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The story

Estas dos historias no son mías, las encontré por casualidad por facebook y me han encantado. Así que he decidido publicarlas para que todas podáis disfrutar de estas fantásticas novelas tanto como yo. No se quien las ha escrito pero son maravillosa. Espero que os gusten.


Gracias por leer.

martes, 31 de enero de 2017

Adicto a Ti - Capítulo 52


Capítulo 52


Abril comenzó a reír divertida al igual que Emma. Dejamos de hablar y nos giramos a verlas. Carlos se puso de pie.
— ¿Qué sucede? — preguntó mientras se acercaba a ellas. Blas y yo lo seguimos.
— Me parece muchachos que María acaba de arruinar nuestra cena — dijo Abril sin dejar de reír. La miré divertido… se estaba descostillando de la risa. 
— ¡No es divertido! — se quejó mi prima. Emma se restregó los ojos, mientras calmada su risa. 
— No les hagas caso a estas brujas, linda — dijo Blas y se acercó a María, quien apoyó su cabeza sobre su hombro cuando él estiró sus brazos. 
— Aaaay, me dijo bruja — se quejó Abril
Me acerqué a ella y la abracé por la espalda, apoyando mi mentón en su hombro. Mi boca quedó cerca de su oído. Ella colocó sus brazos sobre los míos que estaban sobre su vientre. 
— Y sí, algo de eso debes ser… porque me tienes hechizado. No puedo dejar de verte, no puedo dejar de pensar en ti, en tus besos, en tu cuerpo — le susurré. 
Sonrió levemente y mordió su labio. Giró un poco la cabeza y me miró. 
— No puedes con tu genio, ¿verdad? — preguntó. 
— Te lo aseguro… apenas se vayan todos, tú no te salvas de mí — besé su mejilla y volví mi vista a los demás, pero sin dejar de abrazar a Abril — Entonces ¿Qué vamos a comer?
— Pidamos unas pizzas — dijo Carlos. 
— Perfecto — aseguré y me alejé de Abril para ir en busca del número del delivery. Pero detuve mi paso al recordar aquello, me giré a verlos a todos — No podemos. 
— ¿Por qué? — dijo confundido Blas.
— Anne, no come pizzas — dije. 
Ella sonrió y se acercó a mí, para acomodar un poco mi cabello. 
— Eres tan dulce, pareces un lindo dulce de leche — aseguró. 
— Y tú eres mi envoltura — murmuré y me incliné para besarla cortamente.
— Pero no se preocupen por mí… pidan la pizza, yo no tengo hambre — les dijo a los chicos. 
Ellos volvieron a sus charlas y le lancé a Blas la tarjeta con el número para que llamara. Volví mi vista a Abril. Me senté en el sillón y le hice un gesto para que se sentara sobre mis piernas. 
— Es mentira que no tienes hambre. Hace un rato estabas que matabas por un poco de comida. 
— No te preocupes, comeré un poco de fruta — me dijo. 
— No, ¿sabes qué? Vas a comer una porción de pizza o dejo de llamarme Dani “el sexy” Fernández. 
— ¿El sexy? — dijo divertida — Más bien ‘el calentón’.
— Muy graciosa — bufé — Pero la única calentona aquí eres tú…
— Sí, y me encanta serlo — dijo en descarado coqueteo. 
— No me seduzcas aquí… tenemos invitados, amor mío. No querrás que haga cosas inapropiadas delante de ellos ¿o sí? 
— No te atreverías — dijo entre divertida y nerviosa.
— ¿Quieres averiguarlo? — pregunté. 
— No, Dani, ni se te ocurra — se estaba por poner de pie, pero no la dejé. Me miró fijo a los ojos. 
— ¿A dónde crees que vas?
— A… a estar con las chicas.
— Con ellas puedes estar otro día, ahora estás conmigo — le robé un breve beso. 
Ella sonrió y se acurrucó contra mi pecho. Mi corazón latió rápido bajo su oreja, y la escuché sonreír. Se alejó de mí y me miró a los ojos. 
— La primera vez que me besaste fue en la clase, ¿recuerdas?
— Cómo olvidarlo, amor, luego te pusiste como loca y eso fue lo que más me cautivó de ti.
Rió levemente y levantó su mano para acariciar mi mejilla. 
— Mi corazón latió muy rápido cuando hiciste eso — me contó. La miré algo sorprendido. 
— Entonces ¿Por qué me hiciste sufrir tanto por ti? — le pregunté. 
Ella mordió su labio inferior y levantando la mirada encontró la mía. 
