Páginas

The story

Estas dos historias no son mías, las encontré por casualidad por facebook y me han encantado. Así que he decidido publicarlas para que todas podáis disfrutar de estas fantásticas novelas tanto como yo. No se quien las ha escrito pero son maravillosa. Espero que os gusten.


Gracias por leer.

miércoles, 27 de julio de 2016

Adicto a Ti - Capítulo 43



Capítulo 43



Llegué a mi casa y tiré todas mis cosas al suelo. Tomé la carta de mi madre y me senté en el sillón para volver a leerla. Me había olvidado completamente de su letra. Una letra fina y bien clara. Me levanté y fui hasta mi habitación. Comencé a revolver los cajones de mi mueble, hasta que encontré lo que estaba buscando. La tomé con cuidado y la miré detenidamente. Ella era tan hermosa… y debe serlo aún. 

Sentí un nudo de impotencia que no me dejaba respirar tranquilo. Ella era una mujer increíble y nunca tuvo que haber pasado por todo lo que mi padre la hizo pasar. Maldito cobarde, infeliz… será mi padre pero lo único que siento hacia él es desprecio. 


Me puse de pie, necesitaba salir y despejarme, dejar de pensar en todo. Me cambie la molesta ropa de la Universidad y tomé mis llaves y mi teléfono para salir de casa. No iba a ir en moto. Necesitaba caminar. 


Caminé sin rumbo alguno por las calles de la cuidad, sin prestar mucha atención a donde estaba yendo. Hasta que mis pasos se detuvieron frente a un viejo bar. Miré a mí alrededor y decidí entrar. Un lugar con luces bajas, todo estaba relativamente oscuro. Me acerqué a la barra y me senté en la silla. Un hombre de unos 70 años se acercó a mí y me miró fijo.


— ¿Qué se te ofrece muchacho? —me preguntó.
—Dame una botella de ron – le pedí. Él asintió. Se alejó de mí y se agacho para buscar lo que le estaba pidiendo.
— ¿No vas a hacer ninguna tontería, cierto?


Su pregunta y preocupación llegó a mi cabeza. Me la había vuelto a preguntar después de que la había ido a besar. El hombre se acercó de nuevo a mí y apoyó la botella frente a mis ojos, colocó un vaso al lado. Lo miré y le agradecí con la cabeza. Se alejó de nuevo. 


Lo siento cariño, pero no puedo cumplirte. Necesito que mi mente este en otro lugar, necesito olvidar y embriagarme. Abrí la botella y me serví un poco de ron. Miré mi vaso y dude un poco en hacerlo… 

Abril estaba en mi cabeza.

Pero no, tenía que hacerlo. Llevé el vaso a mi boca y tomé de golpe. Apoyé el vaso con un poco de fuerza sobre la barra, ya que el ron me había quemado hasta el cerebro. Volví a llenarlo y volví a tomar. 


—Tu madre es una cualquiera, ¿entiendes eso? Ella te dejó, decidió irse con otro… ¿y sabes por qué? Porque eres un error… nunca te quiso. Cuando se enteró de que estaba embarazada de ti… quiso abortarte pero yo no la dejé, y cuando naciste no te quiso ver. La tuvieron que obligar a que te diera de amamantar… ¿Cuándo vas a entenderlo? Ella nunca quiso que nacieras…
— ¡Mentira! —dije sin darme cuenta. 


La gente que estaba a mí alrededor se giró a verme. Volví a tomar el ron que estaba en mi vaso. Sus malditas palabras llenaron mi cabeza. 


¿Por qué me hacía esto? ¿Por qué mi propio padre quería destruirme? ¿Por qué quería acabar conmigo? ¿Qué le había hecho yo a él? 


Seguí tomando y tomando. Mi cabeza ya daba vueltas. Pero aún así no había logrado despejar mi mente de aquellos recuerdos horribles y aquellas palabras hirientes. No sé cuánto tiempo pasó, pero mi botella ya estaba casi vacía. 


Miré a mí alrededor y luego miré a la hora del reloj de pared del bar. Ya era tarde, debía irme. Me puse de pie y ante el repentino mareo me agarre de la mesa. Saqué un poco de dinero y sin mirar cuanto era lo dejé encima de la mesa. Salí del bar y las gotas de lluvia mojaron mi rostro. Levanté mi cabeza y miré el cielo. Estaba oscuro y había refrescado bastante. 


Coloqué sobre mi cabeza la capucha de mi chaqueta. Tenía que ir a algún lado, tenía que dejar de pensar un poco. Mis pies comenzaron a caminar sin rumbo alguno, la lluvia fría había logrado traspasar un poco mi ropa. No sabía a donde ir, mis pasos caminaban sin dirección. 


Hasta que me detuve frente a un edificio. Lo miré bien y supe que ese era el edificio de Abril. Me acerqué a la puerta y para mi buena suerte, estaba abierta. Me quedé un segundo quieto, esperando a que todo volviera a ser visible, ya que lo estaba viendo borroso. Reí por lo bajo y me acerqué al ascensor. 


Entré y sin dudar marque el piso 6. Llegué al piso más rápido de lo que pensé. Me acerqué a la puerta y di tres golpes firmes y lentos. Necesitaba que me abriera, necesitaba verla, necesitaba abrazarla. Que ella me abrazara y que me contuviera. Tragué ante el pensamiento. 


—Ya voy —escuché su dulce voz desde adentro. La puerta se abrió y ella me miró sin poder creerlo .— Dani…
—Lo siento, no sabía a qué otro lugar ir —dije y me tambaleé un poco. Ella se acercó a mí y tomó de la cintura. Su rostro quedó cerca del mío —Carlos ha salido de casa y Blas está en un caos familiar —disculpé con esas excusas mi presencia en su casa. Me ayudó a entrar y me hizo sentarme en el sillón.
— ¡Menos mal que te dije que no hicieras tonterías! —me empezó a regañar. Mi cabeza daba muchas vueltas. Solo vi como se acercaba a la cocina — ¿Por qué haces esto? ¿Qué necesidad tenías de tomar así? A kilómetros se te huele el alcohol —siguió hablando. Sonreí por lo bajo y vi como ella servía algo en una taza — ¡Creo que ya estás un poquito grande como para estar embriagándote por ahí y poniendo tu vida en peligro!
—Ya, ya no me regañes —le pedí. Ella se acercó y se arrodillo frente a mí. Me quitó la capucha.
— ¡Tienes los ojos rojos por el alcohol! ¿No te da vergüenza? Encima me lo prometiste, me prometiste que no ibas a hacer tonterías…
—Perdón, perdón —me disculpé. 


Levantó su mano y secó mi rostro con la toalla que había traído. Luego me ayudó a quitarme la chaqueta, ya que estaba empapada. 


Colocó la toalla alrededor de mis hombros. Giró y tomó la taza para dármela. Miré el líquido verde claro y la miré a ella. 


—Es un té chino, quita la borrachera más rápido que el café y no provoca efectos de adicción, como el café —me dijo. 


Volví a mirar el té y con duda lo acerqué a mi boca.


