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The story

Estas dos historias no son mías, las encontré por casualidad por facebook y me han encantado. Así que he decidido publicarlas para que todas podáis disfrutar de estas fantásticas novelas tanto como yo. No se quien las ha escrito pero son maravillosa. Espero que os gusten.


Gracias por leer.

martes, 28 de junio de 2016

Adicto a Ti - Capítulo 28


Capítulo 28


Miré como terminaba de hablar y colgaba el teléfono. Me miró fijo.

— ¿Por qué me sacaste el teléfono? —le pregunté.
—Porque creo que ya te estabas pasando —me dijo Susan.
—Tenía que decirle lo que pensaba —me defendí —Ahora dame un poco más de vodka.
—No —sentenció.
— ¿Por qué?
—Porque ya viene por ti, y ya no te voy a dar de tomar…
—Bueno, como quieras. Déjame pagarte lo que consumí, ¿Cuánto es? —pregunté mientras medio confuso sacaba mi billetera.
—Tampoco —me dijo.
— ¿Tampoco? ¿Por qué nadie hace lo que yo quiero?
—No voy a cobrarte, porque sé que estas mal y has venido aquí con el fin de olvidar. Pero no has podido, así que… esto va por mi cuenta.
—Eres lo más cercano a una hermana mayor que he tenido en toda mi vida —dije melancólico.
—No te pongas sentimental conmigo, por favor —dijo divertida.


Asentí con la cabeza y escuchamos como la puerta del bar se abría. Me giré a ver y ella me miró fijo. Rápidamente se acercó a mí.


— ¡No puedo creer que hayas llegado a estar así! – me retó nerviosa.
—Hola cariño —le dije divertido. Revoleó los ojos y miró a su Susan.
—Muchas gracias Susan —le dijo.
—No es nada linda, llévatelo y… cuídalo. Está un poco sensible —le dijo ella.


Sentí como una de sus manos rodeaba mi brazo, entonces la miré fijo. Me hizo poner de pie y cuando lo hice, sentí que iba a caerme de cara al suelo. Ella colocó mi brazo alrededor de su cuello y me sujetó por la cintura.


—Abril, ¿quieres que le diga a alguno de los muchachos que lo lleve hasta afuera? —le preguntó Susan.
—No Susan, así estamos bien. Muchas gracias —le dijo ella y comenzó a caminar —Por favor, has el esfuerzo de caminar y no quebrarme el cuerpo.
—Lo estoy haciendo —le dije. Salimos afuera del bar y el frío viento de la noche erizó mi piel. ¿En qué momento se había hecho de noche? Divisé a Betty, y dirigí mis pasos para allí, pero Abril
 me empujaba hacia un auto. Su auto.
—No —dije y me solté de ella. Me tambaleé un poco, pero me pude mantener de pie —Yo tengo que irme en Betty.
—Estás completamente loco si piensas que te voy a dejar subirte a esa cosa en este estado.
—Betty no es una cosa.
—Lo que sea. Ahora mueve tu trasero al auto.
— ¿Qué pasará con Betty? —dije mirando a mi moto.
—Susan la cuidara y mañana, mandaremos a Blas y a Carlos por ella ¿si? – me dijo. La miré fijo a los ojos por unos cuantos segundos.
—Te odio por ser así de hermosa Abril —le dije.
—Luego discutimos tu odio, ¿vamos? —preguntó. Asentí con la cabeza y caminé con cuidado hasta el lujoso auto. Ella me abrió la puerta y me senté pesadamente en el asiento de atrás, la cerró y entonces me acosté. Mi cabeza giraba, así que tenía que estar acostado. Ella se subió y comenzó a andar. Abrí un ojo y miré hacia su asiento. No podía ver su silueta, pues el asiento es más grande que ella, y ninguna parte de su cuerpo sobresale por algún costado.


Entonces me forcé a sentarme. Ella me miró a través del espejo retrovisor.


— ¿Cuál es tu problema? ¿Qué necesidad tienes de terminar ebrio? – me preguntó.
—Mi problema eres tú, así que si alguien tiene la culpa de mi estado en este momento, esa eres tú —le dije.


El coche se detuvo en una banquina. La miré extrañado. Se giró a verme y se quitó el cinturón de seguridad. Sin ningún problema se pasó atrás. La miré más extrañado que antes.


—Así que, yo soy tu problema —me dijo.
—Sí —dije asintiendo.
—Y para que todos tus problemas se fueran, yo tendría que acostarme contigo.
—Podría ser.
—Entonces lo haré.
— ¿Qué?
—Eso, que me acostaré contigo, como tanto lo deseas.