— Porque yo no quería ser una más para ti, Dani.
— Y no lo eres… definitivamente no lo eres.
— Dani, yo… te…
Sentí un presión en mi pecho ante lo que mis oídos y, principalmente, mi corazón estaban esperando escuchar. 
- ¡Llegó la pizza! – gritó Blas entrando al departamento. 
Maldije para mi mismo a Blas ya que Abril se puso de pie y se acercó a la mesa dejándome con la duda latiendo. 
¿Qué era lo que iba a decirme?
Sacudí la cabeza y me puse de pie. Preparamos las cosas y nos sentamos a comer. 
—Ven aquí mi amor —le dije a ella. Negó levemente con la cabeza —Que vengas aquí — revoleó los ojos y mordiendo levemente su labio se acercó a mí. La tomé de la cintura y la senté sobre mis rodillas. Tomé una porción de pizza y la acerqué a su boca. 
—No, Dani, no quiero comer pizza —dijo corriendo la cara hacia el otro lado. 
—Pero vas a hacerlo. ¿O prefieres que eche a los chicos y tú y yo tengamos una seria ‘Charla’?
Me miró fijo a los ojos, tratando de saber si sería capaz de hacerlo o si solo estaba bromeando. Soltando un leve suspiro tomó la porción de pizza. Frunció el ceño con bastante asco y lo acercó a su boca. Con cuidado dio el primer mordisco. Comenzó a masticar y de a poco la cara de repulsión se fue convirtiendo en un gesto de agrado. Me miró mientras comía y sonreí mostrándole una sonrisa de satisfacción. 
—Diablos Abril, ya te está manejando. Estas comiendo cosas que ‘supuestamente’ no tienes que comer o mejor dicho que ‘juraste’ no comer. Que mal te veo amiga —dijo María. 
—Es el amor María —dijo Emma divertida. Abril sonrió y volvió a comer. 
— ¿Está rico? —le pregunté. 
—Hace tanto que no comía esto. Ya casi me había olvidado lo bien que sabía —dijo y volvió a morder su porción. 
— ¿Viste mi amor? Lo mismo va a pasar con la carne. Es solo cuestión de volver a probarlo. 
—Jamás —aseguró con la boca llena. Reí por lo bajo – Nunca más voy a comer carne. 
—No estés tan segura de eso —susurré y le guiñé un ojo. Ella sonrió y miró al frente.
— ¿Y en dónde estuvieron todo el día? —preguntó mi prima. Salí de mi encantó de mirar a Abril, y la miré a María. 
— ¿Qué? —le pregunté. Ella suspiró.
— ¿Acaso voy a tener que repetirte las cosas dos veces porque vas a estar atontado mirando a Abril? —dijo.
—Creo… que sí —dije asintiendo. Todos reímos. 
—Bueno, como te decía ¿Dónde estuvieron?
—Por ahí —dije. 
Mi mirada se cruzó con la profunda mirada de Abril, y con ese simple gesto ella entendió que yo no quería contarles, todavía, que había encontrado a mamá. 
— ¿Haciendo qué? —prosiguió mi prima. 
La miré y sonreí. Ella y su curiosidad algún día van a matarme.
— ¿Quieres que te lo cuente con detalles? —dije irónico. 
—Tonto —dijo por lo bajo María. Abril sonrió y volvió a agarrar otra porción de pizza.
—Paseamos un poco por la ciudad, tomamos un helado y luego fuimos a caminar un poco por ahí —dijo como si fuera totalmente cierto. 
—Si, seguro —dijo Blas. Todos volvimos a reír. 
La cena transcurrió entre risas y recuerdos. Luego de terminar las chicas se dirigieron a lavar y acomodar, mientras que los chicos y yo volvimos a apoyar nuestros traseros en los sillones. 
—Se los voy a pedir de buena manera muchachos, llévense a sus queridas novias, amantes, o amigas con derecho y déjenme a solas con mi pequeña Anne —les dije. 
Ambos me miraron con desaprobación. 
—Eres tan sucio —aseguró Carlos— ¿Acaso no te has puesto a pensar qué tal vez Abril no quiera tener relaciones hoy? No tienes consideración. Mírala, es pequeña Dani y tú eres un oso al lado de ella.
—Ella no se queja de ello. Y créeme que lo disfruta y mucho —le aseguré.
—Definitivamente eres un pervertido —dijo Blas poniéndose de pie —Vamos Carlos, dejemos a este par de tórtolos con su pasión.
Reí por lo bajo y me puse de pie. Nos acercamos a ellas. 
—Emma, mi vida, nos vamos —le habló a su novia.