Apenas un sorbo de aquello tocó mi lengua lo alejé de mí. 


—Esto es un asco —dije mientras dejaba que esa horrible cosa pasara por mi garganta.
—Lo siento querido, pero el que quiere celeste que le cueste —dijo y me hizo tomar de nuevo. 


Juro que era lo más asqueroso que había probado en mi vida. 


—No, no quiero más —alejé la taza de mí, pero ella volvió a acercarla.
—No, claro que no —llevó la taza a mi boca —Vas a tomarte todo, quieras o no. 


Sonreí por lo bajo y tomé obedientemente. 


—Estoy seguro de que así debe sonar mi madre —dije algo divertido. Sus ojos se clavaron en los míos, y acomodó un poco mi cabello.
— ¿Sabes? La noche de la fiesta en la que nos encontramos, ¿recuerdas? —me dijo. Asentí con la cabeza mientras volvía a tomar un poco de té. Ya no sabía tan horrible —Estábamos jugando a las veinte preguntas… no lo terminamos. Me tocaba a mí…
—Fueron cinco, no veinte... bueno seis —le dije al recordarlo con claridad. Sonrió por lo bajo y luego soltó un leve suspiró mientras se arrodillaba mejor frente a mí.
—Bueno, entonces comenzaré —me dijo. Asentí — ¿Por qué haces las cosas que haces?
—No lo sé, es algo que… no lo sé —le respondí.
—Está pregunta siempre quise hacértela —dijo algo divertida — ¿Qué le viste a Mary?


Su pregunta me hizo reír por lo bajo. La miré a los ojos y arqueé una ceja.


— ¿Celosa? —pregunté.
—La que hace las preguntas aquí soy yo —me dijo seria.
—Está bien, está bien —le dije y suspiré —Mary es una más del montón, nada significó para mí y jamás va a significarlo.
— ¿Yo soy una más del montón?
—No, jamás —contesté rápidamente.
— ¿Playa o montaña? —me dijo.
—Montaña, así podría ir con alguien a quien le parece que lo mejor de tener frío es poder entrar en calor —le dije. Rió levemente y clavó sus ojos en los míos.
— ¿Cómo se llama tu madre? —preguntó.


Detuve el recorrido que estaba haciendo la taza a mi boca. Sentí como un nuevo nudo se formaba en mi garganta. Aquel mareo horrible que tenía cuando llegué ya casi ni estaba.


—Anne, como tú —dije por lo bajo.
— ¿Dónde está ella? —dijo.
—No lo sé —dije y fijé mi mirada en la nada —Hace diez años que no sé nada de ella. Mi padre… mi padre la golpeaba. Ella un día se cansó y me agarró y nos fuimos de casa con Phill.
— ¿Quién es Phill? – la miré a los ojos y sentí como los míos se llenaban de lágrimas.
—Phill era el hombre por quien mamá iba dejar a Greoff. Siempre lo quise mucho, era un hombre increíble —contesté su pregunta —Nos… fuimos de casa, pero papá fue por mí con un juez y se quedó conmigo. Desde entonces… no supe más nada de ella. No sabía si estaba viva, si estaba muerta —mi voz se quebró al final de la oración —Mi padre me ha amenazado toda su vida con que si yo no hacía lo que él quería iba a mandar a matar a mi madre —la mire de nuevo a los ojos y sus marrones ojos estaban llenos de lágrimas también —Yo no pude hacer nada, ¿entiendes? ¡El maldito me tiene como títere!
—Otra pregunta —dijo con un hilo de voz. La miré extrañado — ¿Puedo besarte? 


No dije nada. Ella se inclinó hacia delante y chocó suavemente sus labios con los míos. Mis ojos se cerraron instantáneamente. Sus labios se cerraron suaves sobre los míos, que con temor respondían a su gesto. No había ganas en ese beso, no era una insinuación. Ese beso era preocupado, angustiado, quería consolarme.


Esto no podía ser así, no debía ser así. Algo asustado me alejé de ella. Me miró algo sorprendida.


— ¿Qué sucede? —me preguntó.
—No… no hagas eso. Yo no quiero tu lástima… no me gusta la lástima —le dije. 


Tomó mi rostro con sus manos e hizo que la mirara fijo a los ojos. Me sonrió dulcemente, provocando que un escalofrió bajara por mi espalda. Volvió acercarse a mi boca. 


—No, no es lástima —susurró sobre mis labios —Solo quiero cuidarte. Tú viniste hasta aquí, no porque Carlos o Blas no estaban. Viniste hasta aquí, porque necesitas que te cuide, necesitas que te abrace, que te bese. Me necesitas…


Se acercó más a mí y se sentó sobre mi regazo. Me encontré colocando torpemente mis brazos alrededor de su cintura, mientras sus labios eran una suave caricia sobre los míos. 


Sus manos acariciaban mis rulos hacia atrás. Y luego las yemas de sus dedos, acariciaban mis mejillas. Y su boca, ¡Dios santo su boca! Su boca se estaba convirtiendo en una obsesión.
Una dulce obsesión. 


Se alejó un poco y yo quedé colgando en el aire. Abrí mis ojos, para enfrentar los suyos. Despacio acarició mi nariz con la suya y luego se puso de pie. Caminó hasta la cocina y se puso a revolver algo. 


— ¿Te quedas a comer? —me dijo. Me puse de pie y caminé hasta donde estaba ella.
—Creo que va a ser mejor que me vaya —le dije. Me miró a los ojos.
—Está lloviendo y ya es tarde, ¿Por qué no te quedas, Dani? —preguntó.
—No… no lo sé Abril —dije con duda. 


Puso su mejor cara tierna y me miró fijo sacando un poco de puchero. ¡Maldita sea! No puedo creer que tenga esa facilidad de hacerme ceder así. 


— ¿Si? —preguntó sin dejar de mirarme y hacerme ojitos. Respiré profundamente.
—Está bien —dije mientras soltaba el aire que tenía en mi cuerpo. 


Sonrió y se estaba por acercar a mí, pero se detuvo y me miró.


—No, no. No lo tengo que hacer. No lo voy a hacer, quédate tranquilo. Mantendré distancia entre nosotros —dijo. La miré divertido.


Me acerqué a la mesa y me senté frente a ella mientras observaba como cocinaba.


— ¿Qué estás haciendo? —le pregunté.
— ¿Recuerdas aquel día en la oficina de mi madre que me desmayé y me dijeron que estaba anémica? Bueno, fui al médico el otro día y confirmó aquello. Me dijo que debo comer carne. Así que estoy haciendo algo con un poco de carne —dijo. La miré divertido.
—Aquí tienes carne para comer, cariño – dije refiriéndome a mí. Me miró divertida.
—No, esa carne tiene miedo de mí. Así que mejor no la como, y trato de no mirarla, para que no salga corriendo —me dijo sin dejar de sonreír.


Volvió su vista a la comida. Y una pregunta se trabó en mi garganta. Mi mirada estaba clavada en ella, pero ella parecía no notarlo. 