Se inclinó hacia mí y tomó mis labios en un acalorado beso. Mis ojos estaban abiertos, por la sorpresa de su comportamiento, pero no tardaron en cerrarse y en responder a ella. Gruñí mientras sentía como se subía a horcajadas sobre mí, y su lengua bailaba caliente junto a la mía. Sus manos se enterraron en mis cabellos y con cada movimiento me acercaba más a ella.


—Abril —dije agitado cuando ella comenzó a mordisquear mi mandíbula y llegaba hasta mi oreja.
— ¿Qué? —susurró y un escalofrío recorrió mi espalda.
—Estamos en un auto —le dije sobrexcitado. Ella se alejó un poco de mí y sin decir nada me quitó la camisa. Comenzó a besar mi cuello y comenzó a bajar su lengua por mi pecho.
— ¿Y desde cuando te importa el lugar? —preguntó y volvió su boca a mis labios.
—No, no es que me importe, pero… al diablo —dije y la tomé de la nuca para acercarla más.


Con una mínima capacidad de movimiento, logré girar sobre ella y apresarla debajo de mí. La miré fijo a los ojos, respiraba agitada y el color de sus labios era de un rojo intenso por la presión de nuestras bocas.


—No te detengas, sigue —me habló.


Volví a capturar sus labios, y soltó un leve gemido que logro enloquecerme rápidamente. Bajé mis labios de los suyos, a su cuello.


Comencé a desabrochar los botones de su camisa, mientras depositaba pequeños besos en lo que había visible de su piel. Una de sus manos bajo caliente por mi espalda, quemándome por dentro.
Si, iba ser mía, ahora ella iba a ser solo mía…


—¡Dani, Dani! —abrí mis ojos algo sobresaltado. Miré a mí alrededor y estaba acostado en la parte de atrás del auto. Miré al frente y la vi parada con la puerta abierta – Llegamos a tu casa, sal del auto.


Solo había sido un sueño. Un maldito sueño.


— ¿Por qué me despertaste? —le pregunté mientras lograba sentarme —Estaba por hacerte mía en mis sueños…


Entrecerró los ojos y me miró mal.


—Eres un sucio —me acusó.


Me ayudó a salir del auto, y me ayudó a caminar hasta mi departamento. El sabor de sus labios había sido tan real, que puedo jurar que eso no había sido un sueño. Llegamos y ella abrió la puerta. Al parecer no había nadie.


— ¿Dónde está María? —le pregunté.
—Debe estar por ahí, no lo sé —me dijo ella con dificultad ya que casi podía decirse que me estaba arrastrando hacia dentro — ¿Podrías ayudarme un poco? Si no te has dado cuenta pesas el doble de lo que peso yo, y no puedo cargarte…


Me incorporé bien y ella suspiró. Caminamos hasta el cuarto. Al fin iba a dormir en mi cama.


Entramos y ella me ayudó a acostarme. Suspiré aliviado. 


—Bueno, ya estas sano y salvo en casa. Ya me voy —me dijo.
—No, no te vayas —le pedí.
—Tengo que irme, Dani…
—Quédate hasta que me duerma, por favor —le rogué.
—Está bien —dijo soltando un suspiro.


Se sentó en el suelo, justo a mi lado. La miré fijo a los ojos, y traté de entender mi necesidad de que se quedara.


— ¿Puedes darme tu mano?


Despacio levantó su mano y tomó la mía. Sus fríos dedos se entrelazaron con los míos, que estaban calientes. Su mano era el doble más pequeña que la mía, el doble de frágil y el doble de suave…
Cerré los ojos y acerqué nuestras manos a mi pecho. Quizás así no se pueda ir cuando me duerma, o quizás sí.


Comencé a despertarme porque mis ganas de ir al baño me estaban llamando. Cuando sentí que mi cabeza despertaba, sentí un terrible dolor allí. Cerré los ojos con fuerza, para persuadir un poco al dolor. Y entonces sentí que algo estaba entrelazo con mi mano. Abrí un ojo y miré que era. Era otra mano. Entonces levanté la cabeza y la vi allí. Sentí como mi corazón se aceleraba al ver que ella estaba allí, con la cabeza apoyada sobre el borde del colchón, y con los ojos cerrados. Se quedó, no se fue. Me puse a mirarla fijamente, me puse a observar las delicadas líneas de su rostro. Intenté buscarle algún defecto, como tantas veces, pero no lo tiene. Ella simplemente es perfecta. Levanté mi otra mano y con cuidado acaricie su mejilla. Se movió un poco y arrugó la nariz, pero no se despertó. 


