscula, indefensa. Pero el reconfortante calor masculino la protegió.


—Lo siento, Álvaro —murmuró contra él —Eras importante para mí… lo juro. Y aun lo eres. Es raro el motivo. Pero estar contigo es como volver a tener 12 años. 


Él se quedó en silencio, la abrazó un poco más. Entendía como ella se sentía. A él también le pasaba. Verla, estar cerca de ella lo hacía sentirse un niño de nuevo.


—Usted también era… es importante para mí…


Ella se alejó para mirarlo.


—Vuelve a tratarme de usted y vas a arrepentirte —le advirtió. Álvaro rió por lo bajo.
—Voy a tenerlo en cuenta.
—Más te vale, Álvaro. 


Se quedaron en silencio por varios segundos. Álvaro levantó la mano y secó las lágrimas que cubrían sus mejillas.








Hola amores!!! Espero que os haya gustado el nuevo capítulo y que dejeis vuestros comentarios abajo con vuestras impresiones.

Gracias por leer.

Besos, María.