El imborrable recuerdo de su cuerpo desnudo contra el mío, llegó a mi cabeza para agitarme. Tenía que preguntárselo, tenía que hacerlo…


—¿Me pasas ese plato? —me dijo, haciendo que saliera de mis pensamientos. Asentí y le alcancé lo que me pedía —Tengo helado de postre, ¿Te gusta el helado?
—Algo frío para entrar en calor, sí —le dije. 


Ella rió divertida y vi como sus mejillas tomaban un poco de color. Como me encantaba que sus mejillas tomaran color. Se veía tan inocente así. 


— ¿Vas a quedarte, verdad? —me preguntó mientras me alcanzaba un plato con comida.




Hola amores!!!

Aquí tenéis un nuevo capítulo!! Espero que os guste y comentéis.

Gracias por leer.

Besos, María.


domingo, 24 de julio de 2016

Adicto a Ti - Capítulo 42


Capítulo 42

Todo el enojo que se había acumulado en mí, se había evaporado como por arte de magia al escuchar sus palabras. 

— ¿Escuchaste verdad? —le pregunté. Ella apretó sus labios.
—Perdón… perdón yo no quería escuchar. Lo único que quería era escucharte tocar —se disculpó. 
Sonreí y acomodé un mechón de su cabello. 
—Prometo que voy a hacer un concierto para ti sola —dije. 


Entonces se acercó a mí y me abrazó. Aquel extraño gesto mandó un escalofrío por todo mi cuerpo. Me quedé inmóvil, pensando en que hacer. Reaccionando, mis brazos se levantaron y la envolvieron. Atiné a esconder mi rostro en su cuello y acercarla más a mí. Era tan extraña la sensación volátil y tonta que me invadía. Su perfume era tan delicioso y adictivo. Con sutileza froté mis labios contra su piel.


—Suéltame Abril, sino no podré dejarte ir —le susurré.
—No me dejes, llévame contigo —me dijo. La acerqué más a mí.
—No puedo cariño, voy a la oficina de mi padre —le dije. Ella se alejó despacio.
—Te acompaño… luego podemos ir a tomar un helado.


La miré bien y sonreí. 


— ¿Es una cita? —pregunté.
— ¿Por qué no? —dijo.
— ¿Estás aceptando a salir conmigo? —dije sin poder creerlo —Pellízcame. 


Rió por lo bajo. 


—Pero si no quieres… me voy a casa.
—No, claro que no. Ahora no me vengas con excusas.
—Entonces, vamos —dijo y comenzó a caminar. No pude moverme, me quedé quieto mirándola. Se detuvo y se giró a verme.
— ¿Qué sucede? —me preguntó.
—Que realmente eres hermosa —le dije bobamente. Sus mejillas tomaron un poco de color.
—Vamos marilyn mansero, se hace tarde —dijo.


Caminé hasta ella y la miré fijo a los ojos.


—Tienes algo en los labios —dije. Frunció el ceño y llevó las manos a su boca.
— ¿Dónde? —preguntó y bajó la mirada intentando verse a sí misma. Sonreí. 


Con su mirada distraída me acerqué más a ella y quité su mano de mi camino para rozar sus labios. Su boca soltó un leve suspiro. Besándola suavemente di un paso hacia ella, haciendo que nuestros cuerpos quedaran más cerca. Con cuidado mordí su labio inferior, para luego alejarme despacio. 


—Como me gusta besarte, Abril —le confesé aún cerca. 


Ella se alejó un poco más y me miró a los ojos. Mordió sus labios y se volvió a sonrojar. 


—Vamos, ¿quieres? —me dijo. 


Salimos de allí y caminamos hasta el estacionamiento. Miré a mí alrededor buscando su auto, pero no estaba.


—¿En qué viniste? —le pregunté.
—Caminando —dijo simplemente.
—Perfecto —aseguré —Así podré llevarte conmigo… bien cerca.
—Eres un aprovechador —me acusó. Sonreí y me subí a Betty
—Sube aquí —le hice el gesto para que se sentara justo frente a mí.
— ¿Y si mejor voy atrás? —preguntó.
—No seas vueltera, y ven aquí —dije y la tomé de la mano para jalarla hacia la moto.


Se subió y se acomodó bien. Recogió su cabello y me dejó la linda vista de su nuca. No pude contenerme y me acerqué a besar su cuello. Ella dio un pequeño salto.


—Dani—se quejó.
—Lo siento, lo siento. Eres demasiado irresistible…
— ¿Puedes dejar de jugar y vamos? —me pidió. 


Con una pequeña sonrisa arranqué y prendimos marcha hacia la oficina de mi padre. En el camino mi cabeza no dejaba de pensar en la carta de mi madre. No dejaba de pensar en Hope. 


¿Pueden creerlo? 


Tengo una hermana. Toda mi vida quise tener hermanos, y ahora sé que tengo una. Es increíble. 


— ¿Estás bien? —su voz llegó medio lejana a mi cabeza. La miré a los ojos.
— ¿Qué? —pregunté.
— ¿Qué si estás bien, Dani? —repitió algo preocupada.
—Sí cariño, ¿Por qué lo dices? —le dije.
—Porque tienes cara de enojado. 


Le sonreí levemente y besé su mejilla. 


—No estoy enojado, solo estaba pensando. 


Me detuve justo frente a las oficinas de mi padre. Me bajé primero y ayudé a Abril a bajar. 


Comenzamos a caminar hacia adentro. 

Sin saludar a nadie de la entrada, me dirigí directamente al ascensor. Nos subimos y marqué el piso de mi padre. 


Estaba ansioso por llegar. Necesitaba saber en donde estaban todas esas cartas. Y esta vez Greoff no se iba a salir con la suya. 


Llegamos al piso y nos bajamos. La secretaria de mi padre me miró sorprendida y estaba por agarrar el teléfono.


—Deja ese teléfono allí, Aly —le dije. Ella colgó el tubo. Miré a Abril —Espérame aquí cariño, ¿Si?
Le sonreí apenas y caminé rápidamente hasta la puerta de mi padre. Sin tocar la abrí y entré. Él me miró fijo cuando lo hice. Cerré la puerta con algo de fuerza y lo miré fijo a los ojos.
— ¿Dónde están las cartas? —le dije lo más calmado que pude.
—Hola ¿no? Hace mucho que no te veo —me dijo el muy cínico.
— ¡Contéstame! —le exigí. Él no dijo nada. Entonces tomé la carta que había guardado y se la mostré — ¿Sabes lo que es esto? —pregunté y sonreí irónicamente —Es una carta de mamá.
— ¿De dónde sacaste eso? —me preguntó poniéndose de pie.
—Quiero todas las cartas que ella me mandó. ¡Son mías y nada tienen que ver contigo!
—¿Por qué sigues insistiendo con ella? ¿Acaso no ves que nunca le importaste? ¡Si le hubieses importado no se hubiese ido con aquel infeliz!
— ¡Ella se fue por tu culpa! —le grité.
—Solo voy a decirte una cosa Dani… no me busques —me dijo hablando en voz baja.
—Por lo menos dame un teléfono en donde llamarla. Mañana es su cumpleaños… quiero hablar con ella —le dije reteniendo todo mi enojo.
—No —sentenció.
— ¡Maldita sea! —le rugí y tiré todas las cosas que estaban sobre el escritorio. Abrí la puerta y salí de allí. Sin prestar atención a que Abril estaba allí me acerqué a Aly
— ¡¿Dónde está el número de ella Aly?! —le pregunté bastante alterado.
—Yo… yo no lo sé —me contestó nerviosa.
— ¡Sí que lo sabes! —le grité. 