—Arriba Dani, ya traje a Betty y...
—Shhhhhhh —le dije cuando lo vi entrar. Blas me miró bien – Cállate que vas a despertar a la bella durmiente.
— ¿Qué hace ella ahí? —me preguntó en voz baja.
—Me cuida —le dije con una pequeña sonrisa.


Soltando su mano con cuidado me levanté de la cama. La alcé en brazos y la acosté en la misma, para que pudiera seguir durmiendo, un poco más cómoda. Salí con Blas del cuarto y caminamos hasta la cocina. Fruncí el ceño extrañado al no ver a Rose por ahí.


— ¿No has visto a Rose? —le dije a mi amigo.
— ¿Sabes qué hora es? —me dijo él. Negué con la cabeza —Dani, son casi las 5 de la tarde.


Rose se fue hace una hora.


— ¿Qué? ¿Las 5? —dije sin poder creerlo.
—Sí, dormiste como nunca —dijo divertido.


Nos acercamos a la mesada y nos preparamos un café. Tal vez con eso, este terrible dolor de cabeza se me iría de una vez. Estuvimos hablando un poco más, hasta que los dos sentimos los pasos de alguien. Miramos hacia el pasillo y venía caminando hacia la sala. Sonreí levemente…


—Adiós —dijo por lo bajo y pasó de largo hasta llegar a la puerta.


La abrió y salió dejándome totalmente desconcertado.


Me puse de pie, y me estaba por salir detrás de ella, hasta que Blas me detuvo.


—Oye, oye —me dijo haciendo que lo mirara —Si se fue así es por algo… déjala.
—Pero… no, no puedo dejarla…


Intenté caminar de nuevo, pero Blas me volvió a detener.


—Déjala… se fue, ya está. Ella necesita pensar… déjala —me dijo.


Gruñí por lo bajo y volví a sentarme para terminarme el café. Luego de unas dos horas Blas decidió irse. Y en esas dos horas, Abril no había salido en ningún momento de mis pensamientos. La forma en la que se había ido me tenía bastante confundido. Tomé mi teléfono y marqué el número de su celular.


—Hola... -dijo aquella aterciopelada voz.
- Abril solo...
—Jaja te engañe...Por cierto soy Abril, y en este momento no puedo atenderte. Deja tu mensaje, después luego de que lo escuche te devuelvo la llamada…


Colgué y maldije por lo bajo. Tenía el celular apagado. Volví a darle tono al teléfono y marqué el número de su casa. Sonó, sonó y sonó, pero nadie contesto. Al parecer tampoco estaba en casa.


— ¡¿Dónde diablos estas?! —dije algo nervioso. Entonces volví a darle tonó al teléfono y marqué el número de mi prima. Sonó una, sonó otra.
— ¿Hola? —me dijo al atender.
—María —le dije.
— ¡Al fin tienes la consideración de llamarme! —me dijo elevando un poco la voz —¿Por qué demonios haces esas cosas Dani? ¿Cuántas veces te dije que embriagarse por ahí no es la solución a ningún problema?
— ¿Acaso la privacidad de una borrachera ya no existe? —le dije. Ella me dijo unas cuantas cosas más, pero que las pasé por alto.
Lo único que quería era saber de ella — ¿Sabes donde esta Abril?
—¿Abril?
—Sí, Abril —dije algo nervioso.
—Se fue a un spa con Gina, estaba bastante estresada —me dijo. Suspiré aliviado. Ella estaba bien…
—Pero ella, ¿está bien, verdad? —le dije.
—Sí, estaba un poco con dolores de nuca, pero por lo demás estaba bien —dijo ella. Y sí, durmió sentada —Dijo que mañana iría a la Universidad un poco más tarde, ya que se quedarían toda la noche allí.
—Bueno prima, gracias por la información —le dije.
—De nada primito, dentro de un rato voy a casa. Estoy con Emma haciendo unas cosas, ¿sabías que tu amiguito Carlos le pidió de ser la novia? —me dijo. Entonces sentí mi corazón detenerse.
— ¡¿Qué?! —le pregunté sin poder creerlo.




Hola, holita!!!

Aquí estoy de nuevo!! Espero que os guste el nuevo capítulo.

Gracias por leer y espero tener algún comentario para saber si os gusta o no, de todas formas gracias. Espero mañana poder subir otro.

Besos, María.

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