— ¿Ya? —reprochó ella. 
—Si, Dani nos ha echado —le contó. 
— ¡Dani! —me regañó Abril.
— ¡Mentira, amor, yo nunca los eché! 
—Eres el peor —aseguró mi prima —Gracias a dios y no me quedaré aquí.
Arqueé una ceja y miré a Blas. Al instante la castaña adquirió un color rojo que la tiñó por completo. 
—Bueno Abril nos vemos mañana, amiga —dijo Emma y se acercó a ella para abrazarla. 
—Perdona a Dani… es un tonto —le dijo y me miró mal —Pero ya va a ver. Lo voy a castigar y donde más le duele. 
—Uh no me gustaría estar en tus pantalones, Dani —dijo Carlos. 
—Ni a mí —agregó Blas mientras tomaba su abrigo. 
Anne se acercó a María y le dijo algo en voz baja. Mi prima asintió y ambas me miraron. Sentí miedo, mucho miedo. 
—Bueno, vamos —dijo Carlos. Todos nos acercamos a la puerta. Abril y yo los despedimos y vimos como desaparecían por el pasillo. El departamento quedó en un total silencio. Giré para mirar a Abril, pero ella ya no estaba a mi lado. Levanté la vista y estaba terminando de acomodar las cosas en la mesa. Con cuidado me acerqué a ella. 
—¿Qué pasa? —le pregunté. 
—Eres el peor amigo del mundo —dijo sin mirarme.
Me acerqué un poco más a donde estaba y cuando estuve lo bastante cerca estiré mi mano y tomé su mentón. Hice que me mirara. 
—No, no soy un mal amigo —le dije. Ella asintió.
—Sí, sí lo eres. 
—Todo el tiempo estamos con ellos. ¿Acaso no entiendes que estoy asumiendo lo que siento por ti y lo único que quiero es estar contigo? —pregunté. 
Sus ojos se clavaron penetrantes en los míos.
— ¿Y qué sientes por mí? —preguntó. Sonreí de costado.
— ¿Bailamos? —le dije. 
Ella frunció el ceño. Me alejé y me acerqué a la radio. La prendí y para mi suerte una canción lenta sonaba. Estiré mi mano hacia ella. Me miró confundida y asentí para que se acercara. Se acercó y tomó mi mano. 
La jalé hacia mí y la pegué a mi cuerpo. Coloqué mis manos en su espalda y escondí mi rostro en su cabello, mientras ella colocaba sus brazos alrededor de mi cuello. Respiré profundamente su dulce aroma. Llenó mi corazón. 
Abril lo que yo siento por ti es algo tan extraño para mí. Nunca, pero nunca lo sentí por nadie… Y me hace sentir tantas cosas. Inclusive miedo… mucho miedo. 
— ¿Miedo? ¿De qué?
—De perderte, amor —musité y la apreté más a mí. 
— ¿Estás seguro Dani? Tal vez… no sea tan así, y estés confundido. Yo no sé si podré soportar que esto pase así como si nada. 
—Claro que estoy seguro Abril. Ahora que te tengo, que eres mía… no puedo vivir sin ti. Te necesito cerca, muy cerca. 
Levantó su cabeza y me miró a los ojos. Recorrí su bello rostro, hasta posar mi mirada en sus labios. Una suave sonrisa se curvó en ellos. 
— ¿Quieres besarme? —preguntó. 
—Ajá —asentí. 
—Pues… ¿Qué estas esperando?
Bajé mi cabeza y me topé con ellos. Mi corazón comenzó a latir desaforado. Que estoy completamente seguro que se escucha con perfecta claridad. Me alejé apenas de su boca.
—Juro que si María llega a entrar por esa puerta está muerta —dije y atrapé su labio inferior suavemente.
—Malo —susurró y me acercó más a ella. Dándome pequeños besos fue soltando mi boca. Apoyé mi frente sobre la de ella y abrí los ojos. Ella aún los tenía cerrados. La música seguía sonando suave — ¿Qué pasó con Greoff?
Eso fue como un balde de agua fría, que verdaderamente arruinó uno de los momentos más románticos de mi vida. Lentamente me alejé de ella. 
—Realmente tú eres la peor de los dos —dije y me senté en el sillón. Ella abrió un poco la boca para hablar, pero no dijo nada. Se sentó a mi lado y tomó mis manos con las de ella 
—Lo siento amor, pero estuve toda la tarde pensando en eso. Me preocupa. 
—¿Qué cosa? —– dije. 
—Que te enojes y te salgas de tu paciencia… yo no quiero que las cosas estén mal. Sé que tu padre no es un santo. Es más, es una basura. Pero yo creo que… 
—No amor, mi padre no merece una oportunidad —la interrumpí al entender lo que quería decirme —No la merece. 