Sentí unas pequeñas manos tomarme del brazo y jalarme hacia ella. Cerré los ojos y dejé que ella me calmara con sus brazos. 


—Tranquilo —me susurró mientras me abrazaba más. 


Otra vez todo eso enojo que tenía se evaporó. Me quedé quieto cerca de ella, sus manos subían y bajaban por mi espalda, calmándome. Luego de unos segundos me alejé con cuidado. 


—Lo lamento —le dije mirándola a los ojos.
—Oye, tranquilo —me dijo y acarició mi mejilla. Me giré a mirar a Aly.
—Lo siento Aly, sé que no tienes nada que ver —me disculpé.
—Todo está bien, Dani —me dijo ella. Greoff salió de la oficina y se quedó quieto al ver a Abril allí. La miró extrañado por unos cuantos segundos.
—No sabía que estabas acompañado —me dijo sin dejar de mirarla.
—Sí, pero ya nos vamos —le dije apretando los dientes.
—No espera —dijo él y lo miré —Necesito que hagas una cosa, y te voy a dar el número que quieres…
— ¿Qué cosa? —pregunté al instante.
—Necesito que le lleves esto a Donald que está abajo esperando, y que firmes por mí el papel que él tiene —me indicó.
—Para eso tienes empleados —le recordé.
— ¿Quieres el número? Entonces haz lo que te digo —me dijo. Solté un suspiró cansado. Me acerqué a él y tomé el papel. Miré a Abril.
—Espérame aquí por favor —le pedí. Ella asintió y salí de allí.


Bajé rápidamente por las escaleras para no perder mi tiempo, necesitaba ese número para poder hablar con mi madre. 


Me encontré con Donald, le di el papel y firmé otro. Volví a subir, estaba por entrar a la sala, pero me quedé detrás de la puerta al escuchar a mi padre hablar. 


—Pensé que eres una chica inteligente, Abril —le dijo.
—Y yo pensé que usted era un hombre honesto y trabajador señor Fernández, pero veo que las apariencias engañan —le dijo ella.
—Te conviene tenerme como amigo pequeña, ya que si pretendes estar con mi hijo y casarte con él tienes que tener mi agrado…


Abril empezó a reír y no pude evitar sonreír por ello.


—No puedo creer que haya dicho eso… ¿Usted se da cuenta de lo que acaba de decir? Señor Fernández tengo 18 años y no tengo intenciones de casarme aún… además de que no creo que su hijo quiera eso —le dijo divertida.
—No seas insolente —le advirtió.
—Y usted no sea ridículo. Olvídese de que voy a hacer algo de lo que me acaba de pedir, está muy equivocado si piensa que voy a decirle algo malo con respecto a…


Entré y ambos me miraron. Miré fijo a mi padre. Estaba algo rojo y se notaba que estaba molesto.
En cambio Abril tenía esa cara de calma y armonía que siempre lograba hacerme sentir mejor. 


— ¿Pasó algo? —le pregunté.
—No nada, solo que tu padre se sabe unos chistes muy graciosos —me dijo ella sin dejar de mirarlo.
—Espero que te hayan tratado bien —dije mirando a mi padre.
—No tengo nada para decir —me dijo ella.


Greoff se acercó a la mesa de la secretaría y tomó un papel, anotó algo y me lo dio. Lo miré y era un número de teléfono. 


— ¿Vamos Abril? —le pregunté. Ella me miró y sonrió.
—Vamos —dijo asintiendo —Adiós señor Fernández… fue un placer hablar con usted.
—Adiós señorita Brooks —le dijo él. 


Salimos de allí y noté que la cara de calma y armonía de Abril había cambiado por una cara de molestia. 


—¿Qué sucede? —le pregunté. Me miró y sonrió levemente.
—No, nada. Solo estaba pensando —me dijo.
—Cariño, yo sé que dijimos de ir a tomar un helado… pero ¿podríamos dejarlo para otro día?
—Claro que sí —dijo y me miró a los ojos —Debo ir a hacer unas cosas, ¿necesitas algo de mí?
‘Varias cosas me gustarían de ti’
—No cariño, nada —le dije antes de decirle semejante barbaridad.
— ¿Seguro? ¿No quieres que me quede contigo? —preguntó.
— ¿Vas a admitir que estas preocupada por mí? —le dije. Ella sonrió y luego bajó la mirada.
—Claro que estoy preocupada por ti…
— ¿Cuánto?
—Bastante —dijo mientras miraba para otro lado.
— ¿Y por qué será eso?
—Porque, eh… debo irme —dijo y comenzó a caminar.
—Abril —la llamé. Se giró a verme —Porque te mueres por mí, ¿verdad?


Revoleó los ojos y negó con la cabeza.


—Luego te llamo… ¿estás seguro que estarás bien?
—Sí, voy a estar bien —le dije divertido.
— ¿No vas a hacer ninguna tontería, cierto?
—No voy a hacer ninguna tontería.
— ¿Me lo prometes?
—Si no te vas voy a besarte —le dije.


Sus ojos se abrieron bien y pestañeó varias veces.


—Ya me voy —dijo algo nerviosa y comenzó a caminar.


Sonreí al ver su paso apresurado al caminar, entonces corrí hasta ella y la tomé del brazo para
jalarla hacia mí y besarla dulcemente en los labios.


—De todas maneras iba a hacerlo —le dije cuando me alejé apenas un milímetro de ella.



Hola!!!

Aquí estoy con un nuevo capítulo que espero que os haya gustado.

Gracias por esperar y por leer. Espero vuestros comentarios.

Besos, María.


lunes, 11 de julio de 2016

Adicto a Ti - Capítulo 41


Capítulo 41


Ella sacó las llaves de su cartera y comenzó a caminar. Estaba por llegar tarde a la presentación de su hijo, y no se podía permitir aquello. Se subió al auto y arrancó lo más rápido que pudo. Cuando llegó se bajó y casi corrió hacia dentro del auditorio. Un poco agitada se acercó a una de las profesoras. 

—Señorita Mimí, ¿Dónde está mi hijo? —le preguntó recuperando un poco el aire que había perdido.
—Dani está detrás del escenario, señora Fernández—le señaló el camino con el dedo. 


Anne asintió con la cabeza y movió de nuevo sus piernas para acercarse al lugar. Corrió una cortina y lo divisó parado en medio de todas las niñas. Sonrió levemente. Él levantó su pequeña mirada miel y sonrió mostrando todos sus dientes al verla.


—Lo siento señoritas, pero llegó mi reina —les dijo a las niñas y se abrió camino de ellas para acercarse a su madre. Anne se agachó cuando él estuvo cerca.
—Eres todo un galancito —le dijo divertida.
—Lo sé mami, pero solo me interesas tú —dijo él.
—Está bien, acabas de ganarte un helado para cuando termine la función —dijo ella y acomodó un poco sus rebeldes rulos —¿Estas nervioso?
—No, para nada —afirmó y sonrió. 


Su madre levantó su mano y acarició su rostro. Sus mejillas estaban pobladas de pequeñas pecas, su nariz pequeña adornaba su cara de niño. Él era tan bello, su pequeño bebe. Con solo 5 años ya era todo un hombre, y hablaba como tal. 


Una de las profesoras de ballet se acercó a ellos. 


—La función ya va a comenzar —les avisó. Ambos asintieron y volvieron a mirarse.
— ¿Papá vino? – le preguntó él esperanzado.
—No Dani, papá está ocupado —dijo ella.
—Siempre está ocupado —susurró bajando la mirada.


Anne tomó su mentón e hizo que la mirara a los ojos. Ella no podía permitir que la concentración y la autoestima de su hijo bajaran por eso. 


—Pero yo estoy aquí y yo quiero verte brillar. Phill también vino a verte…
— ¿Phill está aquí? —dijo entusiasmado. 


Phill siempre venía a verlo y eso lo alentaba. Anne sonrió.


—Sí, está aquí y ambos queremos que seas el niño más lindo de todos.


Dani rió divertido.
—Soy el único niño, mami —le dijo.
—Tienes razón, pero no importa. Para mí eres único y estoy muy orgullosa de ser tu madre. Ahora sal a ese escenario y haz lo que sabes hacer —dijo y le dio una pequeña palmada en su trasero para que caminara. 


Dani movió sus pequeñas piernas hacia en escenario y Anne lo perdió de vista.





Se sentó en el gran piano de la casa de su abuela. Tenía que terminar de saber las notas, antes de que su madre llegara. Levantó la tapa del piano y se sentó en el asiento. Sus pequeñas piernas no alcanzaban el pedal. Así que buscó un libro y lo apoyó sobre él para poder tocar tranquilo. Miró las 88 teclas del majestuoso piano de cola. Con cuidado apoyó uno de sus pequeños dedos sobre una de ellas. 


—Cuando toques el piano, siempre has de cuenta que estas tocando un pedazo de tu alma, y tócalo con cuidado... porque el siente las emociones que tienes cuando lo tocas —le dijo su madre sentándose a su lado.
— ¿El siente mis emociones? —le preguntó él algo asombrado.
—Claro que él te siente. Ahora pon tus manos como te dije la otra vez, y solo toca después de que yo lo haga —le dijo ella.


Dani vio como su madre apoyaba sus manos sobre la otra mitad del piano, en la que él no estaba. Sus largos y finos dedos empezaron a moverse, causando que la música saliera suave y melodiosa.


El pequeño rubio comenzó a mover los dedos también, copiando el acto de su madre. Anne sonrió contenta mientras veía todo lo que su pequeño de 7 años había avanzado solo en dos semanas. Dani miró a su madre y le sonrió, enseñándole una sonrisa con falta de dientes. Le encantaba tanto llegar de la escuela y sentarse a tocar con su madre. Amaba pasar la tarde con su madre, hablando de los músicos más importantes de la música clásica. Y aprendiendo a tocar algún instrumento nuevo.


—Mami, ¿crees que algún día seré un gran hombre? —le preguntó él. 


Anne dejó de tocar y lo miró.


—Claro que sí mi amor, serás un hombre de bien —le dijo ella acariciando su mejilla.






Sentí que algo frío caía por mi mejilla. Entonces mi mente salió de aquel extraño trance en el que había entrado y me di cuenta de que estaba sentado en el pasto de la Universidad. Miré la carta entre mis manos y sentí como por mi otra mejilla una nueva lágrima caía. 


Un nudo se había formado en mi garganta, haciendo que me costara trabajo respirar. Mi madre… mi madre me había escrito, mi madre estaba bien. Ella nunca se olvidó de mí… 


— ¿Dani? —escuché que me llamaba. Levanté la cabeza y ella me miraba algo extrañada.


Rápidamente se acercó y se agacho hasta mi altura — ¿Qué sucede?


Entonces el nudo en mi garganta se hizo más grande. La tomé del brazo y rápidamente la acerqué a mí, para abrazarla. Escondí mi rostro en su cuello y dejé que aquel nudo saliera de mí, materializado en lágrimas. Ella estaba algo confundida, pues sus brazos estaban indecisos a abrazarme o no.


—¿Qué pasa? —me volvió a preguntar.
—Solo necesito que me abraces, Abril —le hablé con la voz algo quebrada —Lo único que quiero es un abrazo.


Y entonces mi necesitada respuesta llegó. Sentí como sus pequeños brazos me apretaban con fuerza y me acercaban más a ella. Levanté mis brazos y rodeé su cintura. Lloré en silencio sobre su cuello. Sentí como su mano bajaba y subía por mi espalda… pero no con intención sexual o algo por el estilo. Era un gesto de cariño, de consuelo.


Cerré mis ojos y me quedé ahí, pegado a ella. Respirando su aroma, y sintiendo un poco de tranquilidad entre sus brazos. No sé cuánto tiempo estuvimos así, simplemente perdí la noción de todo. Lentamente comencé a alejarme de ella. Abril me miró fijo y levantó su mano para secar mi rostro. 


— ¿Qué sucedió? —dijo preocupada. 


Miré la carta que estaba en mis manos y al instante tomé mi mochila y la guarde allí. Sonriendo levemente me puse de pie y ayudé a Abril a que lo hiciera. 


—Nada cariño, tranquila —le dije y acaricié su rostro.
—No, no puedes decirme nada… porque tú estabas llorando y no creo que te pongas a llorar por nada… no eres la clase de hombre que llora porque sí.
— ¿Estas preocupada por mí? —le dije arqueando una ceja.
— ¿Acaso ni cuando estas mal logras controlarte un poco?


Sonreí divertido, aunque de verdad no me sentía muy bien que digamos.


—Nunca vas a dejarme escuchar que estás muy preocupada por mí ¿verdad? —le dije.
—No… no es eso. Yo si me preocupo por ti… anda, dime que pasó —dijo.
— ¿Qué haces aquí? —le pregunté.
—Vine a buscar unos papeles que necesitaba y pasé y te vi aquí… ¿Vas a decirme?
—Te extrañe hoy en las clases… no tenía a quien mirar de manera posesiva —dije para seguir cambiando de tema.
— ¡Ya no me cambies de tema! —me reprochó.
—Ya es tarde cariño, va a ser mejor que vayas para casa —le dije y me acerqué a ella para besar su frente. Me tarde un poco más de lo que el gesto ameritaba.
—Pero… —intentó hablar ella, pero comencé a caminar. 


Me metí a la Universidad, necesitaba encontrar un lugar tranquilo para pensar, y que mejor lugar que sala de música. Miré a mí alrededor y ya casi nadie estaba en la Universidad. Llegué al salón y entré. Sonreí al ver el piano. Me acerqué, lo abrí y me senté frente a él.