Ella se acercó más a mí y apoyó su cabeza contra mi pecho. Levanté mi mano y con uno de mis dedos enredé uno mechón para jugar con él. Ella suspiró. 
—¿Cómo te sentiste al ver hoy a tu madre? —preguntó. Me extrañé un poco ante su cambio de tema. Sonreí levemente.
—Feliz —contesté. Al instante recordé que debía llamar a mamá —Demonios…
—¿Qué pasó? —dijo ella incorporándose un poco de mí.
—Me olvidé de llamar a mi madre —le dije. 
Ella negó levemente con la cabeza.
— ¿Ves qué también eres un mal hijo? Debe estar preocupada. Pero ahora ya es tarde para llamarla —asentí con la cabeza —Mal hijo. 
—Mañana, apenas me levante, voy a llamarla —aseguré. 
—Sí, ya lo creo —dijo irónica. 
—Lo juro. Y también voy a hacerte el desayuno —dije. 
Abril sonrió mostrándome todos sus dientes.
— ¿Puedes explicarme por qué eres tan lindo? —preguntó.
—Es lo que siempre me pregunto cuando me miro al espejo, amor —dije divertido.
—Tonto egocéntrico —me acusó.
—Te encanta que lo sea —con una uña marcó el contorno de mi mandíbula —¿En que estas pensando Anne? —le pregunté. 
Sentí un calor interno que me erizó la piel por aquel simple, pero provocador toque. Se acercó más a mí y comenzó a besar mi mejilla. Cerré los ojos y disfruté de aquello. Sus labios estaban ya bastante cerca de los míos, pero no pude aguantarme. Corrí mi rostro en busca de su boca. Pero ella tomó mi rostro con sus manos. Abrí los ojos. 
Se incorporó un poco de donde estaba sentada y abriendo sus piernas se sentó sobre mí. Sentí como mi respiración se agitaba. Es increíble saber que ella puede alterarme así con solo tocarme o mirarme. 
—No tienes una idea de cómo me pones, Dani. No eres consciente de eso ¿verdad? —dijo y se movió levemente sobre mí. Apreté los dientes y maldije por lo bajo. Mi entrepierna comenzó a latir, haciendo que todo mi cuerpo se tensara. 
—Te detesto —susurré. Ella sonrió perversamente.
— ¿Por qué? —preguntó en voz baja, excitándome. Volvió a moverse. Tragué saliva.
—Porque eres una gatita mala, muy mala —le aseguré.
— ¿Soy una gatita? —preguntó divertida. Asentí frenéticamente —Sí… pero soy tuya. 
—Eso es lo que más me gusta —ella ronroneó y eso terminó con lo poco que quedaba de mi cordura 
—Por dios, mi amor, vas a volverme loco.
Posé mis manos en sus caderas. Ella acercó sus labios a los míos y los acarició con provocación. Ella sabe como enloquecerme. Ella simplemente tiene la receta perfecta de mi maldita enfermedad. Su amor. 
Tomé su boca en exigente beso. Abril gimió levemente y su lengua bailó con la mía. Un celular comenzó a sonar, pero no le prestamos atención. Abril se acercó más a mí y comenzó a susurrar cosas sobre mis labios, tensándome un poco más. ¿Acaso eso es posible? Al parecer sí, es muy posible. 
Abril —susurré su nombre.
—Hazme el amor. Vamos al cuarto. Necesito sentirte Dani… necesito sentir tu corazón latiendo sobre mío rápido, muy rápido —musitó agitada. 
La besé ferozmente y sin ningún problema me puse de pie con ella encima. El maldito celular volvió a sonar. Y diablos es el mío. Sin bajarse de mí, Abril, lo buscó en mis bolsillos. Cuando lo sacó miré la pantalla. La miré a ella.
—Es mi padre —dije agitado. Ella lo tomó y sin vacilar lo apagó. La miré algo sorprendido. 
—Tienes razón al decir que no merece una oportunidad. Y mucho menos le voy a dar la oportunidad de arruinar nuestro momento. Ahora somos tú y yo, nadie más —me dijo mirándome a los ojos. Como me gustan sus ojos —Y ahora lleva a esta gatita a ese cuarto antes de que se le vayan las ganas de dar arañazos. 
Acarició mi nariz con la suya y volvió a ronronear. Respiré profundamente.
—Tus deseos son órdenes para mí, gatita hermosa.


Hola!!

Aquí tenéis un nuevo capítulo!! Espero que os guste y gracias por leer.

Besos, María.


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