—Cuando tocas el piano estas tocando un pedazo de tu alma…


Sonreí de nuevo al recordar otra vez sus dulces y sabias palabras. Acaricie las teclas y luego coloque bien mis dedos sobre ellas. Comencé a tocar una de sus canciones favoritas, el Pachabel Canon in D de Mozart. Mis dedos no habían perdido la habilidad de tocar, pensé que si ya que hacía mucho que no tocaba el piano. 


Muchos recuerdos más llenaron mi cabeza. Estaba por terminar, cuando sentí una presencia en la sala. Levanté la cabeza y ella estaba parada en la puerta. 


—Abril, ¿Qué haces aquí? —dije sorprendido. 


Con cuidado ella comenzó a acercarse. Se sentó a mi lado y miró al piano.


—No sabía que tocabas tan lindo —me dijo. Ella giró su cabeza y me miró — ¿Puedes tocar algo para mí?


La miré fijo y entonces recordé aquella canción que hace unos años, cuando estaba aburrido, había aprendido a tocar en piano. 


—Sí —dije asintiendo —Y no solo voy a tocar algo para ti, sino que voy a cantarlo también…
—¿Cantas? —dijo sorprendida.
—Hago un esfuerzo —coloqué mis manos sobre el piano de nuevo.
—Vaya… de verdad me sorprendes —musitó. 


Moví de nuevo mis dedos y la música comenzó a salir. Miré mis manos, para tratar de recordar mejor las notas… y al instante invadieron mi cabeza. Giré mi cabeza para volver a mirarla. 


—My life is brilliant. My love is pure. I saw an angel. Of that I'm sure. She smiled at me on the subway. She was with another man.
But I won't lose no sleep on that, 'Cause I've got a plan. You're beautiful. You're beautiful. You're beautiful, it's true. I saw your face in a crowded place, And I don't know what to do, 'Cause I'll never be with you. Yeah, she caught my eye, As we walked on by. She could see from my face that I was, Fucking high, And I don't think that I'll see her again, But we shared a moment that will last till the end. You're beautiful. You're beautiful. You're beautiful, it's true. I saw you face in a crowded place, And I don't know what to do, 'Cause I'll never be with you —su mirada se volvió tierna —You're beautiful. You're beautiful. You're beautiful, it's true. There must be an angel with a smile on her face, When she thought up that I should be with you. But it's time to face the truth, I will never be with you...


Las últimas notas no llegué a tocarlas bien, pues me concentré mucho en mirarla. Sus ojos ahora estaban vidriosos y amenazaban con soltar lágrimas. 


Rápidamente se acercó a mí y tomó mis labios con los suyos. Sentí una pequeña presión en mi pecho, y me di cuenta de que era mi corazón acelerado. Posó una de sus manos en mi mejilla y me acarició mientras comenzaba a mover su boca sobre la mía. Un débil sonido salió de mi garganta y al instante mi necesidad de ella me atrapó. 


Exigiendo más de su boca tomé su rostro con ambas manos y la acerqué más a mí. Su pequeña mano subió hasta mi nuca, mientras nuestras bocas se acariciaban tiernamente. Soltando sus labios apenas, apoyé mi frente contra la suya, y respiré profundamente. Abrí mis ojos y sus ojos estaban cerrados. Nuestras respiraciones se mezclaban agitadas en ese pequeño espacio que nos separaba. 


—Diablos Abril… esto no puede ser así —susurré.
—Lo sé, lo sé —me dijo rápidamente. 


Apretando los dientes me alejé de ella. Yo no quería sentir esto… no podía sentirlo. Una vez perdí a alguien que amaba mucho. Y me conozco, yo sé que si dejo que esto pase… voy a arruinarlo quiera o no quiera, siempre termino arruinando las cosas. 


—Ya es tarde cariño, ve a casa. Juro que hoy en la noche voy a llamarte —le dije. 


Ella se puso de pie y asintió con la cabeza. 


—Está bien… pero ¿no quieres contarme? —me dijo. Le sonreí levemente.
—No, no hay nada que contar —dije. Volvió a asentir y caminó hasta la puerta. Se giró a verme, y pensé que me pondría de pie y caminaría hasta ella para abrazarla y besarla otra vez.
—Sabes que puedes contar conmigo Dani, y que siempre que necesites hablar voy a escucharte.
—Sí cariño, lo sé. 


Sonrió por lo bajo y salió de allí. Solté un suspiró y volví a mirar al piano. Entonces mi cabeza comenzó a pensar en todas las cartas que me habrá mando y que el canalla de mi padre nunca me dio. Tomé mi celular… el maldito infeliz iba a escucharme.


—¿Qué sucede Dani? —me preguntó al atender.
—¿Dónde están las cartas que me mandó mi madre? —le pregunté. No dijo nada.

Al parecer no esperaba que le dijera eso —Las quiero, quiero todas las cartas que ella me escribió.
—No sé donde están —dijo.
—¡Mentira! ¡Sí lo sabes! ¡Tú las tienes! —le grite.
—¡Antes que nada te calmas! —me levantó la voz el también — ¡Si te digo que no las tengo es porque no las tengo!
—Voy a ir a tu oficina ahora mismo y me vas a dar esas cartas, al igual que un número de teléfono en donde puedo comunicarme con ella. ¿No sé si lo sabes? Pero mañana es su cumpleaños y quiero hablar con ella…
—No Dani —sentenció.
—¡Sí maldita sea, me vas a dar lo que te estoy pidiendo! ¡Te guste o no! —colgué el teléfono y salí de la sala de música alterado. Pero mi enojo se calmo un poco al verla detrás de la puerta
—Abril —le dije. Ella trago saliva.
—Lo siento, solo quería escucharte tocar…



Hola!!!

Nuevo capítulo!! Espero que os haya gustado.

No sé si mañana voy a poder subir capítulo o no, espero que sí, así que por si mañana no puedo quiero deciros que me voy el miércoles de campamento una semana y no voy a poder subir ningún capítulo. Ya lo siento. En cuanto vuelva iré subiendo un capítulo por día como hasta ahora. 

Gracias por leer y por comentar.


Besos María.

domingo, 10 de julio de 2016

Adicto a Ti - Capítulo 40


Capítulo 40



Ella me miró fijo a los ojos, sin decir absolutamente nada por unos cuantos segundos. Yo estaba por decir algo…

—No, yo no tengo nada que pensar —me dijo —No quiero nada contigo…
— ¡Eres una necia! —le dije nervioso — ¡Ni siquiera porque el chico más sincero y bueno del mundo te lo dice quieres entender!
— ¿Y tú? ¿Acaso lo pensarías? No Dani, ¡No seas cínico! A la primera falda fácil que pase frente a ti, te irás corriendo detrás de ella.
—Tal vez tengas razón y no haya nada que pensar... teniendo en cuenta lo poco que me conoces para decir una cosa así —le dije algo molesto —Me ofendes.
— ¿Acaso no es así? No me vengas con que te afecta eso ahora, porque no es verdad. Estoy completamente segura que tienes una lista más larga que la de un hospital público de las mujeres con las que has salido —dijo enojada.
— ¡Pero tú no eres una más de ellas! —le dije nervioso.
— ¡¿No, no lo soy?! ¡¿Y que soy entonces?! —me preguntó con el mismo tono que yo utilicé. 


La miré fijo, tratando de encontrar las palabras adecuadas. Pero tampoco exponerme tanto y decir un conjunto de estupideces. 


—Tú… tú eres lo mejor que he tenido —logré decir luego de un largo rato de silencio.


Entonces vi como sus ojos cambiaban esa forma acusadora, para mostrarme desconcierto y miedo. Ella no quería escuchar eso… no esperaba escuchar eso.


— ¿Otro de tus estúpidos discursos de convencimiento? —preguntó y dio media vuelta para comenzar a caminar —Con Mary o cualquier otra estúpida puede funcionar Dani, pero conmigo no —dijo sin dejar de caminar hacia su auto.


¡Diablos, ella era tan testaruda! ¡No quiere entenderlo, no quiere aceptarlo! 


Digamos que yo tampoco, ¿verdad? Pero aún así, cuando logro decirle algo que me sale del corazón, no me cree. No quiere creerme.


— ¡No es un discurso! ¡Es una afirmación! —le dije fuerte ya que se estaba subiendo al auto. Prendió marcha y salió rápidamente de allí. Solté un cansado suspiro y me subí a Betty —Tú siempre vas a estar conmigo, ¿verdad Betty? Eres la única mujer en mi vida que nunca me ha pedido nada… y a ti si puedo decirte que te amo, Betty.


La prendí y comencé a manejar hacia mi casa. Me puse a pensar un poco en como estuvieron las cosas en general. Y bueno, no todo salió mal. Por lo menos Devine comprendió que no podía hacer nada con Mi Anne, pues ella es mía. 


¿Es mía? ¿Acaso puedo utilizar ese término? 


Sí, claro que puedo usarlo. Porque aunque lo niegue, aunque no lo acepte, aunque quiera huir y esconderse, ella sabe que es mía. 


Y ahora que Josh se hizo a un lado, ya puedo estar tranquilo. En realidad no puedo estar muy tranquilo. Porque en cualquier momento puede salir el psicópata de Styles al ataque y querer hacerle algo a mi Anne.


Ay Abril, va a ser tan complicado hacerte entender que no eres como las demás. Hasta para mi es complicado de entender. Pero creo que poco a poco me voy dando cuenta de que es así. Pero quizás no lo sea, ¿Y si quizás estoy confundido? 


Tal vez lo que me pasa con Abril es pasajero. Yo no quiero lastimarla, ella no se lo merece. Es una buena chica… es una chica inteligente, hermosa, simpática, dulce. Tiene una mirada que logra dejarte hecho un idiota. Y esa forma tan excitante y al mismo tiempo relajante de besar… que juro que podría estar horas y horas simplemente besándola. Pero ya, ya, ya, ya no voy a seguir pensando en esas cosas. No tienen sentido.


Llegué a casa y cuando entré mi celular comenzó a sonar. Lo tomé y miré la pantalla. Número privado, que extraño. Fruncí el ceño y decidí contestar.


— ¿Hola? —dije al atender. No obtuve ninguna respuesta —Hola, ¿Quién habla? —nadie contesto. Volví a mirar la pantalla, la llamada aun estaba —Abril, ¿eres tú cariño? ¿No quieres hablarme? —entonces la llamada se cortó. Miré la pantalla y si se había finalizado. 


No, esa no había sido Abril. Ella sería incapaz de llamarme. Pero, ¿Quién pudo ser?


¿Mi padre? No lo creo.


¿Mary? Puede ser.


Pero de seguro que fue alguna de las locas esas que esta atrás mío y llamó solo para escuchar mi masculina e irresistible voz. 


El fin de semana se pasó rápidamente, ya que solo me quedaba por disfrutar el domingo. Ese día me quedé en casa todo el día cocinando con Rose. Y como siempre que ella tenía oportunidad, lograba preguntarme por Abril. . Yo no sé porque será, pero no entiendo porque la quiere tanto. Aunque esa pequeña caja de mentiras es fácil de querer. 


Apresuré un poco mi pasó para llegar más rápido al despacho del rector. 


Me habían sacado de la clase de economía porque él me había mandado a llamar. No sé porque motivo será, pues hace mucho que no hago ningún lío o me meto en problemas. Y hoy era miércoles mitad de semana… me puse a pensar un poco si había hecho algo malo, pero no, verdaderamente no hice nada de nada.


Toqué dos veces la puerta de su despacho.


—Adelante —escuché que me decía. Con cuidado me asomé y él me miró —Dani, pasa muchacho y cierra bien la puerta.


Asentí y entré del todo. Me hizo una seña para que me sentara frente a él y así lo hice.


Acomodé mi garganta.


— ¿Para qué soy útil? —le pregunté ya que no me hablaba.


Él soltó un suspiro y me miró bien.


— ¿Cómo has estado? —preguntó. Fruncí el ceño.
—Bien, normal —contesté algo confundido.
— ¿Sabes? Estoy un poco sorprendido… últimamente no te he visto por aquí y también últimamente estas llegando temprano a las clases.
—Sí, puede ser que algo me haya afectado un poco. Pero bueno ni modo, es para bien o ¿no?
—Claro que sí, y estamos muy contentos. Este es el Dani que queremos aquí, no el rebelde que le gusta meterse al jardín del campus en su Ducati —me dijo. Reí por lo bajo. Él sacó un cigarrillo y me pasó uno. Lo acepté con una leve sonrisa. Prendió el suyo y luego me dio el encendedor para prender el mío. Lo prendí y luego lo miré.
— ¿Para qué me mandó a llamar señor? —le pregunté después de soltar el humo de mi cigarro.
— ¿Acaso no puedo llamarte para hablar contigo y preguntarte cómo estás? —me dijo.
—Sí, sí puede pero… ¿no le parece un poco extraño? —dije divertido.
—Bueno sí, tienes razón. Te mande a llamar porque llegó algo para ti —dijo. Lo miré extrañado.
— ¿Algo para mí? ¿Y qué es? —pregunté. 


Él abrió un cajón y sacó un sobre de carta de allí, lo colocó encima de la mesa y cerró el cajón. Me miró y acercó el sobre a mis ojos. 


—Lo trajeron hoy por lo mañana y solo dice Dani… y como eres el único Dani en la Universidad deducimos que es para ti —me dijo. Miré fijo aquel sobre blanco que tenía solo mi nombre escrito atrás. Miré al rector y tomé la carta. Sentí un gran impulso por abrirla, pero me
contuve. Algo me decía que debía abrirla solo y leerla en soledad.
—Luego la leo —le dije. El rector asintió con la cabeza y se apoyó mejor en su asiento. Volvió a fumar de su cigarrillo y soltó el humo.
—Puedes volver a clases —me dijo. Asentí y me puse de pie con el sobre en la mano.


Una sensación extraña se había apoderado de mí. 


—Muchas gracias por la carta —dije antes de salir.
—No es nada, y cualquier cosa que necesites no dudes en avisarme, ¿si Dani?
—Quédese tranquilo señor, cualquier cosa le aviso —le dije y salí de allí. 


Sin dejar de mirar el sobre entre mis manos caminé con cuidado al salón. ¿De quién podrá ser? Lo único que dice el sobre es Dani, escrito con una letra linda y redonda.


Es letra de mujer, estoy completamente seguro de ello. Quizás tengo una admiradora secreta que ahora se va a dedicar a mandarme cartas de amor, y mensajitos por todos lados. Me reí para mis adentros al pensar en eso. Pero algo me decía que nada tenía que ver con chicas. 


Llegué al salón y entré. Me senté de nuevo en mi lugar, justo al lado de Blas.


— ¿Qué pasó? —me preguntó —¿Qué hiciste ahora?
—No, nada. Solo me llamó para darme esto —le dije y le enseñé el sobre.
— ¿Una carta? —dijo confundido.
—Sí, no tiene remitente ni nada —dije.
— ¿Y que estas esperando para abrirla y leerla? —preguntó y quiso abrirla. Se la quité.
—No, no quiero leerla aún. Luego la leeré solo. 


El resto del día me la pasé pensando en la carta. Luego de que el rector me la diera y se la mostrara a Blas había decidido guardarla y leerla en otro momento… algo me decía que no debía leerla, pero mi otra voz me decía que sí. 


Hoy Abril no había venido a clases, por lo que me dijo María, había tenido un problema con su padre y había estado un poco mal por ello. Pobre mi pequeña cajita de mentiras. Me hubiese gustado darle un abrazo. Y por causa de que ella no había venido, no había podido poner mi cabeza en otra cosa que no fuera la carta.


Decidí escaparme del taller de música porque las ganas de leer la carta ya me estaban consumiendo. Salí de allí silenciosamente. Tomé con firmeza mi mochila y caminé hasta el jardín del lugar.


Gracias a Dios no había nadie allí. Me acerqué hasta el viejo árbol y me eché bajo el. Respiré en fresco aire y busque entre mis cosas el sobre blanco. Lo volví a mirar bien y entonces tomé valor para abrirlo. 


Saque de allí un papel que estaba doblado en varias partes, ya que era un papel muy largo y estaba completamente escrito de adelante y de atrás. Di un gran respiro y comencé a leer. 


Dani:


O mejor sería poner, Hijo. Hace tanto tiempo cariño, hace tantos años que vengo buscando la forma de llegar a ti, de comunicarme contigo. Pero siempre hay algo que me lo impide. 


¿Por dónde puedo empezar mi amor? Tengo tantas preguntas y estoy segura de que tú también las tienes. Antes que nada quiero pedirte perdón, perdón mi amor por no haber sido lo suficientemente fuerte para pelear por ti. Quiero pedirte perdón por dejarte, por no cuidarte durante todos estos años. 


Perdón hijo mío, es algo que te pido de corazón. Y sé que tal vez no puedas perdonarme… y te entiendo, pero quiero que sepas que jamás me olvide de ti. Me comporté como una cobarde, no pude hacerle frente a Greoff. Él… él logro lo que quería, alejarme de ti. 

Creciste mi amor, y lo hiciste lejos de mí. No sabes las noches que lloré, pensando en tu miedo a la oscuridad. ¿Quién iba a arroparte si yo no estaba ahí? ¿Quién iba a abrazarte para que el miedo se fuera? Los días en los que me la pasaba pensando en tu carita de tristeza, en tus ojos marrones llenos de lágrimas. 


¡Oh hijo, esa imagen tuya, esa mirada tuya aun no salen de mi cabeza! Las pequeñas lágrimas que corrían por tus mejillas esa noche, aún me torturan. Tu voz quebrada al decirme 'adiós mamá' retumba en mi cabeza. Y me odio, y me detesto por no haber podido evitarte todo eso. Te arrancaron de mi lado Dani, me alejaron de ti de la peor manera. Y yo no hice nada, no hice absolutamente nada.


Dani, mi vida, yo quiero que sepas que en todos estos años no hubo un solo día en que yo no pensara en ti. Juro que me imagino lo hermoso que debes de estar. Es que pienso en eso y mis ojos se llenan de lágrimas. Siempre fuiste un niño hermoso, y no lo digo por ser tu madre, no. Lo digo porque así era mi amor, eras el más bello de todos. Y estoy segura de que ahora también lo eres.


Y también estoy completamente segura de que eres un Don Juan, mi intuición de madre me dijo eso cuando cumpliste 14 años. Y si eso es así jovencito, creo que algún día vamos a tener que hablar muy seriamente sobre ello. No sabes las veces que me imagine regañándote por algo, y que luego arreglas el problema con algún halago o sonrisita compradora.


Siempre imaginé el día en que me trajeras a tu primera novia a casa… Y creo que eso aun no sucede Dani, ¿estoy en lo correcto, verdad? Tantas cosas mi amor, tantas cosas que me imagino. Tantas cosas que sé que perdí y no voy a volver a recuperarlas. Todas esas cosas que perdí provocaron un vacío en mí.


El día en que tu padre te alejó de mí, se llevó un pedazo de mi corazón. Y creo que en este momento te debes de estar preguntando, ¿Por qué te escribo ahora y no lo hice antes? Es que yo si lo hice hijo, siempre te escribía cartas. Pero tu padre encontraba la forma de saber cuando iba a mandarla y se encargaba de que nunca te llegaran. Por eso esta vez me arriesgué y mandé la carta directamente a la Universidad en la que estas. No puedo creer que ya estés en la Universidad. Ya eres todo un hombre, estudiando derecho. Tengo tantas cosas para contarte mi amor.


Luego de que tu padre te llevara, intenté rehacer mi vida con Phill, y de a poco lo hice. Phill es un hombre maravilloso, siempre estuvo a mi lado cuando… sentía que no tenía más fuerzas para continuar viviendo sin ti. Siempre encontraba las palabras correctas para sacarme adelante y darme la esperanza de que algún día iba a volver a verte.


Pero no solo me dio eso, hace cinco años Phill me dio el segundo regalo más grande de mi vida. Se llama Hope y es una niña hermosa. Tienes tus ojos, y creo que heredó esa forma convincente y aduladora para salir de los problemas. Y eso que apenas tiene cinco años. Siempre le habló de ti, siempre le digo que tiene un hermano mayor y le muestro fotos tuyas de cuando eras un niño. Ella las mira y dice: 'Ese es mi hermano, Dani”, y está tan orgullosa de ti. 


Tienes que conocerla, se van a llevar tan bien… Y creo que hasta aquí puedo llegar mi vida, porque las lágrimas me están nublando la vista. Nunca olvides que te amo dani, y eres lo más grande que Dios me ha dado.

Anne.





Hola!!!

Aquí tenéis un nuevo capítulo!! Espero que os haya gustado.

Gracias por leer y comentar.

Besos, María.